¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Cuando el PRI devora a sus propios hijos
El poder absoluto la cautivó y la cultivó, pero sobre todo la manipuló /
Elba Esther Gordillo ascendió valiéndose de todas las artes, buenas y
malas, que aprendió de Carlos Jonguitud, primero, y de muchos otros
priistas después / Negociando, traicionando o amenazando se mantuvo en
la cúspide del gremio magisterial, pero una vez se atrevió a decirle que
no a ese poder absoluto que la llevó a la cumbre, que conoce todos sus
secretos y que ahora decidió defenestrarla / Sin embargo el final de la
historia no está escrito y la maestra chiapaneca podría negociar, tal
vez, una condena no demasiado dura.
MÉXICO,
D.F., 2 de marzo (PROCESO/JESUSA CERVANTES).- A Elba Esther Gordillo el
poder del Estado la encumbró, le permitió rebasar los límites de la
legalidad, dar rienda suelta a su egolatría, recurrir a las trampas para
aplastar adversarios y comprar conciencias con el dinero de los
maestros. Ese mismo poder es el que hoy la manda al infierno y le
arrebata la fuerza política que da el magisterio, sector que el PRI
quiere y necesita.
“Yo llegué al sindicato por una decisión del Estado mexicano... en esa
necesidad... el Ejecutivo cuenta”, dijo Elba Esther Gordillo ante
reporteros de Proceso en agosto de 2003.
Catorce años antes la maestra chiapaneca concluía su segundo periodo
como diputada federal y su mentor, Carlos Jonguitud –creador de la
corriente Vanguardia Revolucionaria y poder real detrás del Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE)– la desplazaba al
imponer como secretario general del gremio a Refugio Araujo del Ángel.
Era febrero de 1989.
Dos meses más tarde Gordillo tocó las puertas del paraíso de la mano de
Carlos Salinas de Gortari, quien antes la hizo pasar una breve estancia
en el excusado del despacho principal de la Secretaría de Gobernación.
“Por la tarde llegó don Fernando con ella, me pidió que la atendiera y
le diera todo lo necesario para hacer más cómoda la espera en ese lugar
tan incómodo, que no era muy pequeño pero era su baño”, narró Victoria
Mendieta, quien fuera secretaria de Fernando Gutiérrez Barrios, entonces
titular de la Secretaría de Gobernación.
En el Palacio de Covián, Elba Esther Gordillo hubo de esperar todo un
fin de semana antes de salir triunfante. En una conversación con la
reportera hace algunos años, Mendieta recordó que le llevó ropa, comida y
enseres de higiene personal mientras afuera de esas cuatro paredes
Carlos Salinas de Gortari apuraba la salida de los líderes del SNTE.
El 22 de abril de 1989 Gutiérrez Barrios y los entonces secretarios de
Educación, Manuel Bartlett, y del Trabajo, Arsenio Farell, optaron por
la operación político judicial para resolver el problema magisterial. Se
decidió que el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje calificara
“jurídicamente procedente” que el CEN del SNTE convocara a un congreso
extraordinario para la Sección IX.
Refugio Araujo, el recién nombrado secretario general, llamó a todos los
secretarios seccionales y les pidió unidad en torno al dirigente de
Vanguardia Revolucionaria. Además anunció que interpondría recursos
legales para hacer valer los estatutos del SNTE.
Entre tanto, desde Gobernación se daban órdenes precisas a sus similares
estatales: “Arraiguen y trasladen al DF a los dirigentes del SNTE”. En
la Ciudad de México, Javier García Paniagua, secretario de Protección y
Vialidad bajo las órdenes de Manuel Camacho Solís, regente y amigo y
jefe de Gordillo –quien entonces era delegada en Gustavo A. Madero–,
hizo lo propio deteniendo a Araujo.
