Por Esto!
La sociedad tiene la palabra
María Teresa Jardí
Es difícil adelantar cuál va a ser el límite de la sociedad mexicana por lo que toca a tomar realmente la palabra. Esa, con la que se afecta a los que más tienen y cambia las cosas. Cuando las sociedades se cansan son ellas las que tienen la palabra.
Apagar el televisor y no entrar a un Soriana, premiada esa empresa no sólo con la Lotería Nacional, también con el dinero suficiente para comprar la Comercial Mexicana y los Sumesa. Mintiendo a los empleados del Sumesa de la Roma a los que les han dicho que no se han convertido en Soriana y que así lo expliquen, a los que obligados de tanto en tanto a comprar alguna cosa en ese lugar, les damos las condolencias. Mintiendo a pesar de los cambios, porque además, como son obscenos, ni siquiera conservaron esa tienda como estaba. Como burla, a los que no vendemos el voto, modificaron esa tienda. Si los dueños de la Comercial y Sumesa se vieron obligados a vender por falta de efectivo. ¿Por qué iban a cambiar un negocio que, como estaba, funcionaba? Como estúpidos tratan a la sociedad porque la sociedad no acaba de entender que en nuestras manos está el acabar con sus negocios, y no hay que quemarlos ni nada parecido, con no entrar a comprar nada es suficiente.
Si no hubiera regresado nadie, como hicimos apenas algunos, a comprar en Soriana luego de la compra de votos a favor de Peña, a otro país habría tenido que irse a gastar el generoso pago recibido por haber comprado los votos necesarios para que la telebasura más infame del planeta nos impusiera, con un golpe de Estado adelantado por Televisa, a un producto televisivo que está acabando con el país. No sólo con sus fraudes como son la entrega de proyectos a cambio de casas blancas. Con su incapacidad demostrada para parar la barbarie como condena contra los pobres.
Los muchos miles que siguen marchando por Ayotzinapa. O unos cuantos, a final de cuentas, si se cancela Cable y Dish y etcétera, y si se deja de ver también la televisión abierta que ha contribuido a convertir a la sociedad mexicana en enferma. Se acaba con el negocio de las dueñas absolutas de todos los beneficios otorgados por las falsas reformas.
Demasiado está tardando la sociedad en quemar, de manera simbólica, unos cuantos aparatos haciendo público que la sociedad por fin se ha enterado de que sólo sirven para vomitar desinformación mientras deseducan al pueblo, al punto de que hasta a un títere han podido imponer sentado en la silla de un Ejecutivo que da vergüenza ajena en el mundo. Hay que quemarlos, entre otras cosas, porque además, los nuevos, ya no sirven ni para hacer camas para gatos ni peceras. Destruirlos en el zócalo o frente a Televisa o frente a Los Pinos.
No entienden los habitantes de la casa presidencial —o hasta puede que la actriz impuesta a cambio del regalo de otra casa sí lo entienda—, pero desde luego es claro que no entiende Peña que su inutilidad y sus cada vez más inmorales e infamantes decisiones hasta a los yanquis alucinan.
O tomamos como sociedad el derecho que tenemos a no comprar más en determinados negocios y el derecho a no usar más el maligno televisor como censor o no tardaremos mucho en hacer cola, todos, en tiempos electorales, en los bancos de alimentos de los Norbertos Rivera protectores de pederastas, para recibir, como limosna, las sobras de las hamburgueserías yanquis, como anuncia la también traidora Robles al servicio de Peña.
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