La Jornada
Norcorea: tensión prebélica
El reciente anuncio de Corea del Norte para declararse en
estado de guerracon Corea del Sur debe ser visto como una faceta más del complejo y tenso escenario prebélico en que han coexistido los regímenes de ambas naciones desde hace seis décadas.
Un punto de arranque preciso es la intervención en ese enclave, a finales de la Segunda Guerra Mundial cometida por las fuerzas estadunidenses y soviéticas con la intención de poner fin a más de tres décadas de ocupación japonesa, y que derivó en la construcción de dos estados que reclamaron la soberanía sobre la totalidad del territorio desde 1948. Dos años después dio inicio una mortífera guerra entre ambas partes, en el contexto de la cual la infortunada península fue empleada como tablero geopolítico por los dos bloques que se disputaban entonces la hegemonía planetaria: mientras que Moscú y Pekín apoyaron política, económica y militarmente a Pyongyang, Washington hizo lo propio en favor de Seúl. Luego de tres años de confrontación, que dejó un saldo total de más de tres millones de muertos en ambos bandos, las partes firmaron un armisticio que dejó irresuelto el tema de la reunificación del país y de la paz misma, y que representa una de las marcas más visibles y anacrónicas del intervencionismo en Asia. Con tales antecedentes, no resulta sorprendente que ahora, 60 años después, el gobierno norcoreano amenace con poner fin a ese acuerdo.
guerra preventivade Washington en Afganistán e Irak –episodios que han alimentado la vocación armamentista de Pyongyang, así sea con el fin de contar con elementos disuasivos ante posibles agresiones– y del respaldo desembozado de Washington al régimen de Seúl y su presencia militar en la región.
Significativamente, la alarma mediática e internacional que provocó la declaración de Pyongyang contrasta con la actitud de la mayoría de los gobiernos y los medios occidentales ante las recientes maniobras realizadas de manera conjunta por estadunidenses y surcoreanos en el mar Amarillo, lo que ha sido visto como una provocación por el gobierno de Norcorea.
Nadie en su sano juicio podría desear que el amago formulado ayer por Pyongyang derive en un escenario de guerra abierta ni mucho menos en un conflicto nuclear. La presencia estadunidense en la región y su hostilidad hacia el gobierno norcoreano constituyen, sin embargo, un factor principal de tensión regional y un obstáculo fundamental para la paz entre las dos naciones. Frente a la responsabilidad histórica de las potencias occidentales en la configuración del conflicto coreano, lo menos que puede esperarse es que éstas muestren prudencia y sensatez diplomática y que centren sus esfuerzos en evitar cualquier intento de resolver aquel viejo conflicto por la vía armada.
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