¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
La Consulta y la República
Porfirio Muñoz Ledo
Tras
los cantos victoriosos y los denuestos que acompañaron la aprobación de
la reforma energética pareciera que amanecimos en un país distinto al
que habíamos conocido. Se han roto paradigmas profundamente anclados en
la conciencia nacional. No es “sólo un cambio en la estructura de la
propiedad de los hidrocarburos sino un cambio en la estructura del
Estado”. Se ha quebrantado el pacto social que es la esencia misma de
una Constitución, por medio de apresurados actos legislativos-federales y
locales que conforman el llamado “Constituyente permanente” el cual
carece de facultades para modificar los principios fundamentales de la
Carta que le dio origen.
El gobierno se apresta ya a festinar las reformas como si éstas tuviesen
plena validez y pretende ignorar las voces mayoritarias de quienes
demandamos una consulta popular para que la ciudadanía decida en última
instancia cuál es el camino a seguir. Modificaciones de ese calado
exigen en rigor la convocatoria a un Congreso Constituyente u
originario, que habíamos sugerido para 2017, año del centenario.
Los argumentos que se han avanzado para desacreditar y negar la
posibilidad de la consulta resultan falaces. Afirmar sin más que dicho
llamado a los ciudadanos resulta tardío es olvidar que el referendo
sirve precisamente para perfeccionar un acto legislativo o bien para
anularlo. Sostener que la consulta sólo procede en el caso de reformas
legales pero no en el de las constitucionales es contrario a la
naturaleza misma de esa figura que alude a “decisiones trascendentales”,
que generalmente son las de mayor jerarquía. Es también contrario a la
práctica internacional que en muchos casos somete a consulta las
constituciones en su conjunto y que con frecuencia lo hace en decisiones
relacionadas con la explotación de los recursos naturales.
La tercera República mexicana que entró en vigor en 1917 ha sido
gradualmente desmantelada o ignorada por las sucesivas reformas
neoliberales que ahora cierran un ciclo con importantes cesiones de
soberanía, Esta no es la Nueva República por la que tanto hemos bregado,
sino la degradación de la anterior; ni siquiera la Reforma del Estado
que habíamos planteado sino un híbrido de disposiciones contrapuestas
que aspira a restaurar el autoritarismo presidencial como administrador
de todo género de concesiones a los poderes fácticos nacionales y
transnacionales.
La teoría constitucional sostiene que las Cartas Magnas contienen el
proyecto político y económico de los Estados. En ese sentido, la
identidad del cuerpo constitucional es el reflejo de los procesos
históricos, políticos y de las luchas sociales. Los términos en que se
efectuaron estas últimas reformas significan la negación de esos
procesos y la introducción de contrabando de un nuevo proyecto contrario
al anterior, que se conserva como un marco formal e inoperante porque
ha sido privado de sustancia.
En las democracias la fuente de legitimidad de la cosa pública proviene
indefectiblemente de la soberanía popular. La viabilidad de toda
arquitectura constitucional depende de un acto originario que la crea y
hace derivar poderes constituidos que deben ser soporte y garante de los
objetivos que ésta persigue, atendiendo siempre la voluntad popular que
es indiscutiblemente su mandante. Aunque la globalización ha dado a
discutir la vigencia del principio de soberanía, no cabe duda que ésta
no es sólo un atributo de Estado sino también la fuente de su
legitimidad que facilita el acatamiento de sus decisiones por parte de
los ciudadanos. Cuando se alude a una supuesta “soberanía acotada” se
está planteando la sumisión de una comunidad sometida a un poder sin
consenso social.
Estamos de nueva cuenta ante una cita crucial en la historia del país.
La consulta popular es todavía un cauce institucional para resolver este
grave diferendo. No es gratuito que hayamos pugnado tenazmente por la
incorporación de las vías de la democracia directa en el ejercicio del
poder. La cerrazón de sus opositores evidencia su talante impositivo. No
podemos rendirnos. Este capítulo no está definitivamente cerrado. Es
sin duda una inmensa tarea social pero hay que afrontarla unitariamente y
con toda determinación.
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