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La crisis del Estado criminal en México
Jorge Canto Alcocer
Es indudable que un esfuerzo semejante hacen cada día Osorio, Murillo, Peña y demás depredadores de la cosa pública, que han tenido que ver, escuchar y leer que millones de mexicanos estamos pidiendo, además de justicia por Ayotzinapa, su renuncia inmediata y la caída del Estado criminal. Hasta el momento se han mostrado pacientes, prudentes y tranquilos, aunque en sus propuestas demuestran su verdadera faz.
Nos referimos, por supuesto, al decálogo propuesto por Peña la semana pasada, cuyos puntos fundamentales son, desde nuestra perspectiva, el establecimiento de un mando estatal único a nivel policiaco, y la facultad ejecutiva de intervenir en un municipio en el que haya sólidas evidencias de corrupción. La otra propuesta gubernamental –aunque presentada originalmente por un panista, fue decretada en la Cámara de Diputados con los votos del PRI y sus partidos satélite- es la ley de “movilidad universal” que, con el pretexto de garantizar el libre tránsito, precisamente pretende inmovilizar las protestas.
El cariz represor de la ley de movilidad, por obvio, no requiere mayores comentarios. Ahora bien, la propuesta del decálogo tendría algunos aspectos defendibles siempre y cuando incluyera la renuncia de todo el gobierno federal, de más del 80 por ciento de los gobernadores, presidentes municipales, ministros y jueces del Poder Judicial, y legisladores federales y estatales.
De otro modo, si los corruptos que propiciaron el caso Ayotzinapa continúan detentando los tres poderes, el decálogo será utilizado precisamente por esos corruptos para garantizar la impunidad de los criminales y perseguir y amedrentar a quienes se nieguen a aceptar sus reglas. Con un procurador como Murillo Karam, un secretario de Gobernación como Osorio Chong y más de cien sinvergüenzas –de todos los partidos políticos, con notabilísimas excepciones, como Layda Sansores, Alejandro Encinas y unos poquitos más- en el Senado, la reforma será simplemente un mecanismo para darle mayor poder a los criminales más peligrosos.
Con la agenda legislativa que tenemos, es posible que ambas propuestas estén vigentes antes de finalizar el primer semestre del próximo año, tiempo para el que se espera el caso Ayotzinapa haya quedado en el olvido. Con eso cuenta el Estado criminal para remontar la crisis y confrontar, con un aparato represivo más poderoso y controlado, cualquier nuevo brote de protestas. Con lo que no cuentan es con que millones de mexicanos hemos abierto los ojos y estamos dispuestos a construir una nueva sociedad, una sociedad donde los estudiantes estudien, y los corruptos, como Murillo, Osorio, Peña y muchísimos más, estén tras las rejas.
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