miércoles, 10 de diciembre de 2014

La economía del país esté en picada

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¿Unidad con tanta desigualdad?
Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

En el marco de la 24 Cumbre Iberoamericana, la secretaria general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena Ibarra, criticó el modelo económico de México e hizo recomendaciones que deberían ponerse en práctica para lograr uno de los objetivos que más dicen buscar los integrantes de la alta burocracia: la unidad de los mexicanos. Afirmó: No basta con tener un buen clima de negocios. En mi impresión, reducir la desigualdad es la variable económica más importante”.

Le sobra razón, sin duda, pero es muy difícil que lo entienda el grupo en el poder. Para éste no hay más prioridad que hacer excelentes negocios, si no para qué otra cosa está al frente de las instituciones. Hizo una recomendación fundamental en esta hora aciaga, cuando todavía es posible: “Vale la pena ver con detalle las estrategias de Bolivia y Ecuador, que incluso cambiaron sus constituciones, renegociaron sus contratos con las empresas extranjeras y lograron convenios mucho más favorables a sus sociedades”

Sin embargo, esperar que el gobierno mexicano actuara con un elemental sentido del valor de la soberanía política y económica, es como pedirle “peras al olmo. Los mandatarios de Bolivia y Ecuador están al servicio de sus respectivos pueblos, situación que no existe en nuestro país, donde el régimen sirve a intereses minoritarios que están depredando los bienes de la nación. Por eso es un absurdo demandar unidad a los mexicanos, cuando las élites actúan de modo contrario a ese propósito, como lo demuestran los hechos.

De ahí que no encajen con la realidad las palabras vertidas por el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos Zepeda, en su mensaje de fin de año a los medios de comunicación. Dijo: “Debemos unirnos para hacer frente a la adversidad. Sólo el esfuerzo convergente de todos los sectores de la sociedad, cada quien en su respectivo ámbito de responsabilidad, permitirá un México en paz y digno”.  Para alcanzar esa meta, sin duda utópica en las actuales condiciones del país, se necesitaría un cambio de régimen, con el objetivo primordial de crear las condiciones que permitieran reducir la desigualdad, paso fundamental para avanzar hacia una unidad concreta.

Construir “un México en paz y digno” es impensable en un régimen antidemocrático, cuyo motor principal es la corrupción. Lamentablemente, mientras más pasa el tiempo más nos alejamos de esa meta, porque las instituciones las tiene secuestradas una minoría oligárquica cuya prioridad es la obtención de ganancias en tasas cada vez más cuantiosas, aunque la economía del país esté en picada, como lo está en la actualidad, no tanto por la baja del precio del petróleo ni por la devaluación del peso, sino por los mecanismos impuestos por el régimen para facilitar el saqueo de las arcas nacionales por una minoría que tiene más compromisos en el extranjero que aquí.

Por eso tiene mucho sentido la recomendación de la secretaria de la Cepal. Dijo: “Se puede implicar al sector privado para hacer más eficientes los mecanismos de transformación. Pero no se puede permitir que todas las ganancias de ese bien público (los hidrocarburos) se vayan al extranjero”. Es lo último que nos falta para que México deje de ser un país soberano, con paz y dignidad. Por eso, paradójicamente nos favorece la caída de los precios del barril de oro negro, pues las grandes trasnacionales extranjeras ya no tienen el gran atractivo que significaban los altos precios internacionales.

Sin embargo, la reforma energética seguirá adelante porque es el principal compromiso de Enrique Peña Nieto con la oligarquía, como de igual forma continuarán los planes de total desmantelamiento del Estado para que los mexicanos seamos presas fáciles de los poderes fácticos, nacionales y extranjeros. En tales circunstancias es hasta un contrasentido demandar la unidad de una sociedad dramáticamente dividida y desigual. Lo más trágico del caso es que el grupo en el poder no hace un mínimo esfuerzo concreto para abrir alguna posibilidad de reducir la desigualdad imperante, sino al contrario.

Los miembros de la alta burocracia viven tan alejados de la realidad, que aunque parezca increíble sólo viven para dar rienda suelta a sus ambiciones, como lo dejan ver gobernadores y legisladores, a quienes únicamente importa quedar bien con los de arriba, sin importar las consecuencias. Por eso cada día estamos peor.

(guillermo.favela@hotmail.com)

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