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Restaurar la Constitución de 1917: no es un capricho
María Teresa Jardí
Una Constitución convertida en trapo por lo que toca a las reformas en favor, nunca del todo, de los derechos humanos, que ni de lejos se aplican. La condena en la ONU lo ha dejado en claro, a pesar de que en la ONU ya se sabe que se representan los intereses de los gobernantes y no de los pueblos, que deben atenerse a lo que puedan hacer.
La violación a las más elementales garantías son aquí reglas de aplicación cotidiana. El derecho a la vida es letra muerta y del derecho a la salud se puede decir otro tanto. Ni hablar del derecho a la educación dejado en manos de Televisa.
No tenemos gobierno, pero tampoco Poder Judicial y menos aún Legislativo, del que sólo buscan los corruptos el fuero que les garantiza la protección de manera obscena.
El 5 de febrero de 1917 fue un día de fiesta para el pueblo mexicano. Pueblo que hoy vive otro día aciago en el que la realidad de nuevo se impone con su diáfana claridad obscena por parte de la mafia política que controla el poder.
Enrique Peña Nieto, quien como el dueño del rancho en que se ha convertido a México se desempeña, asciende, al criado que considera más fiel, a capataz y lo nombra al frente del IFAI para que desmienta el conflicto de intereses que con la entrega, por parte de otro contratista amigo, de casas blancas y de todos los colores reciben como regalo los Peña, las gaviotas, los Videgaray y etcéteras, a cambio de jugosos negocios como los de los Nieto, dueños de la gasera asesina.
Una Constitución, la mexicana de 1917, que debe ser restaurada si se aspira a nombrar a un nuevo Constituyente. Peña debe irse. Pero no sólo él. Deben irse todos porque no hay uno que valga ya ni un canto de duro. No se respeta en la práctica ninguna garantía y en su letra las que quedan consignadas no se aplican, al punto de querer borrar la existencia incluso de la conmemoración de sus casi cien años de promulgación, con conductivos mensajes también radiales y que conste que el que comparto, que también escucharán ustedes, en el noticiero de Carmen Aristegui dice: Una mujer joven llama al novio se entiende y le pregunta qué va a hacer este jueves cinco de febrero y él contesta que como la quiere feliz la invita al Centro Santa Fe, una Plaza de una de las zonas más caras del Distrito Federal. Ella acepta: “...ir a comprar y luego a cenar porque ahí se puede encontrar de todo...” Comprar de todo para los que viven en Bosques de Las Lomas o en Santa Fe, hechura de Manuel Camacho para los ricos.
Me imagino la odisea que sería ir de Iztapalapa o de Contadero, donde no tienen ni agua y se quema niños, para comprar lo que ahí, en tiendas de lujo, se vende.
Mensaje con el que se busca borrar todo vestigio de lo que significa el 5 de febrero. Desaparecida que ha sido la conmemoración de la Constitución de 1917 con largos puentes de fin semana que también masacran la memoria.
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