lunes, 2 de febrero de 2015

Vaya para negligencia del EsPurioN

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¿Y los cambios?
Jorge Zepeda Patterson

Por lo visto los secretarios de estado de Enrique Peña Nieto tendrían que asesinar a alguien para ser despedidos. Y quizá ni así. En dos años algunos de ellos han cometido una sarta de errores e ineficiencias tales que deberían haber sido enviados a su casa hace rato. Y no obstante, se aferran a sus puestos con la desesperación de un náufrago en alta mar a su balsa medio inflada.

Pero la sobrevivencia de Rosario Robles en Sedesol, Murillo Karam en la PGR o Ruiz Esparza en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (por mencionar algunos y por no comenzar con Luis Videgaray en Hacienda para no hacer eterna a esta columna), tiene que ver menos con sus habilidades para enmascarar sus limitaciones y mucho más con la negligencia de Peña Nieto.

En otra ocasión me he referido a la incapacidad que exhibe el gobierno para darse cuenta de sus errores. En Los Pinos viven convencidos de que las críticas que reciben son una expresión de los resentidos sociales que se aferran al México viejo y anacrónico; ese que según ellos se resiste a las reformas modernizadoras impulsadas por el soberano bienintencionado aunque incomprendido. A sus ojos los pobres niveles de aprobación de Peña Nieto (los más bajos en las últimas décadas) no reflejan un mal gobierno sino la mala imagen que resulta de las campañas insidiosas de envidiosos y de las agendas perversas de todos aquellos que resultarán afectados por las reformas.

Siendo así, ninguna crítica es legitima; todas son espurias y responden a intereses perversos. ¿Por qué entonces cambiar a la secretaria de la Sedesol, cuestionada una y otra vez en la opinión pública por el uso político y clientelar de los recursos destinados a paliar la pobreza? ¿Por qué sustituir al ministro a quien se le hicieron engrudo las licitaciones de trenes y carreteras aún cuando el escándalo llegó hasta China? ¿Qué razón tendría el Presidente para pedirle al procurador cansado que se vaya a curar su fatiga a una hamaca de su jardín? El Jefe de la Nación está convencido que el desamor que reciben sus ministros es resultado, como en el caso de los dentistas, del tratamiento correcto pero molesto que recetan a un paciente ingrato.

O quizá el Presidente sabe de la ineficacia de los ministros pero se impone en él su espíritu de cuerpo. La lealtad es más importante que la eficacia; nuestra fortaleza es la unión; ninguno de los nuestros es abandonado en el campo de batalla. De ser esta la razón que explica la longevidad de algunos secretarios ineficaces habría algo de admirable en la dispensa presidencial que los arropa. Una especie de solidaridad de grupo entre priistas.

Pero me temo que el motivo se encuentra en otro lado. Peña Nieto no hace cambios en el gabinete no por lealtad con sus ministros sino por amor a sí mismo. Le parece que remover a una de las piezas de su gobierno equivale a aceptar un error de origen. Prefiere cargar con el lastre que significa operar con una pieza desgastada o inadecuada, que aceptar que hubo un equívoco en la elección de los integrantes de su equipo. Me recuerda a Miguel Mejía Barón, el entrenador de la selección en el Mundial de Estados Unidos, quien prefirió ver descalificado a México en tiempos extras que introducir algún cambio en la alineación pese al cansancio de sus fatigados jugadores.

El Presidente asume que antes que con México su compromiso es consigo mismo. Sabe que despedir a un miembro de su gabinete significa aceptar que una rama de su gobierno no estaba haciendo bien las cosas. Y eso equivale a meter dudas en la imagen inmaculada que tiene demismo.

Nadie la ha dicho al Presidente que los secretarios de estado son como los fusibles: útiles para llevar la sobrecarga y ser reemplazados cuando están fundidos. Hay jugadores de primer tiempo y jugadores para el segundo tiempo. Y peor aún, hay jugadores que no dieron el ancho. Alguien le tendría que decir a Peña Nieto que ningún ex entrenador de la selección ha tenido peor destino personal y profesional que Mejía Barón, el que se resistía a hacer los cambios
(SINEMBARGO.MX)

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