Contralínea
Los júnior al ataque: la hija de papá-Profeco
El peñismo con sus júnior continúa su larga marcha sexenal, con actos y omisiones que muestran “el regreso del viejo PRI [Partido Revolucionario Institucional]”. Éste, de Miguel Alemán a Zedillo, se lució nadando de a muertito con sus pandillas como precursoras de los cárteles de la delincuencia organizada. En el alemanismo surgió el primer júnior que anda por ahí convertido en próspero empresario y cantautor de loas al priísmo. Desde entonces los júnior se han aprovechado de sus padres funcionarios. El hijo del “líder” petrolero Romero Deschamps con su automóvil Ferrari de colección y su hija en jet privado paseando a sus mascotas (éstas se lo merecen, no ella), hacen alarde de su riqueza mal habida. El padre de Zedillo daba la nota con sus desplantes y sus hijos armaban escándalos, y cuando la banda U-2 no los complació, Zedillo los expulsó del país. Los hijos de Salinas y los de De la Madrid también hicieron de las suyas.
Cuando Peña visitó a los estudiantes (no domesticados como los que
le llevaron a Obama) de la Iberoamericana y le reprocharon la arremetida
sangrienta en Atenco, por internet su hija tildó a los universitarios
de prole. Y hoy la hija de Humberto Benítez Treviño, exdirector
general de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), corrió a
los comensales de un restaurante y ordenó clausurarlo porque no le
dieron la mesa que por capricho pedía. Dicen que Peña ordenó una
investigación (como en lo de Atenco, el homicidio de la niña Paulina,
etcétera) y al saber que era la hija de su muy amigo, al grado de que lo
llama “maestro”, había parado todo. Parecía que la hija de papá-Profeco se había salido con la suya en el reino de la impunidad del viejo PRI que regresó para continuar con los abusos desde 1946.
Benítez Treviño, con un “disculpen a mi hija”, se presentó en un show que le prepararon para contar su versión del abuso de la Lady de Profeco, lavarse las manos
responsabilizando al restaurante de cometer infracciones que merecían
esa suspensión; y tratando el asunto como un accidente que se corrige
con un “disculpen lo que hizo mi hija” y que asumía como “padre de
familia”. Había suspendido a cuatro de sus subalternos (debieron ser
cesados y consignados por abuso de autoridad), que –dice– reinstalará,
ya que él, desde su cama de convaleciente, obviamente que autorizó el
abuso de su treintañera heredera.
Peña sabotea su presidencialismo al solapar actos como el de la Lady de Profeco. Quiere borrar su pasado como desgobernador
del Estado de México y su cuestionada y pírrica victoria; pero sus
actos y omisiones en estos seis meses ya marcaron su estilo personal de
gobernar. La opinión pública ha tomado nota de los asuntos donde mete
las manos para tapar corrupción, como en el caso de Rosario Robles,
pillada con el desgobernador de Veracruz comprando votos
anticipados con cargo a la Cruzada contra el Hambre. En lugar de
cesarla, la protegió con aquel “no te preocupes, Rosario”.
Benítez Treviño mejor nos hubiera contado una de vaqueros.
Se hubiera visto igual de hipócrita pero un poco cómico con la cara
fúnebre que tenía. Peña pagará en las urnas las consecuencias de sus
encubrimientos, pues en lugar de correr a la Robles, cortó por lo más
delgado del hilo.
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