Por Esto!
¿Superar el dolor?
María Teresa Jardí
Deshonroso hacerlo de cara al mundo que sabe que la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa es el destape atroz de la aplicación prolongada de la barbarie de un Estado que hoy tiene al frente a un individuo, Enrique Peña Nieto, capaz de llamar a superar un dolor que él, está visto, no sería capaz de sentir ni tratándose de su propio hijo.
El dolor ante la pérdida de un hijo, incluso sabiendo que está muerto, no se diga cuando se encuentra desaparecido forzadamente, es insuperable.
Enrique Peña Nieto es un sociópata incapaz de sentir el dolor del otro. Peña Nieto sólo siente ira por cosas materiales y ante el inocultable desprestigio que lo va a acompañar mientras le quede un aliento de la vida gansteril y estéril que eligió tener, creyendo, quizá, que, como producto televisivo, sus incapacidades y abusos no iban a ser descubiertos.
Qué bueno que Mancera haya destituido al impresentable, también de Peña, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal.
Es repugnante el engendro en que se encuentra convertido el Poder Legislativo que ahora busca “legalizar” el fin de la protesta ciudadana sin entender que cuando se cierran los causes legítimos se buscan otros que, siendo también legítimos, acaban tornándose en violentos.
O sí, y de eso se trata el criminalizar, “legalizando”, el control de las marchas para que de plano Peña Nieto disfrute el capricho de imponerse como dictador ante la incapacidad demostrada de ser Presidente del pueblo mexicano e incluso de funcionar adecuadamente como gerente de los ricos que creen que exigiendo mano dura van a mejorar aquí, para ellos, las cosas.
La sociedad entera tendría, ante la ausencia de líderes partidarios y de la renuncia a la ideología de izquierda, que estar llamando al Paro Nacional para acelerar la salida de Peña.
Hay quien me dice que si quiero a un Beltrones al frente del Ejecutivo federal y le digo que no, por supuesto. Pero tampoco es aceptable que siga un Peña Nieto, que, repitiendo a Fox, por lo que toca a no ser presidente. Y de nuevo la corrupción de su mujer ejemplificada en los regalos y compras de casas y condominios pagados en dólares, a cambio de favores, bien recompensados, para otro corrupto del tamaño de los que le hacían favores a la Sahagún y a los Bribiesca.
México necesita un estadista que es claro que no se encuentra entre la mafia política. Cuando dejen de pelearse los ministros de la Corte por el puesto de presidente de ese poder también desprestigiado, pero puesto que es el que más dinero les deja, bien podría ser uno de ellos quien llamara a nuevas elecciones, cambiando la Constitución, si es necesario. A final de cuentas la Constitución convertida en espantajo aguanta otra reforma en tanto llega quien entienda la necesidad de un nuevo Constituyente para fundar de una buena vez por todas la República, que México, recuperado como nación soberana, merece y por fin, despertando, demanda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario