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Ni plan ni desarrollo
Jorge Meléndez Preciado
El Plan Nacional de
Desarrollo (PND) 2013- 2018 se presentó a tiempo, incluso antes de que
concluyera el lapso acordado. Según los organizadores hubo 228 mil
opinantes que hicieron posible, junto con la secretaría de Hacienda,
trazar 31 objetivos, 118 estrategias y 819 líneas de acción. Y si bien
cinco son los puntos importantes, se resumen en luchar contra la
violencia, el hambre y el insuficiente crecimiento del país, más
situar a México en el concierto internacional, del cual estamos lejanos
como lo demostró la derrota de Herminio Blanco en la OMC.
Buenos deseos. O como dice alguien que sabe del asunto porque elaboró un plan para el DF, Macario Schettino (El Universal,
21 de mayo) se trata de “lo que el gobierno quisiera hacer”. Pero ya
sabemos que estamos en épocas convulsas donde todo esfuerzo
gubernamental se va por la borda debido a que las empresas
trasnacionales y los organismos internacionales llevan a cabo lo que
les viene en gana.
Además, un Plan requiere, cuando menos,
un gobierno fuerte y que pueda manejar a los grupos oligárquicos, algo
realmente imposible ya que los poderes fácticos tienen más poder que la
débil trilogía: poder ejecutivo, legislativo y judicial.
En un país de 110 millones de
habitantes, con decenas de miles de organismos diversos y con alta de
representación social en todas las áreas, recoger la opinión de 200 mil
grupos y/o personas es nada. Por lo tanto, presumir los números
iniciales es una muestra de debilidad más que de fortaleza.
El concepto desarrollo, quiera decir de
manera simplificada: crecimiento económico más cambio. O sea, una
repartición más equitativa de la riqueza. Algo que en ningún país del
orbe sucede en la actualidad, ya que los procesos tecnológicos más la
concentración de las decisiones lo impide realmente. Por lo tanto,
creer que México puede hacer algo fuera de lo habitual, siendo que sus
debilidades son mayúsculas no son más que buenos deseos, en el mejor de
los casos, cuando no propaganda para ingenuos.
Y si actualmente la economía mexicana
está metida en un brete mayúsculo, pues se han creado menos empleos
formales que en el calderonismo y la tasa de crecimiento irá a la baja,
situándola algunos en 2 por ciento (Francisco Báez, La Crónica,
21 de mayo), algo similar a lo que tuvimos en el sexenio pasado, la
situación no es ni para echar cuetes ni para esperar un futuro
promisorio.
Máxime si las exportaciones a
yanquilandia descendieron, la inflación va al alza y las importaciones
de productos básicos suben continuamente, sobre todo en granos básicos
como maíz y frijol (El Financiero, 21 de mayo).
Claro, los asistentes a ese tipo de
encuentros aplauden a rabiar, cierran el ojo a los funcionarios en
turno y ponen aparentemente atención a los planteamientos que hacen Peña
Nieto y Videgaray. Pero no se crea que se dejan seducir por lo que se
plantea.
Claudio X. González, un empresario
consentido por los anteriores regímenes, especialmente el salinista,
apuntó: “en lo que no se puede medir, difícilmente podremos saber cómo
vamos”. Y es que no hay ni índice para decir en dónde estamos, de qué
manera caminaremos y a qué meta llegaremos. Sólo divagaciones que no
valen la pena en la era de la estadística y la programación.
Una serie de especialistas han dicho que
no se plantearon los “cómos” (ídem). Estos, al parecer, están en el
Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide), el cual
es manejado por un tecnócrata joven, Ernesto Revilla, quien anunció que
se publicará el ¡16 de diciembre! Cáspita.
Y es lógico, mientras no conozcamos la
reforma hacendaria y energética que habrá, no podemos hacer ninguna
previsión mínima, ya que los recursos actuales no alcanzan para nada.
Tanto así que la famosa Cruzada contra el Hambre es mera propaganda, por
lo que Rosario Robles ya mejor no aparece en ninguna parte, salvo
cuando su jefe Enrique le ordena.
Lo único importante que oímos en el
anuncio del PND fue que en el sexenio de Calderón, quien dijo que sería
el del empleo y avanzó a paso de tortuga en este importante rubro, “la
carencia del acceso a la seguridad social ascendió a 60 por ciento del
total de la población”, y no la cobertura total como se dijo;
“aumentaron inusitadamente los delitos de alto impacto” y dejó Felipe
“un país fragmentado y desigual, sin orden, diseño de gestión” y con
enormes carencias en todos los aspectos.
Existe una promesa interesante en el
Plan: “regular la publicidad en los medios de difusión”. Esperemos que
no sea para aumentar el poder del duopolio televisivo.
Para el especialista Enrique Quintana:
el PND no sirve para nada. Únicamente, agregamos, para erogar cantidades
de dinero que faltan a escuelas, hospitales, alimentos, etcétera. Y
para que personajes tan impresentables como los gobernadores de los
estados se reúnan a elogiar sin medida al “seño Presidente”. Algo tan
arcaico que hasta los dirigentes de los partidos firmantes del Pacto ya
les da flojera asistir al espectáculo.
@jamelendez44
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