La Jornada
Carmen Aristegui, una voz imprescindible
Bernardo Barranco V.
Todos deploramos el hecho como una pérdida mediática en nuestra democracia. En un clima de descomposición política, con la salida de Carmen Aristegui se opera una regresión y, peor aún, se percibe una fetidez autoritaria. La atmósfera política se enrarece justo cuando los reclamos frente a la corrupción se ensanchan. El espacio de Carmen se calla justo cuando la violencia se recrudece, la economía sigue estancada, y como colofón estamos a unas cuantas semanas de las elecciones intermedias.
La imagen de Carmen ha crecido y goza de un amplio reconocimiento social. La empresa y la estructura de poder la han convertido en víctima por ser una comunicadora valiente, tenaz y consistente. Hace años, el recordado Miguel Ángel Granados Chapa definió a Carmen Aristegui como la periodista más completa de los medios electrónicos. Carmen ahora es una campeona invencible de la comunicación crítica. Hace unos días, Elena Poniatowska escribe aquí mismo un artículo desde Yucatán que titula Carmen Aristegui, "la periodista más creíble de México". Con otra lógica, Enrique Krauze lamenta el despido de Carmen, apuntando: "Es una voz imprescindible en nuestra vida pública". Su salida de MVS vulnera seriamente la libertad de expresión en México. Y así como muchos mexicanos reprobamos la vulneración de un espacio necesario y vital en la conformación de una opinión pública pujante, informada y analítica. El escritor Juan Villoro, indignado, dijo ayer en San Luis Potosí que es un claro caso de censura y una muestra más de que el gobierno federal no tolera la crítica, los reclamos sociales o la disidencia. El país, continúa el literato, está al borde del incendio y las medidas del gobierno son leña seca. Cada vez son menos los medios independientes, pero su fuerza diferencial es cada día mayor.
Confieso mi amistad y afecto hacia Carmen; soy consciente que me hace perder ecuanimidad, pero en verdad lastima que un espacio radiofónico tan importante y referencial se pierda bajo una burda maniobra de encubiertas decisiones empresariales, de supuestos conflictos entre particulares. Ha sido una desatinada decisión de Estado. Más allá de la vulnerabilidad de los comunicadores frente a los dueños, de la censura y permanentes tensiones a la libertad de expresión, pocos han destacado el reclamo del derecho de las audiencias a reivindicar los programas, contenidos e informaciones que los consideran suyos. Tal como pasó con José Gutiérrez Vivó años atrás y en dos ocasiones con la misma Aristegui. Pero podríamos sumar al mismo Pedro Ferriz, incluso a aquel lejano Ciro Gómez Leyva de CNI.
Las audiencias se movilizan para reivindicar y defender ese espacio mediático como público propio. Ahora el reclamo se presenta principalmente en las redes sociales y en la plaza pública, se percibe una movilización social. En las redes se cuentan cientos de miles de personas que expresan su inconformidad e indignación por el cierre de un espacio que era considerado suyo. En términos de derecho a la información, debe ser el punto de partida la regulación de relaciones entre sociedad, poder político y medios de comunicación. Los derechos de las audiencias no son más que los derechos de los ciudadanos y deben ser un saludable contrapeso a los concesionarios, especialmente ante arbitrariedades, caprichos o presiones del poder.
Este derecho debe tener gravitación social que valide los contenidos, la capacidad de réplica y derecho a información veraz, ponderada y diversa. El ejercicio de protesta de los ciudadanos es un alegato que destaca el deber de los medios de estar al servicio de sociedad, sin que intereses públicos, privados o religiosos puedan impedir la existencia de diversas fuentes de información o privar al individuo de su libre acceso a ellas.
Reconozco que el caso de Carmen toca fibras sensibles, pues a mí me pasó lo mismo con Religiones del mundo de Radio Red. Reconozco que fue en otra escala, pero el hecho de que diferentes iglesias protestaran frente a las instalaciones de Radio Centro porque se cerraba un espacio radiofónico plural que les daba cabida muestra el potencia de un rol más activo del derecho de las audiencias. Y también recuerdo con agradecimiento el apoyo solidario y las palabras de aliento que Carmen Aristegui me expresó hace dos años. Algún día las haré públicas, pero bien caben para ella en estos momentos.
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