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Se salieron con la suya en Washington
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Obama expresó su interés en crear condiciones concretas para hacer de la línea fronteriza una zona más segura. Es claro que así como están las cosas es impensable alcanzar esa meta. Primero habría que construir una nueva sociedad en México, fincada en sólidas bases democráticas, lo que a la clase política estadounidense no le interesa en absoluto. Lo único que siempre le ha interesado, desde que se formaron las instituciones en la nación vecina, es expandir su territorio, y si eso no es fácil en una primera instancia, trabaja para lograrlo en el largo plazo, como así ha sucedido en los hechos, con México a punto de ser tragado por la voracidad expansionista de Estados Unidos.
Es incuestionable que muchos de los graves problemas nacionales se deben a la preeminencia de intereses oligárquicos sobre los del país, pero también lo es el problema en sí mismo que significa la vecindad con la potencia más depredadora que ha conocido la humanidad. Somos una nación “soberana” gracias a circunstancias ajenas a nuestra voluntad, con excepción del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, hasta que en Washington decidieron que México debía dejar de tener sueños de independencia económica, y rechazaron rotundamente la continuidad del proyecto cardenista, que antecedió por décadas la lucha liberadora de Salvador Allende en Chile.
El punto de vista de Obama con respecto a una frontera segura, se refiere tan sólo a sus intereses nacionales. Están dadas las condiciones para actuar como les convenga y en el momento que consideren oportuno hacerlo. Se salieron con la suya de formar una clase política afín totalmente a su ideología y forma de ver la vida. Son ya más de tres décadas de trabajo continuo y sistemático con ese objetivo, que vislumbró con asombrosa visión Richard Lansing, secretario de Estado en el gobierno de Woodrow Wilson: “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados Unidos… Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro harán lo que queremos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros”.
Vemos que esta cita del libro de Rafael Ruiz Harrell, El secuestro de William Jenkins, fue un vaticinio que acabó por cumplirse al paso del tiempo. En el año 2020 se cumplirá una centuria de que Lansing propuso una estrategia tan exitosa. Tuvieron mucha paciencia en la Casa Blanca en Washington, pero acabaron por hacer realidad el sueño de Lansing. Al paso de las décadas se fueron dando las condiciones objetivas para alcanzarlo, aunque pudo haberse frustrado si hubiera existido en México una izquierda organizada y con un proyecto firme de nación progresista. Con la notable excepción de Vicente Lombardo Toledano, quien tenía visión estratégica y quien por lo mismo fue tachado de oportunista, nunca hubo una izquierda consecuente. Ahora estamos pagando las consecuencias.
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