Huele a crisis
* En los muchos análisis que se han hecho de aquella crisis social y económica se asoman como causas las políticas económicas fallidas, la corrupción en la cúpula gubernamental, la ausencia de transparencia y el sometimiento de las instituciones al poder
* Expertos ven que la tragedia parece repetirse ahora cuando el promedio de aprobación para Enrique Peña Nieto no supera el 40%, cifra muy parecida a la que tuvieron Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Uno, al concluir el sexenio y el otro al arrancarlo
MEXICO, D.F., 23 de marzo (SinEmbargo).– Lo cuenta porque lo vivió. Inclinado sobre el techo de su taxi, Adrián Chávez, en el Distrito Federal, señala el despacho de Arquitectos en Polanco donde trabajaba hace poco más de 20 años. Ese sitio de donde salió en 1995, cuando una crisis financiera atravesó de punta a punta a México y él padeció un despido. Hoy tiene 45 años, es un tipo delgado, le va al Necaxa, ahora estudia Leyes, está casado y tiene dos hijos: uno de 20 años y el otro de 17. Su vehículo rosa forma parte de la flotilla recién inaugurada y acreditada para circular en el Distrito Federal. “¿Alguna pregunta de por qué me hice taxista?”.
Choque con el pasado. Era 1993 y se iniciaba el último año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari quien dos años atrás había firmado el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Muy pocas cosas le enturbiaban el futuro a Adrián Chávez, quien egresaba de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“No queremos un cambio que sea a costa de las libertades, porque entonces el progreso no sería valioso ni respetaría la dignidad de los mexicanos. No queremos un cambio que concentre las oportunidades, sino que incorpore a todos a las tareas de la nación, y más a los que menos tienen. No queremos un cambio que perjudique nuestro medio ambiente, porque estaríamos sacrificando nuestro propio esfuerzo, estaríamos negando el porvenir a nuestros hijos”, había expresado el Presidente Carlos Salinas de Gortari al rendir su Quinto Informe de Gobierno en el Congreso de la Unión.
“Agárrense de las manos”, interpretada por José Luis Rodríguez “El Puma”, era una melodía ya vieja –de 1985–, pero el Presidente Salinas la bailó en una reunión con vecinos a finales de diciembre de 1993 a ras de la banqueta. Era un líder. Casi todos le creían y lo celebraban. Cuando apenas tenía un mes en el Gobierno, había hecho lo impensable: el 10 de enero de 1989, envió al Ejército a detener en su casa de Ciudad Madero, Tamaulipas, al acaudalado y poderoso líder del Sindicato de Trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex), Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, a quien las autoridades federales acusaron de homicidio y acopio de armas. Luego, se empeñó en firmar el TLCAN. Y desde que estampó su firma como Primer Mandatario en ese convenio comercial su discurso no cambió: México había ingresado al primer mundo y así se tenía que vivir.
Y Salinas bailó aquella tarde, bailó mucho; agarrado de las manos de los integrantes de grupos vecinales que pedían una mejora en el servicio de agua.
“Yo compré un departamento en 1993. Banamex me cobró como unos 20 mil pesos de ahora de enganche. Era una cosa maravillosa. Saqué mi carro también, cómo no, un Chevrolet. Y pues me casé. En serio, no estaba nada mal vivir en México”, es el relato de Adrián Chávez de esa época.
Arrancó 1994. Y todo avanzó. Pero hacia el horror. La política fiscal de México estaba en manos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y por supuesto, de la Presidencia de la República. La verdad era que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) había sido sólo 0.7 por ciento en 1993; en otras palabras, de casi nada. Carlos Salinas de Gortari había prometido un presupuesto gubernamental equilibrado y cumplió. Apenas si incluyó un ligero superávit. Una decisión que muchos años después los analistas se explicaron en el hecho de que aquel era un año electoral y el PRI no tenía garantizada la victoria como antes.
El primero de enero, la rebelión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, estalló el mismo día en que entró en vigor el TLCAN. El acontecimiento se convirtió en un gran símbolo porque la rebelión hizo evidente ante el mundo una profunda desigualdad entre las regiones mexicanas y la marcada injusticia histórica con los fundadores del pueblo mexicano, los indígenas. Pero en realidad, la economía siguió su curso. Ya estaba en vigente el TLCAN, el primer mundo no estaba tan lejos para algunos.
Tres meses después –el 23 de marzo de 1994–, Luis Donaldo Colosio, el candidato a la Presidencia de la República por el PRI, fue asesinado en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana. A diferencia de lo que había ocurrido con la rebelión zapatista, ese horror sí tuvo repercusiones financieras importantes: las reservas extranjeras de México, que eran de 28 mil 300 millones de dólares el día del asesinato cayeron a 17 mil 300 millones para finales de abril. Pero estos capitales se fueron de México en silencio. Así que los tesobonos –títulos denominados en dólares, pero pagaderos en pesos– empezaron a circular con intensidad.
El 21 de agosto hubo elecciones. Por el PRI contendió Ernesto Zedillo Ponce de León –en sustitución de Luis Donaldo Colosio Murrieta– y ganó.
Habían pasado seis meses del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta y nueve del levantamiento del EZLN en Chiapas (y casi un año del acribillamiento del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el 24 de mayo de 1993) cuando el 28 de septiembre de 1994, a las 9:28 horas, el entonces secretario general del PRI, representante de su partido ante el Instituto Federal Electoral (IFE) –hoy transformado en INE- y Diputado federal electo para la LVI Legislatura, José Francisco Ruiz Massieu, salió del Hotel Casa Blanca, caminó por la calle Lafragua y abordó su automóvil. Él apenas emprendía la marcha cuando un sujeto le disparó con una calibre 9 milímetros. El agresor quiso hacer otro disparo, pero se le trabó el arma. Ruiz Massieu murió ahí mismo, sobre el volante, frente a los transeúntes y su chofer.
Los problemas económicos de 1994 se agravaron. El Gobernador del Banco Central y el Secretario de Hacienda se inclinaban por dejar al peso flotar con libertad hasta encontrar su propio nivel. Los empresarios no estaban de acuerdo y argumentaron que sólo se requería una corrección. Discutían. Debatían. Y una noche, la del 19 de diciembre, el Gobierno Federal devaluó la moneda mexicana en 15 por ciento. Veinte días después de esa decisión, el saldo de las reservas internacionales de México era de tres mil 483 millones de dólares cuando 11 meses antes, ese mismo había reportado 29 mil 155 millones de dólares. En 330 días se habían esfumado de México casi 26 mil millones de dólares. También con un profundo silencio.
México fue capaz de hacer frente a sus obligaciones por tesobonos sólo gracias al paquete de rescate de mas de 50 mil millones de dólares que absorbió el Tesoro de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y varios bancos centrales que operaban en su mayoría a través del Bank for Internacional Settlements.
El inicio del Gobierno de Ernesto Zedillo estuvo marcado por la crisis económica desatada aquella negra noche. Inició con una aprobación cercana a 76 por ciento. Para enero, esa cifra era menor de 50 por ciento y en febrero de 1995, sólo 23 por ciento de los mexicanos aprobaba su forma de gobernar, la cifra más baja jamás observada.
Las decisiones de la noche del 19 de diciembre fueron pagadas muy caras. Ernesto Zedillo ha responsabilizado a Salinas. Y Salinas ha responsabilizado a Zedillo, al grado que bautizó el momento como “el error de diciembre”. En poco más de veinte años se han acumulado los reproches, las culpas, pero jamás las cuentas rendidas. En los muchos análisis sobre la crisis que han elaborado reconocidos estudiosos se asoman como posibles causas las políticas económicas fallidas, las disputas políticas intestinas, la corrupción en el Gobierno Federal, la ausencia de Transparencia y el sometimiento de las instituciones al poder político.
Y todo lo empezó a sentir Adrián Chávez cuando fue despedido de su empleo en el despacho de Arquitectos. Sobre todo porque, cuando fue a cambiar sus ahorros en dólares, notó que fue menos de lo que esperaba, y así iba a ser muy difícil emprender el viaje que planeaba para estudiar en España. Los años pasados había estado concentrado en la carrera de Arquitectura y en hacer planes para ese futuro luminoso que traían las promesas de Salinas de Gortari. Pero una tarde se convirtió en protagonista de una noticia mundial: la crisis financiera de México era llamada “efecto Tequila” en el planeta. Los países se protegían para no percibir siquiera el olor.
A veces, los números sólo traen frialdad. Pero esa crisis –tan medida a través de las reservas financieras– avanzaba en México con víctimas mortales (el registro de suicidios a la fecha no es claro), negocios truncos, casas perdidas, despidos, lágrimas. Adrián Chávez dice: “Los que nos dimos cita en eso vivimos días que no vamos a olvidar. Fue ahí que me hice taxista. Desde entonces, lo juro, vivo cada día para recuperarme poco a poco. Ahí la llevo. No digo que no. Pero que se sepa que perdí aquel departamento, que se sepa que mucho tiempo ya no tuve carro particular, y que me ha costado mucho. Hoy estudio Leyes y seré abogado muy pronto. Al extranjero, yo ya no me fui. En serio. Me ha costado mucho”.
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