A Jonguitud, el presidente Salinas de Gortari lo llamó un día después a
Los Pinos. Le ordenó renunciar a su poder como líder de facto del
magisterio y a cambio le ofreció un exilio temporal y que no pisaría la
cárcel. Acto seguido lo envió a Gobernación, donde le darían los
pormenores. Llegó a la sede de Bucareli acompañado por Camacho Solís.
En la oficina de Gutiérrez Barrios se le explicaba que otra persona
ocuparía su lugar al frente del SNTE y que él tendría que salir del país
con algunos gastos pagados por el Estado. Jonguitud aún se retorcía del
coraje y exigía cuentas: “¡Quién es ese traidor que ocupará mi lugar,
quién tiene los güevos para enfrentarme y hacerme a un lado!”.
En ese momento se abrió la puerta del excusado; sin haberse bañado
varios días y sólo acicalada con un poco de agua del lavabo, salió
Gordillo. Menudita y con paso apresurado se le plantó enfrente: “Yo”.
“¡Esa puta, esa ignorante... no puede ser! ¡Traidora!”, se desgañitaba
Jonguitud, su mentor desde 1973, cuando quedó impresionado por la
“respondona” a la que hizo su aliada y pupila en las artes del poder
corruptor.
Salinas, Camacho, Ebrard
Jonguitud la hizo a su imagen pero fue Camacho Solís quien, por órdenes
de Salinas de Gortari, la orientó para encabezar el SNTE y enfrentar de
manera tersa a la oposición: la CNTE. Le recomendó darle una posición
en el CEN y así lo hizo. Las aguas se apaciguaron.
Afianzada en el poder del sindicato más grande y rico, Gordillo sirvió a
los intereses de Salinas con su probada experiencia como operadora
política en procesos electorales, incluyendo la formación repentina de
agrupaciones prestadoras de servicios en tiempos comiciales: así sucedió
en Chihuahua en 1989, cuando aglutinó a jóvenes estilistas que
promovían el voto priista brindando cortes gratis de cabello.
Instalada en el SNTE movilizó contingentes y en 1994 creó la
Organización Magisterial para la Observación de los Comicios, reconocida
por los órganos electorales. Eso le permitió acceder a la cartografía
electoral.
Pero antes, en 1992, la tranquilidad de Gordillo se rompió cuando
Salinas llamó a emprender la descentralización de la educación y la
reforma de los estatutos del SNTE.
Ernesto Zedillo, entonces secretario de Educación, se enfrentó a
Gordillo, quien estaba a punto de perder su control. El carácter
nacional del SNTE estaba por diluirse.
Camacho Solís la ayudó nuevamente. La llevó a Los Pinos, donde negoció
con Salinas la supervivencia del sindicato a cambio de “modernizarlo”.
El proyecto de estatutos partió de operadores de Camacho, entre ellos
Joel Ortega Cuevas, Ignacio Marván y Marcelo Ebrard. Se estableció el
voto directo y secreto del sindicato y se creó el Comité de Acción
Política para incluir cuadros magisteriales de partidos ajenos al PRI.
“Se pluralizó”.
En los seis años del salinato Gordillo se mantuvo cerca de la
Presidencia. Pero en 1994, aunque ayudó con su organización de
observación electoral a Ernesto Zedillo, guardó distancia con él. Esto
coincidió con la creación del Grupo San Ángel, organizado por Jorge
Castañeda, a quien conoció dos años antes en la cruzada de “nuevo
sindicalismo”. Ya del lado de los intelectuales, Gordillo se reencontró
con Camacho Solís y con Vicente Fox.
Aunque no tenía buena relación con el gobierno de Zedillo, la maestra
supo mantenerse bajo el manto del PRI y optó por el bajo perfil para
finalmente refugiarse en una senaduría.
Zedillo intentó desplazarla del SNTE impulsando a José del Carmen
Soberanis y acercándose al entonces secretario general del sindicato
Humberto Dávila para que operara en su favor.
