domingo, 7 de diciembre de 2014

EPN incapaz de sentir el dolor del otro

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¿Superar el dolor?
María Teresa Jardí

Si es imposible superar el dolor ante la muerte por causas naturales de un hijo, es insuperable perder a un hijo de manera adelantada y por decisión de otro. Otro que toma en sus manos una vida que no le pertenece, lo que propicia, en casos como el mexicano donde la justicia hasta como palabra se encuentra también desaparecida, la sed de venganza. Venganza injustificable. Pero a veces entendible por parte de los familiares afectados. Venganza convertida en necesidad de que alguien pague, aunque no sea en verdad el asesino de a quien se le arrebató la vida de manera brutal. La vida que a final de cuentas es lo único que tenemos los humanos. Inaceptable, repito, porque aceptar que pague un inocente nos degrada como personas, como sociedad y como pueblo.

Indigno e indignante es llamar a los padres de los normalistas de Ayotzinapa a superar el dolor que sienten, cuando lo que tendría que hacer Peña es explicar lo ocurrido a los normalistas y hacer justicia.  Denigrante, para quien hace el inconcebible llamado, es llamar a superar el dolor insuperable que sienten los padres, el pueblo de Guerrero, los mexicanos y extranjeros que no hemos perdido la capacidad de sentir dolor por el otro... por los normalistas desaparecidos por las “fuerzas del orden”. Y Aberrante, sin explicar, quien tiene el cometido de garantizar la seguridad del pueblo, para quien hace ese llamado incalificable.

Deshonroso hacerlo de cara al mundo que sabe que la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa es el destape atroz de la aplicación prolongada de la barbarie de un Estado que hoy tiene al frente a un individuo, Enrique Peña Nieto, capaz de llamar a superar un dolor que él, está visto, no sería capaz de sentir ni tratándose de su propio hijo

El dolor ante la pérdida de un hijo, incluso sabiendo que está muerto, no se diga cuando se encuentra desaparecido forzadamente, es insuperable

Enrique Peña Nieto es un sociópata incapaz de sentir el dolor del otro. Peña Nieto sólo siente ira por cosas materiales y ante el inocultable desprestigio que lo va a acompañar mientras le quede un aliento de la vida gansteril y estéril que eligió tener, creyendo, quizá, que, como producto televisivo, sus incapacidades y abusos no iban a ser descubiertos

Qué bueno que Mancera haya destituido al impresentable, también de Peña, secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal

Es repugnante el engendro en que se encuentra convertido el Poder Legislativo que ahora busca “legalizar” el fin de la protesta ciudadana sin entender que cuando se cierran los causes legítimos se buscan otros que, siendo también legítimos, acaban tornándose en violentos

O , y de eso se trata el criminalizar, “legalizando”, el control de las marchas para que de plano Peña Nieto disfrute el capricho de imponerse como dictador ante la incapacidad demostrada de ser Presidente del pueblo mexicano e incluso de funcionar adecuadamente como gerente de los ricos que creen que exigiendo mano dura van a mejorar aquí, para ellos, las cosas

La sociedad entera tendría, ante la ausencia de líderes partidarios y de la renuncia a la ideología de izquierda, que estar llamando al Paro Nacional para acelerar la salida de Peña

Hay quien me dice que si quiero a un Beltrones al frente del Ejecutivo federal y le digo que no, por supuesto. Pero tampoco es aceptable que siga un Peña Nieto, que, repitiendo a Fox, por lo que toca a no ser presidente. Y de nuevo la corrupción de su mujer ejemplificada en los regalos y compras de casas y condominios pagados en dólares, a cambio de favores, bien recompensados, para otro corrupto del tamaño de los que le hacían favores a la Sahagún y a los Bribiesca

México necesita un estadista que es claro que no se encuentra entre la mafia política. Cuando dejen de pelearse los ministros de la Corte por el puesto de presidente de ese poder también desprestigiado, pero puesto que es el que más dinero les deja, bien podría ser uno de ellos quien llamara a nuevas elecciones, cambiando la Constitución, si es necesario. A final de cuentas la Constitución convertida en espantajo aguanta otra reforma en tanto llega quien entienda la necesidad de un nuevo Constituyente para fundar de una buena vez por todas la República, que México, recuperado como nación soberana, merece y por fin, despertando, demanda.

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