¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
La dura lucha por la dignidad
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Cuando uno de los problemas que más influyen en la descomposición del
tejido social es la corrupción, acompañado de una impunidad
injustificable, duele todavía más la muerte de personas que llevaron una
vida plena de congruencia y honorabilidad, como el caso de Arnoldo
Martínez Verdugo y de José María Pérez Gay. Ambos mexicanos dignos,
conscientes de que no se debe disociar la ética personal de la vida
pública, pues la una determina a la otra. Su pérdida es más lamentable
en los momentos actuales, cuando México atraviesa por una crisis
profunda, como consecuencia de la preeminencia de sujetos mediocres y
deshonestos en el entorno social y político.
Mientras en otras naciones una leve sospecha de corrupción es motivo de
vergüenza para el involucrado, que conlleva la renuncia como un acto de
auto castigo, aquí es motivo de orgullo en vez de serlo de escarnio,
como sucede actualmente con el caso del ex mandatario de Tabasco, Andrés
Granier, quien ha emprendido una cínica campaña defensiva de su
actuación, en vez de mostrar signos de arrepentimiento por los delitos y
múltiples abusos cometidos al amparo del poder. Pareciera que el
cinismo es una cualidad para el grupo en el poder.
Debido a ello, muy pocos en el Congreso se opusieron a que Felipe
Calderón reciba el más importante reconocimiento que hace el gobierno
español a los extranjeros que hacen importantes servicios a España, como
así lo hizo, sin tapujos ni discreción alguna, el ex mandatario, pero
en grave perjuicio para el pueblo de México: con su actuación, que se
puede conceptuar como de traición a la patria, Calderón favoreció a la
oligarquía española en vez de preocuparse por el bienestar y progreso de
los mexicanos. Aunque en su descargo, podría decirse que lo mismo han
hecho, en una u otra medida, sus antecesores en Los Pinos,
principalmente Carlos Salinas de Gortari.
Se han trastocado a tal grado los valores en el país, que personajes tan
impresentables como Granier, son vistos como ejemplo a seguir y no se
les escatiman elogios y apoyos, mientras que mexicanos intachables son
escarnecidos y humillados, se les cierran las puertas y se les obliga a
vivir exiliados en su propia nación. Tal fue el caso de Francisco
Huerta, el periodista que más defendió el derecho a la libertad de
expresión en una etapa en la que ese derecho elemental era visto como un
acto contrario a las reglas del sistema político, cuando no existían
las redes sociales y los adelantos técnicos que ahora dificultan ocultar
información; aunque sigue siendo tarea fácil para el grupo en el poder,
desinformar y enajenar a la opinión pública.
En el México contemporáneo es un estorbo ser honesto y congruente,
porque eso permite conceptualizar mejor las actitudes contrarias. Allí
están los intelectuales orgánicos, quienes viven muy satisfechos y
contentos al amparo del poder, a cambio de sus loas y ditirambos, aunque
a veces se caiga en lo grotesco, como cuando Salinas contó con los
aplausos de afamados escritores y artistas. De ahí que sea más valioso
el ejemplo de verdaderos intelectuales, como José María Pérez Gay, quien
pudo haber disfrutado de enormes privilegios de haberse dedicado a
elogiar al mandatario en turno. En vez de eso, actuó con un gran sentido
ético y prefirió apoyar a quien consideró, al igual que la mayoría del
pueblo, como el político que mejor representa en este momento la defensa
de la democracia y la soberanía nacional: Andrés Manuel López Obrador.
Dada la ocasión, no puedo dejar de rememorar un episodio que marcó mi
vida, y no dudo que también la de “Chema” Pérez Gay. Podría decirse que
indirectamente fui el causante de que se dedicara más al estudio, pues
yo gané el puesto por el que competíamos, hace ya medio siglo, en la
Dirección de Relaciones Públicas de la empresa Ingenieros Civiles
Asociados (ICA). Quien tomó la decisión fue un valiosísimo personaje de
la izquierda, que por las noches hacía vida clandestina en una célula
del Partido Comunista, Martín Reyes Vayssade. Aún recuerdo, como si la
escena acabara de ocurrir, el día en que Chema se despidió de mí, muy
apesadumbrado. No sabía que así iniciaba una vida plena de intelectual
comprometido con el progreso.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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