Homozapping
Pemex: ‘Te usé, te gasté, te tiré”. Entrevista con Dulce María Sauri
(Segunda Parte)
Jenaro Villamil
texto original aparecido en la edición 1938 del semanario Proceso. Consulta la primera parte aquí.
“Alta vulnerabilidad” del Estado
Economista de formación, perteneciente a la generación de políticos que se crearon en la Secretaría de Programación y Presupuesto en los tiempos de Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas de Gortari, Dulce María también observa que las reformas consistieron en un “complicado trabajo de orfebrería jurídica, para no cambiar, cambiando todo”, sobre todo, en materia de rectoría económica del Estado.
“Desde 1983, se estableció en la
Constitución la distinción entre áreas estratégicas con funciones
exclusivas al Estado y las áreas prioritarias de la economía, donde sólo
ejerce su rectoría. La reforma constitucional reciente deja como áreas
estratégicas al correo, telégrafo y radiotelegrafía. Salvo por la
generación de energía nuclear, reservada en exclusiva al Estado, las
otras son restos simbólicos de un sistema de comunicaciones que
corresponde al siglo pasado. Tal parece que lo viejo y obsoleto, eso sí,
a cargo del Estado, concebido como una especie de custodio de
obsolescencias tecnológicas”.
-¿Qué consecuencias tendrá para el modelo de Estado los cambios recientes?
-El modelo constitucional de rectoría
del Estado y su obligación de planear, conducir, coordinar y orientar la
actividad económica, se mantiene. El problema estriba en que esta
reforma limita las capacidad del propio Estado para cumplir su cometido.
Al abrir plenamente la puerta a los intereses trasnacionales en los
hidrocarburos y eliminar las salvaguardas legales, el propio Estado
mexicano se coloca en posición de alta vulnerabilidad. En lenguaje
llano: si las cosas no funcionan como se prevé, no habrá manera de
revertir la situación. No hay red de seguridad que atempere o suavice
una caída.
-¿Qué efectos puede tener en el terreno político-partidista y en el escenario político un Estado así?
-Observo un Estado en pleno tránsito del
modelo que rigió las relaciones políticas durante más de setenta años, a
uno nuevo, en que el Estado no sólo es más pequeño sino más débil
frente a los poderes fácticos que se imponen mediante la corrupción y el
amedrentamiento. En este marco se realizan los cambios en materia
energética.
La Desmovilización Social.
-Hay una discusión intensa sobre la
falta de participación social frente a esta reforma, considerada la más
importante en 75 años. ¿A qué atribuye esta falta de interés? ¿Qué tan
responsable es la propia izquierda política?
-A diferencia del precio del boleto del
Metro o del incremento de las gasolinas, la reforma energética no afecta
en lo inmediato la vida de las familias. La mayoría de los mexicanos
están demasiado preocupados por su supervivencia cotidiana como para
tomar las calles.
“Tal vez si se hubieran enterado de la
pretensión de eliminar los subsidios a las gasolinas, la electricidad y
el gas (Transitorio 11) hubieran protestado. Pero, afortunadamente, los
ajustes de última hora desaparecieron la peligrosa disposición. Sin
embargo, el tema de los subsidios gubernamentales a los precios de los
energéticos está muy poco explicado.
“Tal vez la izquierda opositora a la
reforma energética no supo transmitir un mensaje que vinculara la
reforma con las preocupaciones y carencias cotidianas de la gente.
-¿Por qué se trata de una “apuesta muy alta” esta aprobación? ¿Qué consecuencias tendrá?
-Se ha vendido la reforma energética
como una panacea que sacará a la economía mexicana de su postración. Así
lo señala machaconamente la publicidad que invade en estos días los
medios. La expectativa gubernamental descansa en que a partir de la
aprobación de la reforma vendrá una riada de inversión extranjera,
atraída no sólo por las posibilidades del sector energético, sino por la
percepción de la existencia de un gobierno capaz de lograr sus
propósitos. Las preguntas que rondan son del tipo de si será suficiente
incentivo la reforma aprobada o si habrá un mayor apetito del capital
trasnacional que exija aún más; si las condiciones internacionales harán
factible el arribo de capitales del exterior o si, una vez más, habrán
pocos resultados, tal como sucedió con la reforma laboral.
“NO dudo en calificar de ‘apuesta alta’ a
esta combinación de expectativas gubernamentales y promesas a la
población de bajar sus recibos de luz. Una cosa es fracasar en la
creación de miles (o millones) de empleos prometidos si se aprobaba la
reforma laboral, y otra es comprometer el descenso de los precios de la
electricidad, algo que cada mes podrán constatar si se cumple o no,
familias y empresarios en todo el país.
“Podrían mejorar los indicadores de inversión extranjera directa; podría incrementar el número de empleos y crecer el PIB a la ansiada tasa 4 por ciento anual, pero si no se sienten los supuestos efectos benéficos en el bolsillo de los mexicanos vía gasolina y electricidad más barata, la frustración social podría revertir cualquier resultado positivo en la macroeconomía, si éste llegara a darse.
“Por cierto, la reforma no dio siquiera
para la ilusión de fomentar a la industria mexicana a través del
petróleo, al menos en el papel. Ni con el pétalo de una rosa se quiso
perturbar a las trasnacionales con alguna exigencia incómoda”.
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