¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Echar por tierra la canallesca privatización
Gilberto Balam Pereira
Urge la Consulta Popular
Los 353 diputados que atrozmente aprobaron la reforma privatizadora del
petróleo no pueden tener mayor fortaleza que unos 55 millones de
mexicanos mayores de 18 años que podrían reventar y echar por los suelos
el decreto privatizador reciente. Y que no nos salgan los prianistas
que “esos diputadillos son sus representantes”, porque ni representan a
nadie y menos son “populares” después de la vergonzosa y oprobiosa
compra de votos que pervertidamente ejecutaron en las elecciones del
2012. Sí, compraron malévolamente la presidencia para Peña y las curules
para sus títeres grillos. Regresó entonces el dinosáurico carro
completo, del que tanto se ufanó por ocho décadas el PRI siniestro y
autoritario, dictatorial y represor.
Esos 55 millones de mexicanos adultos tienen todo el derecho de
enjuiciar, desconocer y sustituir a un gobierno nacional que incurre en
el oprobioso delito de vender la Patria a nacionales y extranjeros.
Sobre todo cuando no han sido consultados esos mexicanos para aprobar
una decisión tan trascendente como es la privatización de los recursos
naturales, patrimonio de la población. El hartazgo de intolerancia hacia
sus gobiernos ha conducido a los mexicanos a realizar una consulta
popular que objetive y legitime con su voto, mediante la lluvia de
firmas, el rechazo a la denigrante actitud mercenaria de los
vendepatrias privatizadores. Tenemos a favor el derecho humano y legal
para emprender, cuanto antes, la lucha contra la privatización. La
captación de firmas comenzó desde antes del decreto oficial de la rapiña
peñista, en virtud de que desde el 9 de agosto de 2012 fue publicado,
en el Diario Oficial de la Federación, el decreto por el que se adicionó
una fracción 7 al artículo 35 instaurando el derecho de los ciudadanos
para votar en las consultas populares, respecto a temáticas de
trascendencia nacional.
Es necesario resaltar que la votación de los diputados ese martes 10
pasado, en torno a la ley de Consulta Popular, estableció que podrán
realizarse consultas ciudadanas vinculatorias si cuentan al menos, con
el apoyo del 2 % de la listan de electorales. Lo tenemos y más. Por fin,
el martes 10, la Cámara de Diputados aprobó la ley de Consulta Popular.
Mientras tanto, en unos escasos seis días de echarse la pelota, el
Congreso de la Unión decidió la bochornosa votación por la enajenación
del petróleo, sin parar en mientes (sin meditar ni recapacitar, sin
cuidado ni atención sobre algún asunto) en las bárbaras contradicciones,
incoherentes e incompletas adiciones agregadas improvisadamente a los
artículos de la reforma en cuestión. Los prianistas tenían prisa en su
consumación porque, además, presumen de “guadalupanos”. La aprobación
fue el 12 de diciembre, igual a la fecha del acuerdo del saqueo que ha
representado para el país el rescate bancario del Fobaproa (1998).
Entonces un grupos de actores, artistas, intelectuales, trabajadores de
la cultura y otros sectores de ciudadanos, organizaron el colectivo “El
Grito más Fuerte”, cuyo objetivo principal es luchar por que se lleve al
cabo la Consulta Popular que revierta la aprobación de unas decenas de
ciudadanos de la clase política por la privatización. Los logros de esta
iniciativa están muy avanzados. www.elgritomasfuerte.mx
Permítanme mis estimados pasarles algunos nombres inscritos en esta
lucha popular, porque éstos sí son verdaderos representantes populares;
por orden alfabético: Demián Alcázar, Irene Azuela, Sergio Arau, Héctor
Bonilla, Demián Bichir, Alvaro Cueva, Eugenio Derbez, Julieta Egurrola,
Gael García Bernal, Edith González, Rafael Inclán, Diego Luna, Bárbara
Mori, Jesús Ochoa, Arcelia Ramírez, Cecilia Suárez y muchísimos más que
se están inscribiendo. Están organizando conciertos de rock, videos,
volantes informativos (tan necesarios), etc. En el interior del país
tienen varios puntos a donde mandan formatos para firmar. Esta
iniciativa de “El Grito más Fuerte” es independiente de todo partido
político u organización facciosa.
La inicua opresión y la miseria brutal de los pueblos merecen una
intensa y vigorosa defensa de sus derechos humanos perennemente
traicionados por vendepatrias y ladronzuelos de toda calaña,
responsables de trapacerías y todo tipo de canalladas. Se han ganado un
lugar en la historia todos ellos.
Algunos analistas y comentaristas disienten en algunos puntos.
Por ejemplo, Jesús Cantú opina que la Consulta Popular es ¡urgente!
Considera que “ la villana reforma energética ha dado una buena
oportunidad a la izquierda en un momento de lamentable debilidad”.
Además, digo, las recientes encuestas de opinión pública han evidenciado el rechazo generalizado de las iniciativas peñistas.
Por su parte, John M. Ackerman considera que a Peña no le importa la
opinión popular, sólo le interesa el acumular sus propias fortunas y las
de su grupo. Una vez publicada la aprobación de la reforma peñista en
el Diario Oficial de la Federación, se olvidará igual que su partido, el
PRI, de su falsa fachada de mesura y pluralidad política de las que
siempre han hecho gala. Ackerman cree que “los que sostienen la idea de
la Consulta Popular se engañan a sí mismos o engañan al pueblo porque…
ahí estarán como candados de la consulta el IFE y la SCJN”.
En efecto, digo yo ahora, son estas instancias como espejismos de mala
entraña, alcahuetes, serviles y títeres de los gobiernos en turno. Como
también lo es la CNDH. Y vaya uno a saber con qué tantas faramallas
burlescas desvirtuarían los resultados de la Consulta. Son auténticos
expertos en sus genuflexiones ante el poder. Lo que no significa que
cedamos en nuestra lucha popular para tirar el Decreto de los
mercachifles prianistas. Porque… el artículo 39 Constitucional señala
que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el
pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para
beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable
derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
Hagamos valer nuestros derechos –digo– y defendamos nuestra Carta Magna,
hoy pisoteada por los traidores a la Patria. Y porque, además… ¡aquí
nadie se rinde!
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