domingo, 23 de agosto de 2015

Creíble en una noche de borrachera priísta

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Señores y señores, abróchense el cinturón

Virgilio Andrade, Secretario de la Función Pública, dio ayer una larga conferencia con argumentos que no requerían, en realidad, de tanta explicación. La duda sobre las operaciones que llevaron al Presidente de México y a su Secretario de Hacienda a adquirir sus propiedades de constructoras que se han visto beneficiadas por ellos mismos, se mantendrán. Realmente la explicación de Andrade no importó. La duda se sembró desde el origen.

Es posible que, en un análisis detallado de la ley y los asegunes, la versión del funcionario público pueda caber o ser creíble en una noche de borrachera entre priístas. Quizá acomodando aquí y allá, sirviéndose de argumentos legales, esa argumentación ofrezca algo entre los familiares de algunos funcionarios del Gobierno federal que se quieran comprar la idea, pero la explicación movida por la ética y la simple razón no conducen a convencer ni al taxista ni a la señora de la esquina, ni al tendero que mañana resentirá el chipote de inflación, ni a esos millones en la pobreza, y mucho menos tendrá una lógica para los que entienden de leyes.

El Gobierno federal ha estado sometido a constantes dudas por el manejo de contratos y sobretodo por la riqueza acumulada en muy poco tiempo por un puñado de constructores que estuvieron con Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray en el Estado de México y que ahora aparecen en las grandes obras de su administración federal.

Hay cuestionamientos morales que no tiene respuesta en el tecnicismo de que los dos compraron casas exactamente en los pocos meses en los que no estuvieron empleados por algún gobierno.

En este caso suena, básicamente, a patrañas.

El nombramiento del subordinado de Videgaray para investigar a sus patrones era en mismo una garantía de que cualquier explicación sería lanzada a la basura por alguien con tres dedos de frente. Si a eso se le suma que Grupo Higa y OHL han ido de escándalo en escándalo por sospechas de corrupción, entonces pedir perdón suena absurdo. Antes de ofrecer cualquier disculpa, tanto Peña como Videgaray, debieron pensar que el Gobierno está sometido a muchas dudas y que la gente no acepta un paquete de tecnicismos porque sabe que en las letras chiquitas se esconde, en este país, casi siempre, la corrupción.

Nadie se sorprendió con la respuesta de Virgilio Andrade. Nadie se conmovió, por su puesto, nadie le creyó una palabra.

La turbulencia de la incredulidad se mantendrá.

Los analistas empiezan a culpar a esa falta de solvencia ética y moral por la crisis económica por la que pasa el país.

Señoras y señoresabróchense el cinturón. Seguiremos en zona de turbulencia.
(SINEMBARGO.MX)

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