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Por Esto!
La tolerancia tiene límites
Guillermo Fabela Quiñones
Sobre
aviso no hay engaño: “la tolerancia tiene límites”. Así amenazó el
secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, en la ceremonia
conmemorativa del 198 aniversario luctuoso del prócer de la
Independencia, José María Morelos y Pavón. Tales palabras encierran la
frustración de una camarilla gobernante que se topó con una oposición
inesperada a sus designios depredadores. Se equivocaron al calcular que
la mayoría de la sociedad, tan manipulada por la televisión y la radio y
tan conformista luego de varios siglos de enajenación ideológica,
estaba lista para aceptar sin chistar un golpe al corazón de la patria
como el que acaban de dar.
En efecto, la tolerancia tiene límites. Así lo han demostrado los
integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE), hartos de tanto abuso a sus garantías individuales, a su
condición de profesionales de una labor fundamental para la sociedad a
quienes jamás se toma en cuenta, a su pérdida constante de nivel de vida
y de posibilidades de mejoramiento social. Aun cuando hay todavía
quienes se dejan embaucar con el “argumento” de que se trata de simples
agitadores, lo cierto es que cada día hay más comprensión en el país
sobre los alcances de la lucha del magisterio disidente, contrario a la
simulación criminal que existe en la política educativa oficial.
La tolerancia del pueblo tiene límites, es lo que debería preocupar al
grupo en el poder, luego de varias décadas de abusos interminables, no
estar planeando cómo seguir humillando a las clases más desfavorecidas,
que ya son la inmensa mayoría. Sin embargo, eso no está contemplado en
su “proyecto” de gobierno, en cuanto que este sexenio es el de la
consolidación del modelo fascista iniciado hace treinta años, a fin de
facilitar la anexión del país a los intereses estratégicos de Estados
Unidos, y de paso beneficiar a la oligarquía en su calidad de “socios”
de los inversionistas extranjeros.
El titular de Gobernación se mostraba realmente indignado al hacer su
inquietante amenaza, demostrativa del enojo del grupo en el poder, al
darse cuenta de la oposición de amplias fuerzas políticas a su política
entreguista. Con todo, más preocupado debería estar por las
consecuencias del modelo seguido hace tres décadas a instancias de
intereses extranjeros, pues en ese lapso se consiguió revertir todo lo
ganado en más de cinco décadas luego de la expropiación petrolera, el
acto emancipador que nos permitió a los mexicanos colocarnos a la
vanguardia en América Latina. Hoy, estamos en el vagón de cola del tren
latinoamericano, con las menores tasas de crecimiento en la región y los
salarios mínimos más bajos.
Aun así, Osorio Chong no tiene empacho alguno en amenazar a quienes osan
alzar la voz para clamar mejores salarios, a quienes insisten en
defender la razón histórica del pueblo mexicano al oponerse a designios
opresivos. Y pone, como ejemplo de “valentía”, la extrema muestra de
debilidad de Enrique Peña Nieto ante las presiones de la Casa Blanca
para entregar nuestros recursos energéticos. Un acto valeroso hubiera
sido oponerse con firmeza a las ambiciones desaforadas de la súper
potencia, como en su tiempo lo hizo el generalísimo Morelos al enfrentar
con plenas convicciones y desinterés al imperio español.
Porque, finalmente, lo que reclama el pueblo es nada más y nada menos
que la justicia a la que tiene legítimo derecho, no está pidiendo nada
fuera del marco constitucional, como sí lo hace la oligarquía en servil
actitud frente a sus “socios” extranjeros. Un acto de valentía hubiera
sido que Peña Nieto enfrentara, junto al pueblo, los embates
reaccionarios de la minoría privilegiada tendientes a fortalecer tan
sólo privilegios indebidos, como así ha venido sucediendo desde hace
muchos años, a partir de que finalizó la Segunda Guerra Mundial y
Estados Unidos emergió como la principal potencia del planeta.
Lo que está haciendo la actual “administración”, no es más que proseguir
un proceso entreguista que se aceleró gravemente con el golpe de Estado
que dio la tecnocracia al servicio de Washington en 1982. Por eso el
PRI compró literalmente la Presidencia para Peña Nieto, gracias no sólo a
su discrecional manejo de recursos en la campaña, sino a los resultados
negativos para la sociedad que ha tenido la despolitización y
deseducación de las masas, sólo vistos en regímenes autoritarios.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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