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Córdova, “el gran jefe” sin vergüenza
Adela Navarro Bello
Dijo Lorenzo Córdova que la filtración de una llamada suya donde se burló, ridiculizó, denostó y agredió a la comunidad indígena mexicana fue con el objetivo de desgastar a la Institución, al Instituto Nacional Electoral. De ser así, su sola presencia en el INE y cuantimás su Presidencia en el Consejo, son, efectivamente, un desgaste para el órgano electoral mexicano.
Cualquier mexicano, con cargo público o sin él, debe ser respetuoso de sus pares, de los ciudadanos que nacimos, crecimos y habitamos este país. Ni en la Constitución ni en las regiones que se rigen por Leyes de Usos y Costumbres, hay mexicanos de primera o de segunda o de tercera. Todos a la luz de la Ley, de los Poderes que conforman el Estado Mexicano, somos iguales.
Burlarse de una persona por razón de raza, credo, ideología, educación, religión, preferencia sexual, género, estrato social, constituye un acto de intolerancia, y en el caso de las expresiones “desafortunadas”, cómo calificó Lorenzo Córdova a su forma de referirse a los indígenas y especialmente a los padres de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, su acción se puede tipificar, en razón de hacer comentarios en menoscabo de un grupo étnico, como un acto de racismo.
Córdova refiere a su interlocutor e incluso hace una imitación verbal, diciendo lo siguiente: “No mames cabrón, es que desde las dramáticas reuniones con los padres de Ayotzinapa hasta esto había un mundo. No voy a mentir, te voy a decir cómo hablaba ese cabrón: ‘Quiobo jefe gran nación chichimeca. Vengo Guanajuato. Yo decir a ti, o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones”. En su penosa recreación se expresa como un hombre prejuicioso, intolerante que con sus acciones quiere restarle dignidad y respeto a los mexicanos, especialmente aquellos que provienen de comunidades indígenas.
Es evidente que Córdova se erige en su mofa como el “Jefe Chichimeca” pues la conversación la remata incluso con la pesadumbre de su labor en la cual debe escuchar a todos sin distingo. Se escucha en la grabación: “Nada más le faltó decir: ‘yo gran jefe toro sentado. Líder chichimeca. No mames cabrón, no mames, no, no, no, de pánico cabrón, o acabamos de aquí divertido o acabamos en el siquiatra de aquí”.
Al psiquiatra quién sabe, pero a terapia sí debería acudir Córdova -si de verdad se siente arrepentido-, para intentar bajar sus humos, disminuir su soberbia, abonarle a la humildad, entender la equidad, comprender la igualdad y educarse de una vez por todas.
Después de su desazonada intervención donde ofreció “una franca disculpa” por sus comentarios “desafortunados y poco respetuosos”, Córdova no se sacó del discurso, de hecho lo recalcó en varias ocasiones, que la grabación era producto de “una conversación privada” “obtenida ilegalmente”, por lo cual había presentado una denuncia a la PGR, y justifica que eso lo hicieron —exhibirle en toda su humanidad de pensamiento- para desgastar al órgano electoral a pocas semanas de celebrar las elecciones federal.
Es lo más probable que el celular de Lorenzo Córdova sea pagado por el INE, y al igual que su sueldo y todas las prebendas que tiene gracias al erario y para “realizar” su labor, sea pagado con los dineros que aportan los mexicanos todos, lo mismo que el celular, el sueldo y demás beneficios de vivir del presupuesto de su interlocutor. Es decir, Córdova utiliza los recursos que la Nación le provee, para humillar “en privado” a los ciudadanos de esta Nación a los que le debe el cargo público que ostenta.
La doble moral de Córdoba –muy evidente en su discurso- indica que referirse de esa manera a un representante indígena, mientras sea en privado no hay problema. O sea, si nadie lo escucha, si quienes le pagan no lo oyen, ni disculpa ofrece. Y si por otro lado y como sucedió, la plática termina siendo escuchada por muchos mexicanos, entonces pide disculpas y se indigna por “la filtración” de una “llamada privada”.
A Córdova se le olvida –porque pareciera increíble que no esté consciente de ello- que en estos momentos de redes sociales, de alta tecnología, de herramientas digitales y celulares inteligentes, todas las acciones de los políticos, de los funcionarios, de empresarios, trabajadores y mexicanos comunes y corrientes, están expuestas a ser publicadas en la web y hacerse virales en un dos por tres.
Ahí tiene los casos de la plenaria de los diputados del PAN en Puerto Vallarta, cuando les video grabaron con un celular mientras se divertían bailando con desnudistas, o las llamadas que han sido filtradas que exhibieron a Emilio Gamboa Patrón, y al ex Gobernador de Puebla Mario Marín; o la de Vicente Fox del “Comes y te vas”, o la de Carlos Mendoza Davis —candidato del PAN al Gobierno de Baja California Sur- con funcionarios de gobierno metidos en campaña.
Hay tantos y tantos ejemplos de cuestiones privadas hechas públicas, que es increíble que los servidores públicos sigan pensando que sus acciones, sus pensamientos, su ideología, su idiosincrasia, conducta y patología, van a permanecer en privado, ocultas, tras un celular, una cámara de video o una cámara fotográfica.
Ciertamente la escucha y grabación de llamadas telefónicas constituye un delito, pero también es cierto que la PGR ni lo persigue adecuadamente ni lo investiga de manera correcta. De hecho y es sabido, el propio Gobierno Federal conspira para la grabación ilícita de llamadas telefónicas, la persecución de personas y el hackeo de computadoras.
Nada justifica el pensamiento y la actitud racista, intolerante y xenófoba de Lorenzo Córdova ni siquiera que se trate en efecto de una escucha ilegal de una plática privada entre dos funcionarios públicos con recursos de la Nación. Ni su “disculpa franca” es suficiente para eliminar su conducta prejuiciosa y burlesca. Nada.
Y antes que se queje, habrá de saberse que una vez en la voz pública el contenido de su intolerante “conversación privada”, la reproducción en los medios de comunicación, los tradicionales y los digitales, es parte del debate público que se genera ante la utilización de tiempo, recursos, y preparación dentro del presupuesto, para denostar a quienes se tiene que apoyar, fortalecer y preparar en razón de la partición política y electoral sin distingos ni privilegios, sino en igualdad.
Por donde le vean, el pensamiento de Córdova, manifiesto en una “conversación privada”, es políticamente incorrecto, inmoral, falto de profesionalismo, injustificable e inaceptable. Su figura, en efecto, es un desgaste no solo para el órgano electoral, sino para la clase política, los cargos “ciudadanos”, y las instituciones mexicanas. Si de dignidad se trata, Córdoba –o el “Gentleman del INE”- debería renunciar. Pero en México, a la fecha, no se tiene memoria el nombre de un solo funcionario público que haya renunciado por vergüenza. Mucho menos cuando existe un aparato de gobierno que lo cobija con la impunidad.
(SINEMBARGO.MX)
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