Por Esto!
Periodistas aplaudidores
Sanjuana Martínez
El #YaSeQueNoMeAplauden aparentemente espontáneo de Enrique Peña Nieto encierra todo un fenómeno digno de análisis: el servilismo de una parte de la prensa mexicana al poder en turno.
¿En qué momento Peña Nieto consideró que los periodistas debían aplaudirle al terminar las conferencias de prensa? ¿Por qué fue su reproche? ¿Por qué considera que los periodistas debemos aplaudirle?
Sencillamente, porque la única relación que sostiene Peña Nieto con la prensa, es con el segmento de la llamada “prensa vendida”. Y no es porque algunos la llamemos así; son audiencias, lectores, televidentes y radioescuchas, los que denominan al sector de prensa cercana al poder, como prensa vendida, prensa oficialista.
Peña Nieto no puede relacionarse con otro tipo de prensa. Su relación con la prensa crítica e independiente es mala. Lo demuestran sus entrevistas. La mayor parte de esas entrevistas las ha concedido a periodistas que le hacen preguntas “a modo” o con previo cuestionario.
Por tanto, está acostumbrado a una relación de poder con la prensa, es decir, yo te pago para que no me pegues. Y a la sumisión de esos periodistas que funcionan como “merolicos” o aplaudidores profesionales del discurso oficial, de sus discursos.
La lista de los periodistas vendidos todos la conocemos. Sabemos sus nombres, conocemos su “trabajo” manipulador, cubierto de censura, de simulación. Su misión finalmente es esa: mostrar la cara amable del gobierno, defender las posturas del gobierno, las “verdades históricas”, las reformas. Se dedican a disfrazar las metidas de pata del Ejecutivo por aciertos, las pifias del aparato de gobierno por monumentales aciertos.
Además de aplaudir, Peña Nieto, paga a estos periodistas merolicos para que acosen, ataquen y difamen a los periodistas críticos e independientes. Su labor es precisamente contrarrestar las criticas, por tanto, no escatiman recursos, tiempo ni espacio para desacreditar su trabajo en medios de comunicación y en redes sociales. Inventan tuits, usan y gozan del apoyo de los peñabots y de manera sucia exhiben lo bajo que pueden llegar a caer si se trata de ladrar a favor de su amo.
Actualmente existe una auténtica campaña sucia por parte de esos periodistas aplaudidores, contra todo aquel periodista que se atreva a cuestionar la verdad oficial, contra quienes nos dedicamos a investigar los casos de corrupción, las violaciones de derechos humanos cometidas por Ejército, Marina y fuerzas policiales.
Estos periodistas aplaudidores o merolicos vendidos al mejor postor están estrechamente vinculados al poder en turno, se benefician con prebendas y grandiosas ganancias. Algunos se conforman con las sobras, pero otros se han francamente enriquecido en los últimos sexenios. Y no importa que cambie el partido, la ideología de estos desinformadores es el dinero, no dependen de los colores electorales.
Si durante el 68 la consigna era “prensa vendida”, en el 2012 fue la democratización de la prensa. No todas las manifestaciones fueron frente a Palacio Nacional, también ocurrieron frente a Televisa o TV Azteca. Solo hay que recordar el origen y desarrollo del movimiento #YoSoy132.
Pero Peña Nieto prefiere a sus periodistas aplaudidores que a la prensa vendida, pues. Y para ello mantiene el sistema de “premios” o “castigos” en base a la publicidad oficial que en México sigue siendo una asignatura en la oscuridad y se presta a corrupción y censura disfrazadas.
Solo hay que echarle un vistazo al estudio “Publicidad Oficial: recursos públicos ejercidos por el Poder Ejecutivo Federal en 2013” realizado por Artículo 19 y Fundar, para darse cuenta la forma que Peña Nieto consiente a la prensa servil y castiga a la crítica.
Solo en su primer año de gobierno gastó 4 mil 195 millones de pesos en publicidad oficial de los cuales pagó el 33 por ciento, equivalante a mil 392 millones de pesos a la televisión.
Peor aún, Peña Nieto reparte la publicidad oficial bajo criterios subjetivos y arbitrarios: 61 por ciento a la televisión de paga y abierta, 10 por ciento prensa escrita y 9 por ciento a la radio. Pero sin dar a conocer en detalle los criterios de distribución. La opacidad es la constante.
Diariamente gasta en promedio 6.3 millones de pesos en propagando oficial. Durante los primeros 10 meses del año pasado incrementó esta partida en mil 908 millones de pesos en comparación con el mismo periodo del 2013 cuando el gasto fue de 485 millones 600 mil pesos. Pero sus consentidas son las televisoras: en esos 10 meses les pago 144 millones de pesos a Televisa y TV Azteca.
Todos estos montos no representan las cantidades individuales que el poder político otorga a ciertos periodistas aplaudidores. Esas van aparte y son más difíciles de conseguir, aunque hay estudios serios que reflejan claramente quienes son las y los periodistas vendidos.
Estas preferencias de Peña Nieto a favor de la prensa vendida, no han hecho más que empeorar la agenda mediática, la diversidad de opiniones y la calidad de las noticias. Podemos decir que Peña Nieto ha vulnerado el derecho a la información de los mexicanos, información que debe ser veraz y completa.
Durante su campaña, Peña Nieto hizo una promesa que no ha cumplido. Dijo: “el gobierno debe establecer una relación con los medios de comunicación acorde con una cultura democrática. Como Presidente de la República impulsaré una reforma constitucional para crear una instancia ciudadana y autónoma que supervise que la contratación de publicidad de todos los niveles de gobierno en medios de comunicación se lleve a cabo bajo los principios de utilidad pública, transparencia, respeto a la libertad periodística y fomento del acceso ciudadano a la información. Solo un país bien informado garantiza una cultura democrática”. Lástima, porque claramente prefiere tener una débil democracia sustentada en la prensa vendida.
Es un intento inútil con el avance de la tecnología. En 1952 la prensa vendida instituyó el 7 de junio como el Día de la Libertad de Prensa para rendirle pleitesía al presidente en turno. Desde Miguel Alemán, pasando por Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, ese u otro día, dedicado a dar discursos vacíos sobre libertad de expresión, que no se corresponden con la realidad, demuestra que en México, los periodistas aplaudidores son parte del sistema político, más no, de la prensa libre.
Peña Nieto se equivoca. Y así le va. La relación prensa-gobierno no debe estar sustentada en el servilismo, el cortejo o el halago mutuo. No todos los periodistas están al servicio del “presidente”. Algunos, estamos empañados en ejercer la libertad de expresión, la libertad de prensa con todos los riesgos que eso implique. Y sin aplaudir.
(SINEMBARGO.MX)
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