Imagen del spot “Cárdenas Palabra por Palabra”. Fuente: Youtube
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¡¡Exijamos lo Imposible!! Homozapping
La Blitzkrieg petrolera de Peña Nieto, el control de los medios
Jenaro Villamil
Inundaron con planas compradas a los
periódicos para promover mentiras obvias: que la reforma energética
provocará la disminución de las tarifas de gas y de luz; que las
reformas constitucionales que abren la inversión generarán más empleo.
Pagaron cientos de millones de pesos en producir spots televisivos con las mismas frases. La producción al estilo Ana María Olabuenaga (Soy Totalmente Palacio) se convirtió no sólo bombardeo propagandístico sino en una nada velada censura a quienes cuestionan. Si no sabes, “infórmate”.
La Blitzkrieg o
“guerra relámpago” del gobierno de Enrique Peña Nieto sólo se explica
por las prisas y las ganas de cumplirle a sus promotores de las grandes
financiadoras, medios internacionales y compañías petroleras.
Es el aplastamiento de cualquier intento
de deliberación, crítica o de duda. Hay que creer en lo que dicen
porque es una verdad propagandística que constituyen siempre las peores
mentiras.
Todos los mexicanos sabemos que el
exceso de propaganda gubernamental encubre siempre un engaño. Los
mexicanos no creen en la publicidad oficial porque hay décadas de
aprendizaje. Leemos al revés los mensajes: si nos anuncian disminución
de tarifas, seguramente pagaremos más por la energía eléctrica y el gas.
Si esto es así, y cualquier mercadólogo
político lo sabe, ¿por qué este diluvio de anuncios y de frases de
“desplazamiento publicitario” en los programas de espectáculos, en los talk shows y hasta en telenovelas para promover una reforma energética que no le fue consultada a nadie?
El que Paga Manda
La Blitzkrieg peñista tiene un objetivo muy concreto: controlar vía el flujo publicitario a los medios electrónicos, impresos o digitales.
Mantuvieron en el ayuno de los convenios
de publicidad a cientos de medios impresos bajo el pretexto de la
“curva de aprendizaje” del primer año. Fue una técnica tan mañosa como
priista para atenazar a los medios con el dinero público destinado la
publicidad oficial (es decir, recursos de todos los mexicanos para
promoción de las campañas a costa de que “se porten bien”).
Reforma, el rotativo más importante de la capital del país, cambió
su línea editorial bajo el pretexto de un nuevo diseño, pero, en
realidad, se convirtió en un periódico sin dientes. Dejó de cuestionar o
de indagar en su información. Y era el medio impreso que más les
preocupaba.
La Jornada, al igual que Reforma y otros periódicos, fue
inundada con carretadas de desplegados a página entera. No disminuyó su
enfoque crítico, pero tampoco privilegió ni fue más allá de lo que
todos los medios ya habían cubierto previamente.
El Universal de tiempo atrás se
dedica a reproducir las versiones oficiales y si bien realiza una
cobertura informativa correcta, evade cualquier cuestionamiento de
fondo.
La mayoría de los otros medios impresos sirvieron de acompañamiento propagandístico: desde las cadenas Milenio, El Sol de México hasta periódicos cuyos propietarios son claramente contratistas de Pemex, como La Razón, del empresario tamaulipeco Ramiro Garza Cantú, contratista en la perforación de yacimientos en aguas profundas.
Nuevo Excélsior, como Milenio, con
canales de noticias en televisión restringida simplemente siguió el
guión dictado por la línea oficial. Algunas entrevistas críticas, como
la realizada al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, pero más del 90 por
ciento de la información, el análisis y las crónicas favorables a un
proceso legislativo plagado de opacidad.
En la televisión abierta todos sabemos
lo que ocurrió. Fue más importante el cobalto 60 –curioso “distractor”
promovido en los noticiarios estelares de Televisa y TV Azteca- en los
momentos más álgidos de la discusión en el Senado. Y cuando la reforma
constitucional pasó a la Cámara de Diputados, se privilegió lo
anécdotico y lo grotesco de la rebelión perredista por encima del fondo.
“Son tácticas dilatorias”, editorializó
una y otra vez Joaquín López Dóriga, criticando a los opositores que
fueron los únicos que argumentaron porque los promotores de la reforma
jamás nos explicaron los detalles de cada uno de los artículos
reformados y menos de los transitorios.
No es ninguna casualidad lo sucedido en
las televisoras. Ambas tienen fuertes intereses en el sector energético.
El Consejo de Administración de Grupo Televisa es presidido por el ex
secretario de Hacienda, Pedro Aspe, tutor político e intelectual de esta
reforma, consultor de poderosos fondos de inversión vinculados a la
energía y los hidrocarburos desde Evercore Partners. Y TV Azteca recibió
el regalo de una Agencia, promovida por la hija de Ricardo Salinas
Pliego, la senadora Ninfa Salinas, del Partido Verde.
A nadie pareció alterar o molestar este obvio conflicto de intereses.
Y los medios digitales financiados por Carlos Slim, otro poderoso contratista de Pemex, tampoco fueron más allá.
Las estaciones de radio fueron un coro
perfectamente sincronizado a favor de la reforma, salvo notables
excepciones que confirmaron la regla prevaleciente en el cuadrante de la
era peñista: quienes se salgan del “guión” serán marginados.
Algo similar ocurrió con revistas y semanarios de información. Salvo Proceso, Contralínea o Emequis, el
coro circundante de más de 100 publicaciones de este tipo se dedicaron a
las alabanzas o a la promoción del gobernador de Chiapas, Manuel
Velasco, como el caso grosero de la revista Cambio, de los mismos propietarios de Grupo Capital, los Maccise del Estado de México.
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