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Una visita enigmática
Luis Herrera-Lasso
Difícil adivinar cuál fue la esencia del diálogo privado entre los dos mandatarios, si es que la hubo. La visita fue corta y el programa incluyó solamente una comitiva del Ejecutivo. No hubo reunión en el Congreso ni con académicos, organizaciones sociales o periodistas, como se acostumbra en las visitas de Estado.
Si revisamos los encabezados de la prensa nacional al día siguiente de la visita, sorprende la disparidad de temas que ocuparon las ocho columnas: Preocupa a Obama el caso Ayotzinapa, destacó el Reforma; Refrendan Alianza, subrayó El Universal; Acuerdan Obama y Peña Nieto Pacto energético, encabezó La Jornada o EUA ofrece más ayuda antinarco, destacó Excélsior. Todo estaba en la agenda, que describió atinadamente Andrew Selee unos días antes en este diario, pero no hubo un sólo anuncio que acaparara la atención mediática. Expresiones cuidadosas y buenas intenciones, como corresponde a la rutina diplomática, cuando no hay nada importante que decir.
Al menos en lo que trascendió a la prensa, el presidente Peña no llevaba propuestas específicas. Felicitó a Obama por la decisión de restablecer relaciones con Cuba y por su audaz iniciativa en materia migratoria y ofreció el apoyo de México a ambos procesos en los que, al menos hasta ahora, México ha tenido poco o nada que ver. Obama felicitó a Peña Nieto por las reformas estructurales y reiteró su apoyo en la lucha contra el crimen, aunque insistió en que es un tema que corresponde resolver a los mexicanos. También reconoció la labor de México en el control de su frontera sur, tema en el que su interlocutor mexicano ofreció seguir trabajando. Sobre el mundo, salvo de Cuba, no se habló. La agenda bilateral contiene solo temas locales. Ni siquiera se mencionó a Canadá.
Es un hecho que ninguno de los dos presidentes la tiene fácil. El presidente Obama entra a su recta final desgastado por el avance de los republicanos, que le declararon la guerra desde su arribo a la Casa Blanca. La situación económica mejora, pero la política interna y el estado del mundo en poco le favorecen. Peña Nieto, al inicio del segundo tercio de su mandato, enfrenta una crisis de credibilidad que se refleja en un franco descenso de su popularidad. Su gobierno ha hecho pocos amigos, las cosas no han salido bien y la economía, columna vertebral de su proyecto, sufre día a día las improntas de las condiciones externas y de las vulnerabilidades internas. Todo ello enmarcado en un ambiente de inseguridad y corrupción que hoy acompaña a la marca México en el exterior.
En este contexto, la visita del presidente Peña a Washington nos dibuja a dos gobiernos con capacidad para administrar los temas que los separan, pero con bases endebles para construir en la lógica de un destino común. Cierto, ninguno de los dos países pasa por su mejor momento. Quizás sea por ello que no se percibe ninguna consecuencia significativa de esta visita para beneficio de México.
Correo: lherrera@coppan.com
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