Por Esto!
Derrotado
María Teresa Jardí
De niño y de adolescente Peña Nieto debió ser un ser soberbio y quizá sus fotos de ese tiempo lo dicen así. Pero las fotos desde su imposición televisiva como Ejecutivo Federal muestran a un individuo derrotado al que acompaña siempre la ira. La ira no siempre es derrota. Pero lo es en el caso de Peña. Y derrotado y lleno de ira exhiben a Peña Nieto las fotografías del reciente viaje a los Estados Unidos de Norteamérica.
Peña no debió hacer, por razones elementales de inteligencia, el último viaje al imperio yanqui, y si no podía negarse, ante la exigencia de su amo -así sucede con los traidores-, debió ir sólo acompañado del Secretario de Gobernación para la entrevista con Obama. Ir con Aurelio Nuño, mientras a Obama lo acompañaba la Secretaria de Seguridad, da buena cuenta del desprecio que debe despertar Peña en Obama. Más allá de la exhibición de la obscenidad que implica el llevar a un viaje así, de compras, a medio gabinete.
Sabiéndose exhibido como corrupto y abucheado por el destape que el caso Ayotzinapa significa ante el mundo, de que el asesinato se ha convertido en regla de funcionamiento del fallado Estado mexicano, le tendrían que haber buscado una enfermedad cualquiera para posponer lo que es una vergüenza más para el pueblo mexicano al que no representa Peña.
Peña Nieto es un gafe, como lo era su antecesor, y además está rodeado de enemigos. Rodeado de ladrones incapaces de entender, y por ende hacerle entender, que un gobernante incluso inteligente necesita asesores de tallas mayores. No se diga un mediocre llegado como producto televisivo que por decenas debía estar rodeado de la gente más brillante, o aunque fuera de unos cuantos, la mayoría no aceptaría, está claro, pero alguno debe quedar en el PRI al que la corrupción no haya convertido en un asno. Con perdón de los entrañables borricos que nos remiten a Platero. Acompañado de un mexicano capaz de suplir su ausencia total de criterio para obrar sin tropezar, una y otra vez, con la misma piedra.
Peña no debió ir al imperio yanqui a ponerse de rodillas y a salir retratado con cara de muermo, sabedores, Peña y Obama, de que fuera de donde se celebraba la reunión los dos pueblos se manifestaban llamándole asesino e invitándole a irse. ¿A dejar de gobernar? No. A irse: el grito es: “Fuera Peña”. No se puede demandar que deje de gobernar a quien no gobierna. Al incapaz de entender lo que significa para un gobernante, medianamente inteligente, no digamos ya para un estadista, lograr la mayor encomienda que un político puede alcanzar en su vida. Su cara de derrotado en las fotos de la prensa, al lado de Obama, quien tampoco la tiene de felicidad ante el encuentro con alguien que se respeta, lo dicen todo.
Lejos en el pasado está varada la memoria de un México con presidentes dignos. Esos hombres, como Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, que ante nadie se ponían de rodillas. De esos seres que entendieron la encomienda que recibieron y logrando el respaldo del pueblo se enfrentaron al imperio francés y al presidente del imperio yanqui como su iguales.
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