jueves, 23 de mayo de 2013

EsPurioII se la pasa tapando la corrupción

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Contralínea
Los júnior al ataque: la hija de papá-Profeco

El peñismo con sus júnior continúa su larga marcha sexenal, con actos y omisiones que muestran “el regreso del viejo PRI [Partido Revolucionario Institucional]”. Éste, de Miguel Alemán a Zedillo, se lució nadando de a muertito con sus pandillas como precursoras de los cárteles de la delincuencia organizada. En el alemanismo surgió el primer júnior que anda por ahí convertido en próspero empresario y cantautor de loas al priísmo. Desde entonces los júnior se han aprovechado de sus padres funcionarios. El hijo del “líder” petrolero Romero Deschamps con su automóvil Ferrari de colección y su hija en jet privado paseando a sus mascotas (éstas se lo merecen, no ella), hacen alarde de su riqueza mal habida. El padre de Zedillo daba la nota con sus desplantes y sus hijos armaban escándalos, y cuando la banda U-2 no los complació, Zedillo los expulsó del país. Los hijos de Salinas y los de De la Madrid también hicieron de las suyas.
Cuando Peña visitó a los estudiantes (no domesticados como los que le llevaron a Obama) de la Iberoamericana y le reprocharon la arremetida sangrienta en Atenco, por internet su hija tildó a los universitarios de prole. Y hoy la hija de Humberto Benítez Treviño, exdirector general de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), corrió a los comensales de un restaurante y ordenó clausurarlo porque no le dieron la mesa que por capricho pedía. Dicen que Peña ordenó una investigación (como en lo de Atenco, el homicidio de la niña Paulina, etcétera) y al saber que era la hija de su muy amigo, al grado de que lo llama “maestro”, había parado todo. Parecía que la hija de papá-Profeco se había salido con la suya en el reino de la impunidad del viejo PRI que regresó para continuar con los abusos desde 1946.
Benítez Treviño, con un “disculpen a mi hija”, se presentó en un show que le prepararon para contar su versión del abuso de la Lady de Profeco, lavarse las manos responsabilizando al restaurante de cometer infracciones que merecían esa suspensión; y tratando el asunto como un accidente que se corrige con un “disculpen lo que hizo mi hija” y que asumía como “padre de familia”. Había suspendido a cuatro de sus subalternos (debieron ser cesados y consignados por abuso de autoridad), quedicereinstalará, ya que él, desde su cama de convaleciente, obviamente que autorizó el abuso de su treintañera heredera.
Peña sabotea su presidencialismo al solapar actos como el de la Lady  de Profeco. Quiere borrar su pasado como desgobernador del Estado de México y su cuestionada y pírrica victoria; pero sus actos y omisiones en estos seis meses ya marcaron su estilo personal de gobernar. La opinión pública ha tomado nota de los asuntos donde mete las manos para tapar corrupción, como en el caso de Rosario Robles, pillada con el desgobernador de Veracruz comprando votos anticipados con cargo a la Cruzada contra el Hambre. En lugar de cesarla, la protegió con aquel “no te preocupes, Rosario”.
Benítez Treviño mejor nos hubiera contado una de vaqueros. Se hubiera visto igual de hipócrita pero un poco cómico con la cara fúnebre que tenía. Peña pagará en las urnas las consecuencias de sus encubrimientos, pues en lugar de correr a la Robles, cortó por lo más delgado del hilo

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