¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
El plan y la coyuntura
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Como lo deja ver el comportamiento del gobierno de Enrique Peña Nieto,
éste será un sexenio cuyo principal objetivo será engañar a la sociedad
para desmovilizarla, contrariamente a lo que se afirma en el lema que
identificará a la actual administración priísta: “Mover a México”. Cabe
preguntar: ¿Hacia dónde?, ¿con qué objeto?, ¿hasta dónde? Las respuestas
las tiene el grupo en el poder, aunque por ahora no es difícil afirmar
que lo que realmente busca es apuntalar los mecanismos institucionales
que permitan una continuidad sin desviaciones del rumbo seguido desde
hace tres décadas.
Tal como lo señalamos cuando se anunció la convocatoria para los foros
sobre los temas fundamentales del Plan Nacional de Desarrollo (PND),
ahora el inquilino de Los Pinos puede afirmar que “gracias a la
planeación democrática que establece nuestra Constitución, la visión y
el rumbo del Gobierno de la República se han enriquecido con las
aportaciones y propuestas de toda la sociedad mexicana”. Sin embargo,
los únicos que fueron escuchados, antes incluso de que Peña Nieto tomara
posesión de su cargo, son los integrantes de la cúpula empresarial del
país, a su vez voceros de intereses trasnacionales cuyo peso en la toma
de decisiones es definitiva.
Ojalá fuera cierto, como aseguró Peña Nieto, que el PND “no es un plan
para administrar la coyuntura o las circunstancias. Es un plan para
hacer cambios de fondo”. Con todo, precisamente eso es lo que es: una
simple plataforma programática “para administrar la coyuntura o las
circunstancias”. Es impensable esperar cambios de fondo, a pesar de que
se requieren con suma urgencia, porque el Estado mexicano es rehén de
una oligarquía que ha hecho del inmovilismo su principal objetivo, en
tanto que le ha rendido grandes dividendos, gracias a la obediencia
plena del grupo político encargado de administrar la coyuntura o las
circunstancias.
No basta que el PND tenga identificados, como asegura Peña Nieto, “los
obstáculos que han limitado nuestro desarrollo”. Nada se gana la nación
con ello si no hay una firme voluntad política para quitarlos. Lo único
que no se quita es el dedo del renglón de las famosas reformas
estructurales tan caras a la OCDE, las cuales equivalen al combustible
que hace falta para incendiar al país, pues no otra cosa habría de
suceder con más pobreza, más desempleo y más violencia generalizada. Lo
que urge es una política económica de carácter social, nacionalista e
incluyente, cosa que ni de lejos se contempla en las reformas
estructurales.
La defensa a ultranza de las mismas, es la confirmación de la sujeción
del gobierno federal a las consignas de los organismos internacionales.
Son pura demagogia las cinco metas que se persiguen con el PND: Alcanzar
un México en paz es imposible con tanta desigualdad y sin que prive el
Estado de derecho en el país; lograr un México incluyente es impensable
en un sistema cuya razón de ser es la exclusión de las mayorías; es
imposible construir un país con educación de calidad cuando el Estado se
desentiende de su responsabilidad para depositarla en el sector
privado, como es la finalidad de la reforma en la materia; impulsar un
México próspero es imposible sin una política económica que incentive la
productividad y el crecimiento sostenido; y por último, es muy difícil
un México con responsabilidad global cuando no se tiene el respeto de la
comunidad internacional.
Qué diferencia con el Plan Sexenal de Gobierno 1934-1940, mediante el
cual el Partido Nacional Revolucionario (PNR) condujo a la Presidencia
de la República al general Lázaro Cárdenas. Entonces fue primero el
plan, como un compromiso de gobierno, que se llevó a cabo hasta donde se
pudo llegar de acuerdo con las circunstancias de la época. Por primera y
única vez en la historia de México se delinearon las políticas públicas
de un Estado comprometido con la nación. Se puso en marcha una
verdadera planeación con objetivos específicos en favor de la sociedad
en su conjunto, no sólo de una casta privilegiada.
Lo que ahora nos muestran como un plan nacional de desarrollo, no pasa
de ser un muestrario de buenas intenciones que no se habrán de
concretar. A menos que el PRI se decidiera a encabezar un Estado
nacionalista y democrático, lo que en las actuales circunstancias es una
gran utopía.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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