Pero Gordillo recurrió a la maniobra de poner purgante en la bebida de
Soberanis; éste fue a dar al hospital y no pudo asistir al consejo. Los
enviados de Dávila, que tenían que contactar a los antielbistas,
“desaparecieron” secuestrados por gente de Gordillo, de acuerdo con una
versión publicada en el libro Doña perpetua, de Arturo Cano y Alberto
Aguirre.
Desesperado por el fracaso, Zedillo pidió a la maestra llegar a un
acuerdo con Dávila. Ella se encerró con él en una habitación de hotel y
con una pistola sobre la mesa lo hizo retroceder, narró un personaje
cercano a la maestra, que pidió el anonimato.
Zedillo aceptó finalmente que llegara a la secretaría un elbista leal:
Tomás Vázquez Vigil, y con él la chiapaneca mantuvo su poder. Para
evitar represalias su partido la acogió y la hizo senadora durante los
últimos tres años del zedillismo.
En 2000 su partido la volvió a cobijar al hacerla líder de uno de los
sectores del PRI: la Confederación Nacional Obrero y Popular.
Salinas nunca la abandonó. Cuando volvió al país recurrió a ella para
recuperar influencia en el PRI y en el Poder Legislativo. Primero
convenció a Roberto Madrazo Pintado para que la llevara como compañera
de fórmula en la contienda por la dirección nacional de ese partido.
Éste aceptó y en marzo de 2002 llegó a la secretaría general priista.
Luego del triunfo de la mancuerna, Salinas cenó con ambos.
El paso de Gordillo por la coordinación de la fracción del PRI en 2003
la llevó a un enfrentamiento con quien más tarde sería su verdugo:
Emilio Chuayffet Chemor.
Como líder de la fracción del PRI, Gordillo negoció con el PAN cuatro
espacios del Consejo General del IFE (uno de los cuales fue acordado en
la casa de Salinas junto con ella y Francisco Rojas Gutiérrez) y cuatro
para el PAN. A las 10 de la noche del 30 de octubre de 2003 el Consejo
Consultivo del PRI aceptó que el noveno fuera para el PRD.
Chuayffet, quien formaba parte de dicha legislatura, tronó contra
Gordillo durante la plenaria que tuvo la fracción la mañana del 31 de
octubre; la acusó de haber hecho una “mala negociación”, pues alegó que
PAN y PRD tendrían más votos que los priistas. La maestra cambió de
estrategia y dejó la negociación a Chuayffet, quien logró imponer cinco
espacios para el PRI. Se inició aquí una lucha de poder entre ambos.
En abril de 2004 Gordillo fue separada de la coordinación, Chuayffet
subió al poder y ella optó por dejar la diputación para formar su propio
partido, mientras se refugiaba en las millonarias prebendas que le
dispensaba el panismo.
Su renuncia
Una fuente del primer círculo de la maestra, quien pidió mantener su
nombre en reserva, narra a Proceso que, antes de que Enrique Peña Nieto
asumiera la Presidencia, Gordillo se entrevistó con él para ofrecerle su
renuncia. “Te necesito”, le dijo el mexiquense. Era octubre de 2012.
En enero de 2013 Peña Nieto, según la misma fuente, llamó a Los Pinos,
por separado, a cinco representantes de los poderes fácticos: Gordillo,
Carlos Romero Deschamps, Carlos Slim, Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas
Pliego. A todos les informó que según estudios de la Presidencia la
gente ya no quería ese tipo de poderes, por lo que llegaba el momento de
hacer cambios drásticos.
Azcárraga le dijo que ambos eran amigos, pues él lo había llevado a la
Presidencia. “No. Tú me vendiste una estrategia de campaña y no te debo
nada”, le respondió Peña Nieto, de acuerdo con esa versión. Romero
Deschamps le dijo: “Conmigo no vas a batallar”. Salinas Pliego: “Estoy a
tus órdenes”, y con Slim tuvo un ríspido encuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario