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¿Está Peña Nieto en sus cabales?
Martín Moreno
En enero pasado, durante un foro con víctimas organizado por “Alto al Secuestro” que encabeza la valiente Isabel Miranda de Wallace – todos sabemos que su hijo Hugo Alberto fue secuestrado y asesinado por sus plagiarios-, el Presidente se encargó de inaugurarlo. Casi al salir del recinto, Peña Nieto miró a un hombre joven, volteó hacia Isabel, y ante la sorpresa de todos, le preguntó:
En enero pasado, durante un foro con víctimas organizado por “Alto al Secuestro” que encabeza la valiente Isabel Miranda de Wallace – todos sabemos que su hijo Hugo Alberto fue secuestrado y asesinado por sus plagiarios-, el Presidente se encargó de inaugurarlo. Casi al salir del recinto, Peña Nieto miró a un hombre joven, volteó hacia Isabel, y ante la sorpresa de todos, le preguntó:
-Oiga Isabel… ¿él es su hijo?
-No, señor Presidente… mi hijo está muerto… él es mi sobrino…
Ese es Enrique Peña Nieto.
* * * * * *
El 20 de febrero, ante la comunidad judía, Peña Nieto lanzó una frase que pasó un tanto desapercibida en los medios, pero no por ello menos preocupante por la manera cómo el presidente de México percibe la crítica o la opinión respecto a su gobierno. Dijo Peña sobre la situación del país:
“No faltarán los que quieran ser destructivos y todo verlo bajo una óptica negativa”.
Es decir: para Peña Nieto, los críticos a su gobierno; aquellos que revelaron el affaire Casa Blanca, en el caso de Carmen Aristegui y de su equipo; quienes mostraron y demostraron su enriquecimiento brutal; los que desde The Wall Street Journal exhibieron a su amigo Videgaray como parte del beneficio financiero-empresarial con Grupo Higa; la oposición real; las plumas que cuestionan los excesos de “La Gaviota” y de sus hijas en reciente gira presidencial a Londres; las voces que punzan la manera cómo se está gobernando; los periodistas que critican a Peña por la conducción político-económica-social del país; todos esos personajes incómodos para el poder presidencial, son destructivos.
“Ya sé que ustedes no aplauden…”, dice Peña a periodistas. En Toluca sí le aplaudían.
Para Peña Nieto, no debe haber críticos. Y si los hay, son tildados de “destructivos”. Okey.
No podía explicarse de otra forma: los priistas y, particularmente, los formados bajo el priismo mexiquense, no toleran la crítica y, antidemocráticos, no conciben el papel de una prensa libre, abierta y plural. Para ellos, esta posibilidad es una afrenta a su política, un agravio a su manera de gobernar. No hay espacio para el cuestionamiento. Así los formaron. Así los enseñaron. Así lo practican.
Bien lo retrata Alejandro Páez Varela en su columna de esta semana enSinEmbargoMX:
“La sensación que se ha confirmado es que este gobierno sueña con repetir en México ‘el modelo Toluca’: Edomex apenas tiene prensa o activistas; la oposición está borrada, y a los ciudadanos se les compra con Monex”.
Es cierto. Contundente.
A esas vamos con el presidente de México: al que critica, cuestiona o investiga, los califica de “destructivos”.
Yo destructivo. Tú destructivo. Él destructivo…
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El personal estilo de gobernar de Peña Nieto –por llamarlo de alguna manera-, se retrata ya en tendencias contrarias a su gobierno entre la opinión pública, síntomas inequívocos del malestar cuasi generalizado que prevalece en el país, apenas con 2 años y 3 meses de gobierno peñista.
Algunas muestras:
-Con base en encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), 44.5% de los ciudadanos considera que el modelo democrático mexicano se encuentra estancado.
Otra reciente del diario Reforma da cuenta que… ¡78% de los jóvenes no aprueba la gestión de Peña Nieto!, mientras que el 60% considera que México está estancado.
La primera encuesta (GCE), ofrece signos más que preocupantes: se confirma la advertencia de que el regreso del PRI al poder presidencial significaría un retroceso democrático para México. No nos equivocamos quienes lo alertamos.
Y la segunda (Reforma), es reflejo de que los jóvenes mexicanos pronto cayeron en la decepción porque tener a un Presidente joven, ni es sinónimo de eficacia ni, mucho menos, de garantía de gobierno democrático. Allí está Carlos Salinas, quien con sólo 46 años de edad abandonó la Presidencia dejando a México en la crisis financiera más dolorosa de la historia. Peña Nieto es, en sí, un cuerpo joven con formación, costumbres y mañas de viejo priista. Peña tiene el corazón de Alfredo del Mazo, la entraña de Arturo Montiel y el alma de Emilio Chuayffet. La edad es irrelevante cuando no hay democracia.
* * * * * *
¿Quién es realmente Enrique Peña Nieto, un personaje con frecuentes extravíos mentales que llegan hasta confundir a una persona con el hijo muerto de la señora Wallace?
¿Es el Peña que confundió a Emilio Gamboa Patrón con Manlio Fabio Beltrones?
¿Es el Peña que dijo que la capital de Veracruz es Boca del Río?
¿Es el Peña que intentó saludar de mano a la Reina Isabel II?
¿Es el Peña que justifica la corrupción diciendo que es un asunto cultural?
¿Es el Peña que se carcajea públicamente en medio de la furia de los mexicanos por la Casa Blanca, por los excesos de “La Gaviota” y por el cinismo de su amigo Luis Videgaray, orondo, con su casota financiada por Grupo Higa en Malinalco?
¿Cómo está gobernando Peña Nieto, que a sus críticos los califica de destructivos?
¿Hasta dónde llegará Peña Nieto en su afán de llevar a México al “modelo Toluca”: sin democracia ni prensa crítica ni oposición fuerte y bajo un clima de sometimiento y represión?
¿A dónde lleva Peña Nieto a México?
De todos depende evitar que el país regrese, con mayores retrocesos, a la dictadura perfecta.
(SINEMBARGO.MX)
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