La Jornada
México: Estado criminal, recolonizado...
Gilberto López y Rivas
Si México no es un Estado fallido (La Jornada,16/01/15), entonces: ¿qué tipo de Estado es? Si tomamos como muestras de análisis los más recientes casos de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas que tuvieron lugar en 2014 en Tlatlaya, estado de México, e Iguala, Guerrero, caracterizados ambos por configurar crímenes de Estado y lesa humanidad, en los que los tres poderes de la Unión y las autoridades de los tres niveles de gobierno, fuerzas armadas y cuerpos policiales están involucrados con diversos grados de responsabilidad y complicidad, por omisión o comisión, tanto en la ejecución de estos delitos como en su encubrimiento, podemos afirmar que en México no existe un estado de derecho. Impera lo que el jurista italiano Luigi Ferrajoli denomina criminalidad del poder.
Pero más grave aún es que la violación del estado de derecho, de la soberanía nacional y el orden constitucional proviene fundamentalmente de quienes juramentaron cumplir y hacer cumplir esa Constitución y las leyes que de ella emanen; de quienes tienen el control del aparato judicial para que prevalezca la impunidad de la corrupción generalizada, el enriquecimiento inexplicable y los reiterados crímenes de Estado; de quienes orientan al llamado "constituyente permanente" para reformar la Carta Magna en sus núcleos medulares en beneficio del interés privado y corporativo, y, en consecuencia, la han transgredido y violentado a tal grado que, de hecho, han quedado al margen de la misma; de quienes dentro del poder público se asocian con el crimen organizado y utilizan su aparato armado con fines represivos, al mismo tiempo que hacen uso sistemático de la violencia considerada legal contra el pueblo, sujeto esencial y originario de la soberanía nacional, acorde con el artículo 39 de esa Constitución. En suma, observamos que se impone, cada vez con mayor rigor, un estado de excepción e inconstitucionalidad que articula poderes fácticos delictivos con capacidad de decisión en la esfera pública, a una red represiva legal e ilegal, que van conformando los mecanismos de un Estado criminal.
La sentencia del Tribunal Permanente de los Pueblos –Capítulo México– es muy clara a este respecto: “Del conjunto de información recibida a los largo de los años de talleres, foros, preaudiencias y audiencias…, en la revisión de miles de documentos, en la presentación de miles de testimonios, surge un cuadro de situación que refleja la innegable responsabilidad del aparato estatal mexicano en todos sus niveles con los delitos y violaciones denunciadas y su absoluta colusión con los intereses del capital trasnacional, con las políticas de los Estados Unidos de América e incluso con el funcionamiento e intereses de numerosas organizaciones criminales, en lo que fuera caracterizado por la fiscalía de esta causa como un proceso dedesvío de poder. Se ha caracterizado este desvío de poder como una trasformación del aparato estatal que, a la vez que refuerza y actualiza una tremenda capacidad punitiva, abandona definitivamente toda preocupación por el bienestar de la población, utilizando el poder público para la consecución de intereses particulares, violando en dicho proceso todas y cada una de las conquistas históricas de los pueblos en su larga lucha”.
El camino para remontar esta emergencia nacional es el restablecimiento de la República (cosa-pública), la Constitución y la legalidad, en ejercicio pleno del artículo 39 de la Carta Magna.
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