Por Esto!
El más imperdonable de los crímenes
María Teresa Jardí
Lorca decía que: “El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta”. Y para hacernos sentir que la esperanza está muerta los fascistas cometieron el más imperdonable de los crímenes: la desaparecieron, la ejecutaron, la masacraron, la asesinaron, le dieron el tiro de gracia...
Lorca decía que: “El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta”. Y para hacernos sentir que la esperanza está muerta los fascistas cometieron el más imperdonable de los crímenes: la desaparecieron, la ejecutaron, la masacraron, la asesinaron, le dieron el tiro de gracia...
Lorca lo decía para los suyos, para los otros, para los desiguales, para los que siempre estamos del lado de la mayoría.
Pero lo aprendieron y sobre todo aprehendieron los fascistas como suyo y se encargaron de aplicarlo de manera espeluznante en México como ejemplo de que asesinando la esperanza se puede hasta ejecutar al pueblo sin que pase nada. Claro que a la vez hicieron su trabajo bajando la educación al grado de que hoy llegan los jóvenes a las universidades sin entender lo que leen ni los que salen de la preparatoria de caras escuelas de pago. Mientras sus madres y padres se creen lo que la telebasura, enemiga del pueblo, desinformadora y exhibidora de la pornografía que les hace pensar a los que manejan el poder y a los hijos que disfrutan sin pizca de humanidad hacia el otro, del caro coche y la cara casa, comprados por el padre corrupto, que la trata para ellos está permitida y cualquier abuso contra mujeres y hombres y contra los menores está bendecido por cardenales que protegen y esconden a sus curas pederastas sin que ni siquiera un gran político como el Papa Francisco alcance a tener la fuerza para llevarse a los Norbertos Rivera.
El sentimiento que da la esperanza a los niños y a los jóvenes de que van a poder comerse a bocados el mundo se ha convertido en México en la desesperanza a lo largo de décadas de miseria sin aumento del salario que de tan mínimo ya ni con lupa se alcanza a ver.
A los pobres no se les ha dejado más que la aspiración de que el tener el dinero que exhiben los otros, los protegidos, los delincuentes que en los tres poderes anidan cobrando altísimos salarios por decir que sí cuando saben que tendrían que decir que no, es lo que hay que hacer para ser. A final de cuentas eso también lo enseña la televisión.
¿Para qué o por qué abrir un libro si para ser rico sólo hay que ser malvado y abusar del otro? ¿Que se corre el peligro de perder la vida? Aquí la vida se pierde porque sí, a la vuelta de cada esquina.
Y si te la quita un criminal del tamaño de Javier Duarte te convierten en adicto y hasta en vendedor de drogas o en lo que les dé la gana. Aquí quien comete el crimen no paga ni siquiera cuando el crimen estremece al mundo.
A través de dos fuentes del todo confiables —y de antemano les digo a los esperpénticos que no entienden que cuando se mama la ética la misma no se pierde por desempeñar de manera temporal un puesto de funcionario: que una de esas fuentes no es mi hijo Julián, con quien no coincido en la visión política, pero soy testigo y doy fe de que conserva la ética—, que el periodista asesinado en la Narvarte sólo había fumado un cigarrillo de mota y quiero suponer que los aborrecibles y bien pagados medios a modo le aumentaron lo de la cocaína en aras de culpabilizar a la víctima o que la fuente filtradora de la Procuraduría o de la policía le aumentó lo de la cocaína para cobrar mejor por la filtración.
Y no es que porque si hubiese inhalado cocaína fuera menos grave la ejecución de las cinco personas que claramente va camino de dejar impune el procurador de Mancera.
Y también sé que a los familiares de los asesinados los están presionando a pesar de vivir en el Distrito Federal.
Se ve que Mancera aún no ha entendido que proteger a Javier Duarte es su tumba. O, sí, y sólo aspira ya, con las esperpénticas obras que se siguen construyendo, a convertirse en el más rico del panteón. A final de cuentas en eso se convierten los corruptos que se sueñan inmortales: en los más ricos del cementerio.
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