¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Peligros del liderazgo discursivo
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La desaparición de Hugo Chávez ha dado lugar
a especulaciones sobre el espacio abierto para que otros dirigentes
ejerzan influencia en América Latina. La posibilidad de que México
proporcione ese liderazgo, uniendo a izquierda y derecha y dando un
impulso a los procesos de integración latinoamericanos, ha encontrado
eco en algunos comentaristas. Sin embargo son muchos los obstáculos que
existen en el camino para hacer de México un líder de la región.
El
primero es la debilidad del capital con que se cuenta para emprender
esa tarea. Las relaciones económicas de México con los países de América
Latina son limitadas. Cierto que las inversiones mexicanas han crecido,
ocupando ahora el primer lugar dentro de los países latinoamericanos.
Sin embargo el comercio sigue siendo débil y la cooperación
internacional que brinda es considerablemente menor que la ofrecida, por
ejemplo, por Brasil. El liderazgo chavista y el consiguiente apoyo que
obtuvo en los dirigentes de varios países, Cuba en primer lugar, estuvo
siempre acompañado de la generosidad para proveer petróleo.
Un
asunto nuevo para las relaciones de México con los países
latinoamericanos es la relación con Asia. Nos podemos referir, por
ejemplo, a uno de los mecanismos subregionales más comentados en los
últimos tiempos, como la Alianza del Pacífico integrada por Chile, Perú,
Colombia y México. Se trata sin duda de uno de los proyectos más
interesantes, no sólo porque propicia un acercamiento necesario entre
los países de ese lado del Pacífico, sino porque conecta con el enorme
dinamismo de las economías asiáticas.
Uno de los aspectos
sobresalientes de las relaciones exteriores de los países sudamericanos
en la actualidad es el papel de Asia. El buen crecimiento de sus
economías, del que tanto se habla, no se entiende sin tomar en cuenta
las relaciones económicas con China.
El problema para México es
que, a diferencia de otros miembros de la mencionada Alianza, como
Chile, sus relaciones con Asia no se encuentran en los mejores términos.
No han sido un factor de crecimiento ni han dado lugar a un buen
entendimiento político. Mientras Chile tiene un acuerdo de libre
comercio con China, mantiene con ese país una balanza comercial
equilibrada y las relaciones políticas son muy cordiales, México tiene
un comercio alarmantemente deficitario y las relaciones políticas han
estado llenas de contratiempos.
Las relaciones exteriores de
América Latina tienen ahora una significativa vertiente asiática y
México tiene mucho que recorrer para llegar a ella. Primero es necesario
remediar el descuido con que se condujeron las relaciones con aquella
parte del mundo durante los 12 años de gobiernos panistas ; luego se
podrá ser un jugador de mayor peso en la Alianza del Pacífico.
Si
desde el puno de vista económico son varios los ejes que se deben mover
para que México tenga influencia en América Latina, desde el punto de
vista político la situación es aún más borrosa. Para empezar existen
otros liderazgos. El más conocido, el más legítimo, es Brasil. Así lo
percibe la opinión pública latinoamericana cuando, según registra la
conocida encuesta Las Américas y el Mundo, publicada por el Centro de
Investigación y Docencia Económicas (CIDE), a la pregunta ¿cuál es el
país que ostenta una posición de liderazgo?, amplias mayorías de los
encuestados responden que Brasil y no saben o no responden en el caso de
México.
Desde su lugar privilegiado en el corazón de Sudamérica,
Brasil ha promovido mecanismos de concertación política a los que no ha
invitado a participar a México. La Unasur es el más mencionado, aunque
no el único. Mucho se ha especulado sobre la conveniencia de un
entendimiento Brasil-México que, al tomar posiciones comunes en diversos
temas, daría una gran fortaleza a la voz de América Latina en el mundo.
Falta que semejante entendimiento pueda darse.
Algunas
experiencias relativamente recientes, como la participación simultánea
de Brasil y México en el Consejo de Seguridad en el año 2010, pusieron
en evidencia los objetivos distintos de ambos países en asuntos de paz y
seguridad internacionales. En el tratamiento del programa nuclear de
Irán, Brasil buscó alianza con otro país de poder intermedio que desea
proyectarse en la política mundial: Turquía. Las coincidencias con
México fueron pocas, como ocurre en otros ámbitos multilaterales entre
los que se puede citar la Organización Mundial de Comercio o las
conferencias sobre cambio climático.
El único mecanismo de
concertación política existente –por cierto promovido por México– en el
que algunos ven la oportunidad para que éste aliente políticas a favor
de la integración de América Latina es la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Se trata de un mecanismo sin
densidad institucional, obligado a cumplir la compleja tarea de
incorporar las voces, no siempre coincidentes, del Caribe Inglés, cuya
naturaleza y funciones se interpretan de manera muy heterogénea por sus
países miembros. La presidencia de la Celac se encuentra este año en
manos de Cuba. Sería necesario trabajar de cerca con esa presidencia
para hacer valer iniciativas mexicanas. ¿Será?
De ninguna manera
quisiera minimizar lo pertinente y necesario de todo esfuerzo para
mejorar las relaciones con América Latina. A ella pertenecemos por
lengua, cultura e historia y es referencia ineludible de la identidad
mexicana. No obstante conviene tener presente que una de las mayores
debilidades de nuestra política latinoamericana ha sido confiar en un
liderazgo que, de hecho, nunca hemos tenido y no trazar la distancia
entre las palabras y los hechos, entre el discurso y la realidad.
Aclaración.
En el artículo anterior de la autora (Proceso 1897, La perspectiva
energética), donde decía “Baste recordar que la ley prevé que para 2035,
50% de la energía que se consume en el país debe provenir de fuentes
renovables”, debió decir “…energía eléctrica…”
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