Proceso
Populismo PRIista
JOHN M. ACKERMAN
Los populistas impulsan políticas irresponsables y engañosas que buscan el aplauso fácil en lugar de resolver los problemas de fondo. Este tipo de gobiernos se esconden tras discursos demagógicos a favor de la economía popular, pero en realidad son sistemas profundamente corruptos que facilitan una mayor concentración del poder político y económico en pocas manos.
Como coordinador de la fracción parlamentaria del PRI en la Cámara de Diputados, Beltrones ha sido uno de los principales arquitectos e impulsores del Pacto por México. Dicho pacto fue presentado con platillo y bombo a finales de 2012 como la llave mágica que resolvería todos nuestros problemas de un solo golpe. Siguiendo el típico guión populista, se nos recetaban una infinidad de spots televisivos que promovían todos los días la idea de que las reformas del régimen “moverían a México” y tendrían un impacto milagroso en el país. Recordemos, por ejemplo, los anuncios de la Presidencia de la República en que jóvenes mostraban recibos de luz y de gas donde se reducían los saldos de manera asombrosa impulsados por alguna fuerza oculta (véase:http://ow.ly/A3XOp).
Pero hoy queda claro a todos que el acuerdo impulsado por Beltrones y Peña Nieto en realidad debería llamarse Pacto contra México. Ello porque este esfuerzo de unidad política entre los mismos de siempre ha impuesto una serie de reformas –en las materias energética, laboral, educativa, de telecomunicaciones, fiscal y hacendaria– que consolidan al autoritarismo de Estado y lastiman profundamente a la economía popular.
Como resultado del Pacto, ahora hay más pobreza, represión y violencia, así como menos seguridad, libertad y bienestar. La cotización del dólar, el costo de la energía y los precios de la canasta básica se han disparado, mientras la estabilidad financiera y política se ha hecho añicos.
Los PRIistas veneran la memoria de Plutarco Elías Calles como su padre fundador. Una enorme estatua en su honor se encuentra en la entrada principal de la sede nacional del PRI, y su auditorio central lleva el nombre del general sonorense. De acuerdo con la leyenda, Calles supuestamente fue el responsable de unificar al país e institucionalizar las conquistas de la Revolución Mexicana. En su cuarto y último informe presidencial, en 1928, anunció que la inminente creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), antecedente del PRI, tendría el fin de “orientar definitivamente la vida política del país por rumbos de una verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez por todas, de la condición histórica del país de un hombre a la nación de instituciones y leyes”.
En realidad, este discurso fue una vil cortina de humo, pura demagogia para justificar el hecho de que Calles se mantuviera como el poder atrás del trono presidencial. El expresidente utilizaría el PNR para consolidar su influencia personal, informal y caciquil sobre la política nacional. Los siguientes tres presidentes –Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez– se subordinarían a la autoridad del Jefe Máximo. Es por ello que aquel periodo se llama el “Maximato”. Mientras, la política en México se volvería cada vez más conservadora, entreguista, corrupta y represiva.
Fue el general Lázaro Cárdenas del Río quien salvó temporalmente a la República Mexicana del populismo caciquil de Calles. Durante su sexenio, entre 1934 y 1940, el Estado mexicano se puso auténticamente al servicio de los más necesitados con un masivo reparto agrario, un apoyo decidido a los trabajadores y los indígenas, una profunda reforma de la educación pública, y una férrea defensa de la soberanía nacional frente a los abusos de las empresas petroleras internacionales. Con gran entrega y dedicación, Cárdenas realizaba constantes giras por todo el país para escuchar, conversar y ponerse al servicio de los ciudadanos más humildes del territorio. Y al final de su periodo gubernamental se negó rotundamente a fungir como el nuevo “Jefe Máximo” y se apartó claramente de la política nacional.
Si no hubiera sido por el giro cardenista, Calles se hubiera convertido rápidamente en el equivalente mexicano de líderes populistas como Juan Domingo Perón en Argentina o Getúlio Vargas en Brasil, quienes desarrollaban fuertes cultos a la personalidad y se eternizaban en el poder. Cuando Cárdenas finalmente tuvo que expulsar a Calles del país en 1936, encontraron al expresidente leyendo con gran admiración el libro autobiográfico de Adolfo Hitler, Mi lucha. Al principio de la Segunda Guerra Mundial, Perón fungió como secretario de Trabajo para el gobierno abiertamente fascista del general Pedro Ramírez. (Por cierto que en una de sus últimas entrevistas, con el sitio SinEmbargo, el fotoperiodista Rubén Espinosa comentó que el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, era un gran admirador del Generalísimo Francisco Franco. Dios los hace, y ellos se juntan.)
Como Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Calles, Beltrones también es originario del estado de Sonora. Carlos Salinas de Gortari, el “Jefe Máximo” de nuestros días, colocó a Beltrones como gobernador de Sonora en 1991. Desde entonces ha buscado resucitar el espíritu y el legado populista de Calles y los sonorenses. Y ahora, como flamante presidente del viejo partido de Estado, Beltrones tendrá la oportunidad de consolidar la veta populista del PRI.
Hace unas semanas, Enrique Peña Nieto lanzó una advertencia: “No podemos confiarnos. Hoy la sombra del populismo y la demagogia amenaza a las sociedades democráticas del mundo. En varias naciones, están surgiendo opciones políticas que, en su ambición de poder, prometen soluciones mágicas que en realidad terminan por empobrecer a las familias y restringir las libertades ciudadanas (…) México tiene que estar consciente de estos riesgos”. Tiene toda la razón el Señor Presidente (Jaime Rodríguez dixit) con los calcetines, y las ideas, al revés. Urge exorcizar de una vez por todas la sombra del populismo PRIista.
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Twitter: @JohnMAckerman
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