domingo, 21 de diciembre de 2014

La lista negra de la corrupción es enorme

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Estalla fantasía
Julio Pimentel Ramírez

Los acontecimientos de los últimos meses desnudan la realidad de la profunda e indetenible crisis que padecemos en todas las esferas de la realidad: el “México bárbaro” que nos inunda de sangre y violencia; la caída económica y los escándalos de corrupción hacen estallar la fantasía que imponía el poder político y económico a través de su sistema de partidos y la mayoría de los medios de comunicación a su servicio, de que Enrique Peña Nieto era un destacado estadista que al alcanzar las “modernas” reformas estructurales llevaba al país al desarrollo y la justicia.

Carlos Marx, filósofo del siglo XIX y revolucionario de todos los tiempos, decía que la historia suele repetirse dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa, irónico manejo de palabras, contraste de hechos, que en el caso de México no significan que debamos reír sino tomar conciencia de que ahora, bajo el dominio del neoliberalismo, la Nación se encuentra en una especie de “neo porfirismo”, con la agravante de que la dependencia es más profundamente estructural, la élite de poder es más selecta, válgase la redundancia, la violencia más salvaje, la pobreza más extendida, la miseria igual de lacerante, la clase política más ignorante, inescrupulosa, corrupta, que amenaza reprimir a los movimientos ciudadanos que demandan una verdadera transformación social.

En las últimas tres décadas la corrupción, la malversación de fondos y la opacidad en la administración pública han sido llevadas a niveles de “excelencia”, término caro a los tecnócratas que mientras colocan al país en bancarrota ven crecer sus cuentas bancarias. La lista negra de la corrupción es enorme, no solamente se encuentran personajes como los señalados en Forbes, ahí están los de la cúspide del poder político y económico, así como sus operadores.

Las consecuencias políticas, sociales y económicas de la aplicación del modelo neoliberal están a la vista: dos terceras partes de la población se encuentran en situación de pobreza, más de once millones de ellos en la miseria; se han multiplicado la marginación y la desintegración sociales; el desempleo, incluso maquillado en las cifras oficiales, no ha cedido; la precarización laboral, con sus salarios insuficientes y estancados, es un hecho incontrovertible.

La crisis institucional no es nueva en la etapa neoliberal y comienza en la cúspide, en la presidencia de la República, cuando los mandatarios se ponen al servicio del gran capital, traicionando a los ciudadanos y a la Patria. De manera sintetizada se puede ejemplificar: Miguel de la Madrid, mandatario gris, incapaz de hacer frente a las consecuencias del terremoto del 19 de septiembre de 1985, con el que la inflación se disparó, comienza la apertura comercial sin una estrategia para proteger la economía nacional.

Carlos Salinas de Gortari llega a Los Pinos a través de “la caída del sistema”, modalidad de fraude electoral después perfeccionado, e impone modificaciones constitucionales que debilitan aún más las estructuras sociales del Estado nacional, firma el Tratado de Libre Comercio de América del Nortecuyas consecuencias nefastas para el campo y la industria estamos sufriendo en la actualidad- y “silenciosamente” reprime la protesta social al grado de asesinar a más de 600 perredistas.

Ernesto Zedillo alcanza al poder después de que le queda el campo libre debido al asesinato de Luis Donaldo Colosio, crimen de Estado no aclarado. Con Zedillo detona el error de diciembre de 1994 y con ello una crisis económica de enormes costos sociales y materiales. Este tecnócrata entregó buenas cuentas a sus amos del capital financiero al grado de que ahora se le conoce como el “multichambas” por los servicios que presta a varias transnacionales, que de esa manera le pagan los favores recibidos y aprovechan sus contactos con el entramado que mantiene el poder en México.

Con el arribo del panista Vicente Fox a la presidencia en el 2000 se inicia la “alternancia”. Sin embargo las ilusiones de quienes creyeron en que México entraba a un verdadero “proceso de transición democrática” estallaron como pompas de jabón y lo único que quedó fue una estela de anécdotas fútiles, incongruencias, corrupción y más problemas económicos y políticos. Uno de sus peores legados es el del papel que jugó en el fraude de estado que en el 2006 impuso a Felipe Calderón al frente del gobierno federal.

Calderón Hinojosa dejó un país sumido en una espiral de violencia, con un saldo de alrededor de 100 mil ejecutados, 26 mil desaparecidos, entre otros males derivados de la estrategia de guerra contra algunos cárteles del narcotráfico impuesta por los vecinos del Norte y acatada por él con la peregrina idea de que de esa manera obtendría la legitimidad que de origen carecía y que siempre lo acompañará. Esto sin olvidar que sus cuentas en generación de empleos y otros índices de desempeño económico, político y social fueron negativos.

Parecía que ya habíamos padecido lo peor, pero para nuestra desgracia no es así. En el 2012 Enrique Peña Nieto compró la presidencia y ahora, a dos años de su administración, del retorno del “nuevo” PRI, se precipita la caída libre de la economía (el precio del petróleo se desploma, el peso se devalúa, entre otros males), se acumulan al menos 42 mil ejecuciones, varios miles de desaparecidos, situación de violencia extrema que sacudió al país con la masacre de Iguala y la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa

Sin embargo cabe subrayar que ahora estamos ante la presencia de una creciente oleada de movimientos sociales que cuestionan al sistema institucional y a la clase política oficial, exigen verdad y justicia, castigo a los responsables intelectuales y materiales de delitos de lesa humanidad, de crímenes de Estado.

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