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¿Y la “seguridad energética nacional”?
Ricardo Monreal Avila
La
reforma energética aprobada de prisa, sobre las rodillas y al vapor
hace unos días por el PRI, PAN y PVEM, así como la mayoría de los
congresos locales, no está diseñada para la independencia ni para la
revolución energética de México, sino para ahondar su dependencia y su
condición de maquilador y exportador de energéticos.
Lo vamos a demostrar de una manera muy sencilla. En las casi siete mil
palabras que contiene la iniciativa, no se menciona una sola vez el
término clave que utiliza cualquier política energética independiente y
soberana: seguridad energética nacional.
Los 10 conceptos que más se mencionan son: contratación, asignación,
producción, propiedad, particulares, exploración, extracción, subsuelo,
fondo y fideicomiso.
Esto nos evidencia que la iniciativa está diseñada con una visión de
mercaderes, comerciantes y abogados corporativos, no con la perspectiva
de un estratega, de un estadista o de un líder nacional. Es una
iniciativa pensada en cómo hacer del petróleo un buen negocio privado, y
no en cómo hacer del petróleo una buena oportunidad para el desarrollo
nacional.
A estos atracadores del patrimonio nacional se les olvidó que la
“seguridad estratégica nacional” es el concepto clave de la política
energética de Estados Unidos, Canadá, Rusia, Arabia Saudita, Brasil,
Argentina y todos los países productores de petróleo.
La seguridad energética es el menos global de los criterios petroleros
contemporáneos y es lo que los señores del PRIAN abandonaron a su
suerte, y con ello ha quedado en vulnerabilidad máxima la soberanía
nacional.
Seguridad energética nacional es el criterio con el que Estados Unidos y
Canadá están reconfigurando sus economías domésticas para conservar una
posición hegemónica en el nuevo orden económico mundial multipolar.
Seguridad energética nacional es el detonador con el que China e India están creciendo a tasas superiores al 8 % anual.
Seguridad energética nacional es lo primero que apuntalan las potencias
petroleras en sus estrategias de apertura, asociación y expansión. Desde
Arabia Saudita hasta Brasil.
Seguridad energética nacional es lo que argumentó Argentina, el año
pasado, para revocar a Repsol las concesiones petroleras, porque no
cumplió ninguno de los requisitos de ley; es decir, no cumplió su
programa de inversiones, no pagó los impuestos que debía, no le cumplió a
los trabajadores argentinos las obligaciones contractuales y dejaba un
desastre ecológico en las áreas de explotación.
¿Así o más contundente?
Seguridad energética nacional es lo menos que trae la reciente reforma privatizadora del petróleo y la energía eléctrica.
Lo que a esta reforma preocupa y ocupa es extraer lo más rápido posible
el petróleo y el gas del subsuelo, y monetarizarlo. Es decir, venderlo
al mejor postor, y que el fisco reciba algunos pesos por ello.
No les preocupa transformarlo ni agregarle valor a través de su
transformación en productos petroquímicos o en insumos básicos para la
industria nacional.
Con esta visión de extraer y vender el mayor crudo y gas posibles en el
menor tiempo probable, se está contribuyendo a la seguridad energética
de otras naciones, y en contrapartida se está condenando al
neocolonialismo y al subdesarrollo a la nación mexicana.
Esta reforma no va a revolucionar los hidrocarburos en el país, en
cambio sí va a revolucionar la doctrina constitucional: los
hidrocarburos ya no serán de la nación que los posee bajo la forma de
propiedad original, sino de la trasnacional que los trabaje bajo la
forma de licencias petroleras.
Otro ejemplo de cómo esta iniciativa ha descuidado la seguridad
energética nacional es la forma como deja abierta la puerta a la
judicialización internacional de las controversias petroleras. No hay
una sola línea para prevenir que las controversias internacionales por
la exploración y extracción de hidrocarburos de la Nación se resuelvan
de manera preeminente conforme al derecho, los tribunales y la
jurisprudencia nacional.
La cláusula Calvo quedó totalmente desplazada. Se las recuerdo:
“Solamente los mexicanos por nacimiento o por naturalización y las
sociedades mexicanas tienen derecho para adquirir el dominio de las
tierras, aguas y sus accesiones o para obtener concesiones de
explotación de minas o aguas. El Estado podrá conceder el mismo derecho a
los extranjeros, siempre que convengan ante la Secretaría de Relaciones
Exteriores en considerarse como nacionales respecto de dichos bienes y
en no invocar por lo mismo la protección de sus gobiernos por lo que se
refiere a aquéllos; bajo la pena, en caso de faltar al convenio, de
perder en beneficio de la Nación, los bienes que hubieran adquirido en
virtud del mismo”.
Conforme a esta doctrina legal aplicable en México y en casi toda
Latinoamérica, son cinco los puntos que deben incorporarse al celebrarse
un contrato con personas físicas o morales de nacionalidad extranjera:
1) someterse a la jurisdicción legal local; 2) en caso de controversia,
aplicación de la legislación local; 3) someterse a los acuerdos
contractuales locales; 4) renunciar a solicitar la protección
diplomática de su gobierno; 5) pérdida de los bienes adquiridos en caso
de incumplimiento del convenio.
La excepción a la incorporación y aplicación de la cláusula Calvo es en
el caso de los acuerdos e intercambios mercantiles al amparo del Tratado
de Libre Comercio. Al renunciar a la aplicación de la misma en la
reforma constitucional del 27, los hidrocarburos se estarían
incorporando de facto a los lineamientos del TLC en cualquiera de las
modalidades de contrato o asignaciones que se realicen con compañías
extranjeras, especialmente norteamericanas. Sin la cláusula Calvo, las
controversias petroleras deberán resolverse en paneles y tribunales
internacionales de ahora en adelante, dejando en desventaja a la
representación nacional.
Por supuesto que jamás una Legislatura entreguista y vendepatrias será
capaz de incluir una cláusula de preeminencia y prioridad de la
Constitución mexicana sobre las controversias internacionales
petroleras, porque eso sería romper con el espíritu globalizador de los
tratados comerciales internacionales, especialmente del Tratado de Libre
Comercio, y también porque el siguiente paso será precisamente ese: que
el petróleo mexicano se rija como una materia prima más de las que se
comercian en América del Norte, Europa o Asia, a nivel de los jitomates,
los plátanos y los cacahuates.
Esta reforma se dice inspirada en los tiempos económicos modernos, donde
la clave es garantizar energía abundante y barata. El objetivo, se
dice, es integrar a México a la nueva Arabia Saudita del siglo XXI. Es
el nuevo cuento privatizador de las Mil y una Noches Mexicanas, que
generalmente termina en la pesadilla de Alibabá y los 40 ladrones.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala
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