¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
“¡Agarren, pero repartan, no sean culeros!”
MEXICO, D.F. (apro).- Al instinto autoritario e inoperancia económica
de Enrique Peña Nieto en su primer año de gobierno, que se cumplió este
domingo 1, hay que añadirle otro rasgo inequívoco de su naturaleza
política: La corrupción.
No me refiero a él sólo como individuo
–aunque el oscuro origen de su patrimonio genera dudas legítimas sobre
su honorabilidad–, sino a la prioridad real que ha dado en su gobierno
al combate a una de las principales enfermedades que padece México y de
cuyo éxito, fracaso o indolencia depende nuestro futuro como nación.
Después
de dos gobiernos panistas que fabricaron millones de pobres y un puñado
de nuevos ricos, que se descararon en la incompetencia y el despilfarro
–que también son corrupción–, los mexicanos se encontraron con el
retorno al poder de quienes no predican honestidad porque no la
practican.
Aún así, ante evidencias de uso ilegal de abundantes
recursos para ganar las elecciones por la vía de la compra de votos a la
población más pobre y también a la más rica –los magnates, sus
operadores y portavoces, que le lavan la cara–, Peña ofreció un “Sistema
nacional contra la corrupción”.
Antes de su toma de posesión, en
noviembre de 2012, Peña presentó a través de los legisladores priistas
dos iniciativas en ese sentido y luego estas propuestas fueron
incorporadas en el Pacto por México, ese poder fáctico que ha
domesticado al PAN y al PRD.
Compromiso 85: “Se creará un sistema
nacional contra la corrupción que, mediante una reforma constitucional,
establezca una Comisión Nacional y comisiones estatales con facultades
de prevención, investigación, sanción administrativa y denuncia ante las
autoridades competentes por actos de corrupción. Se pondrá especial
énfasis en entidades como Pemex y CFE.
Y compromiso 86: “Se creará
un Consejo Nacional para la Ética Pública con la participación de
diversas autoridades del Estado mexicano y miembros de la sociedad civil
para dar seguimiento a las acciones concertadas contra la corrupción”.
A
un año de haber presentado las iniciativas y, más aún, de haberlas
retomado el Pacto por México, esa promesa de Peña y de sus aliados del
PAN y del PRD ha quedado como una entelequia.
Es obvio: Se trató
de una simulación, ya no sólo de Peña sino de sus socios y cómplices
panistas y perredistas que, en tanto políticos, no son de fiar para la
mayoría de los mexicanos.
Según el Índice de Percepción de
Corrupción elaborado por Transparencia Internacional, dado a conocer en
julio, 7 de cada 10 personas considera que las instituciones políticas
en México han aumentado su nivel de corrupción, cifra que supera el
promedio mundial de poco más de 5 de cada 10 personas con esta
percepción.
Si bien el 72 por ciento de los mexicanos encuestados
considera inefectivas las acciones que el gobierno ha empleado para
combatir la corrupción, la encuesta revela que, a nivel del Continente
Americano, son nosotros –sólo detrás de los bolivianos– los que más
sobornos pagamos: uno de cada tres.
En un país donde también tiene
plena vigencia la impunidad, la corrupción se socializa como doctrina
para el saqueo que describió, con gran capacidad didáctica, Elisa Ayón
Hernández, regidora del ayuntamiento de Guadalajara y secretaria general
del PRI municipal: “¡Agarremos lo que tengamos que agarrar, (pero)
repártanlo, no sean culeros!”
Apuntes
¿Y el encarcelamiento
de Elba Esther Gordillo? Eso no fue una acción de combate contra la
corrupción, sino un ajuste de cuentas entre mafiosos…
Comentarios vía Twitter: @alvaro_delgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario