La Jornada
Entrevistas presidenciales
Bernardo Bátiz V.
Enrique Peña Nieto y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se entrevistaron en enero de 2015; el general presidente Antonio López de Santa Anna se entrevistó en enero de 1837 con el mandatario estadunidense Andrew Jackson; se trata de la primera y de la última, hasta hoy, de las entrevistas entre los presidentes de estos vecinos de América del Norte.
Los historiadores consideran que la primera vez que los mandatarios de ambos países sostuvieron una entrevista, sucedió cuando Porfirio Díaz, en 1909, recibió al presidente William H. Taft en la aduana de Ciudad Juárez para tocar temas aún vigentes: tratado de aguas y riqueza petrolera. Esto es así porque Santa Anna, prisionero, fue desconocido por las desconcertadas autoridades mexicanas que, sin embargo, obedecieron sus órdenes de retroceder en Texas y dejar el campo libre a los colonos.
Las dos entrevistas a que me refiero, la de 1837 y la de 2015, tienen semejanzas que es necesario reconocer, a pesar del lapso entre ellas, de casi doscientos años; ambas fueron en la capital del poderoso vecino del norte y ambas ocurrieron en el helado mes de enero.
También, las dos fueron muestra del gran desequilibrio entre los protagonistas de las entrevistas, así como de la intención expansionista y habilidad de uno y el azoro y debilidad del otro. Los presidentes estadunidenses con todo el poder y los presidentes mexicanos en total desventaja.
Santa Anna llegó a Washington tras haber sido hecho prisionero por los texanos que lo derrotaron en San Jacinto, le perdonaron la vida y lo condujeron con grilletes para que no huyera, cargaba el peso de la derrota. Una sola batalla y el descuido de él mismo y de sus principales ayudantes fueron las causas del desastre ante fuerzas que ya habían perdido el control de casi todo el territorio en disputa y eran inferiores en número; Peña Nieto llegó a la capital del imperio con la pesada losa de una deuda externa desproporcionada, con la carga del desprestigio por la violencia y la impunidad que reina en nuestro país y tronándose los dedos por la baja del precio del petróleo que nos deja inermes, más inermes de lo que ya estábamos, frente a nuestros socios, que son a la vez competidores, acreedores y muy fuertes económica y militarmente.
Santa Anna había ya firmado, a raíz de su derrota, los Tratados de Velasco, en los que reconoció la separación de Texas de la federación mexicana y preparaba la incorporación de este rico y extenso territorio a la federación estadunidense. El presidente mexicano en 2015, se presenta con las reformas estructurales sobre petróleo y electricidad aprobadas y con las leyes secundarias, contratos y convenios suficientemente avanzados como para que nuestros hidrocarburos dejen de pertenecer a la nación mexicana y pasen a las grandes empresas y a los intereses extranjeros. En ambos casos nuestra soberanía ha sido vapuleada y en ambos casos las pérdidas del patrimonio nacional son muy cuantiosas.
Los historiadores consideran que la primera vez que los mandatarios de ambos países sostuvieron una entrevista, sucedió cuando Porfirio Díaz, en 1909, recibió al presidente William H. Taft en la aduana de Ciudad Juárez para tocar temas aún vigentes: tratado de aguas y riqueza petrolera. Esto es así porque Santa Anna, prisionero, fue desconocido por las desconcertadas autoridades mexicanas que, sin embargo, obedecieron sus órdenes de retroceder en Texas y dejar el campo libre a los colonos.
Las dos entrevistas a que me refiero, la de 1837 y la de 2015, tienen semejanzas que es necesario reconocer, a pesar del lapso entre ellas, de casi doscientos años; ambas fueron en la capital del poderoso vecino del norte y ambas ocurrieron en el helado mes de enero.
También, las dos fueron muestra del gran desequilibrio entre los protagonistas de las entrevistas, así como de la intención expansionista y habilidad de uno y el azoro y debilidad del otro. Los presidentes estadunidenses con todo el poder y los presidentes mexicanos en total desventaja.
Santa Anna llegó a Washington tras haber sido hecho prisionero por los texanos que lo derrotaron en San Jacinto, le perdonaron la vida y lo condujeron con grilletes para que no huyera, cargaba el peso de la derrota. Una sola batalla y el descuido de él mismo y de sus principales ayudantes fueron las causas del desastre ante fuerzas que ya habían perdido el control de casi todo el territorio en disputa y eran inferiores en número; Peña Nieto llegó a la capital del imperio con la pesada losa de una deuda externa desproporcionada, con la carga del desprestigio por la violencia y la impunidad que reina en nuestro país y tronándose los dedos por la baja del precio del petróleo que nos deja inermes, más inermes de lo que ya estábamos, frente a nuestros socios, que son a la vez competidores, acreedores y muy fuertes económica y militarmente.
Santa Anna había ya firmado, a raíz de su derrota, los Tratados de Velasco, en los que reconoció la separación de Texas de la federación mexicana y preparaba la incorporación de este rico y extenso territorio a la federación estadunidense. El presidente mexicano en 2015, se presenta con las reformas estructurales sobre petróleo y electricidad aprobadas y con las leyes secundarias, contratos y convenios suficientemente avanzados como para que nuestros hidrocarburos dejen de pertenecer a la nación mexicana y pasen a las grandes empresas y a los intereses extranjeros. En ambos casos nuestra soberanía ha sido vapuleada y en ambos casos las pérdidas del patrimonio nacional son muy cuantiosas.
Las llamadas reformas estructurales responden a la misma lógica injerencista, quieren nuestros vecinos que cada vez nos parezcamos más a ellos para que sea más fácil el control político y económico; en este año, como en el estado de Coahuila y Texas entonces, nos encontramos a punto de echar a andar los juicios orales, que no tienen otro objetivo que convertir nuestros procesos judiciales en réplica de lo que pasa del otro lado de la frontera, como sucedió con la imposición de horarios cambiantes, de la manera de esposar a los detenidos por la policía y de otras malas costumbres que paulatinamente se nos imponen consciente o inconscientemente.
Santa Anna era un soldado de fortuna, con buena apariencia, buen jinete, aventurero y desenfadado; cuentan las crónicas que cuando vio un mapa de lo que se perdió en el Tratado de Guadalupe Hidalgo con el que terminó la injusta guerra de 1847, en la que volvió a participar y volvió a ser derrotado, quedó asombrado por que no tenía idea de la geografía ni de la dimensión de lo que estaba en juego. Me temo mucho que los jóvenes que hoy gobiernan este país, que acompañaron al Presidente a la entrevista con Obama, no tienen todos una idea clara de lo que México pierde con las llamadas reformas estructurales y la cada vez más clara y exigente dependencia. Nuestro país es muy rico, tiene un pueblo heroico, trabajador y sacrificado, lo que le ha faltado es tener buenos gobernantes, patriotas y bien enterados de la historia y la geografía, que con apoyo popular y decisión, puedan defender dignidad, patrimonio y soberanía nacionales.
México, DF, 9 de enero de 2015.
jusbb3609@hotmail.com
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