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Pretorianismo en Michoacán
Ricardo Monreal Avila
Desde esta semana, Michoacán tiene tres gobernadores. Fausto Vallejo,
gobernador con licencia por motivos de salud. Jesús Reyna, gobernador
interino. General Alberto Reyes Vaca, comandante en jefe de todas las
fuerzas policiales y castrenses de la entidad y, en consecuencia,
gobernador militar.
En
este momento, en el estado de Michoacán, hay un desajuste entre el
poder civil, por un lado, y el poder policial y militar por el otro. El
primero se encuentra dividido de varias formas (además de la
coexistencia temporal de dos gobernadores; constitucional y
territorialmente la autoridad civil se divide también entre el Ejecutivo
estatal y los presidentes municipales), mientras que el manejo de toda
la fuerza pública de la entidad (policías municipales y estatales, al
igual que policías y militares federales) se encuentra concentrado y
centralizado en la figura de un mando personal único.
Cuando esto sucede, es decir, cuando el poder militar tiene preeminencia
sobre el civil, estamos en presencia de una forma de gobierno llamada
pretorianismo, en alusión a las guardias pretorianas romanas, una élite
militar de gran influencia que intervenía en la elección y proclamación
de los emperadores romanos, y en referencia también a Pretoria, la
antigua capital de Sudáfrica, cuando los militares dominaban sobre la
autoridad civil como parte del sostenimiento del Apartheid.
El concepto fue acuñado por Samuel P. Huntington para aludir a la
intervención de los militares en política. Es, por lo tanto, un concepto
bastante próximo al de militarismo. Según Huntington, las causas
principales de estas intervenciones no son militares sino políticas; son
una manifestación específica de un fenómeno más amplio y propio de las
sociedades subdesarrolladas: la politización general de las fuerzas
sociales, por el bajo nivel de institucionalización política, que impide
al sistema político cumplir su rol natural de mediador de los
conflictos sociales.
En su obra “El orden político en las sociedades en cambio”, el
politólogo norteamericano describe así esta variante de militarismo.
“Las causas de la intervención de los militares en la política no
residen en la naturaleza del grupo, sino en la estructura de la
sociedad. Consisten, en especial, en la falta o debilidad de
instituciones políticas efectivas en la sociedad. En una sociedad
pretoriana no sólo los actores son variados, sino que también lo son los
métodos que se emplean para decidir en materia de cargos y normas. Cada
grupo utiliza medios que reflejan su naturaleza y capacidades
peculiares.
“Los adinerados sobornan, los estudiantes se amotinan, los obreros se
declaran en huelga, las multitudes realizan manifestaciones y los
militares golpean. A falta de procedimientos aceptados, en el escenario
político se encuentran todas estas formas de acción directa. La falta de
instituciones políticas efectivas en una sociedad pretoriana significa
que el poder se encuentra fragmentado, se presenta en muchas formas y en
pequeñas cantidades. La autoridad sobre el sistema es transitoria, y la
debilidad de las instituciones políticas quiere decir que es fácil
adquirir la autoridad y el cargo.
“En todas las etapas del pretorianismo, las fuerzas sociales interactúan
en forma directa entre sí, y hacen pocos o ningún esfuerzo para
relacionar sus intereses personales con el bien público. En una
oligarquía pretoriana, la política es una lucha entre camarillas
personales y de familia; en la sociedad pretoriana radical, la lucha
entre grupos institucionales y de ocupaciones complementa a la que se
entabla entre camarillas; en el pretorianismo de masas las clases y los
movimientos sociales dominan la escena. En una sociedad
institucionalizada, la participación de nuevos grupos en el sistema
político reduce la tensión, pues se asimilan al orden político. Pero en
las sociedades pretorianas la participación de nuevos grupos exacerba
las tensiones en lugar de reducirlas. Multiplica los recursos y los
métodos en la acción política, con lo cual contribuye a la
desintegración del sistema. Las oligarquías pretorianas pueden durar
siglos; los sistemas de clase media, décadas; los de masas, por lo
general unos pocos años”.
Daniel R. Headrick, profesor de Historia y Ciencias Sociales en la
Universidad de Roosevelt, describe el pretorianismo como un militarismo
hacia el interior, propio de las naciones de orden menor, que no
pretende hacer ni ganar guerras, sino mantener su influencia en el
sistema político, controlar las decisiones que afecten a sus intereses o
apoyar a una facción política. En contraposición al militarismo hacia
fuera que es un militarismo puro, expansionista en cuanto a la defensa
de sus intereses más allá de las fronteras nacionales y que corresponde a
las grandes potencias o alianzas militares (Wikipedia).
En Michoacán, hace poco más de seis años, Felipe Calderón tomó al estado
como laboratorio para iniciar su guerra contra las drogas. El resultado
fue desastroso. Ninguno de los cuatro objetivos que después serían
extrapolados a nivel nacional (reducir la violencia criminal, recuperar
territorios, contener las adicciones y reconstruir el tejido social) se
cumplió. Por el contrario, todos y cada uno de estos fenómenos se
incrementaron.
Hoy el nuevo gobierno lanza su estrategia de seguridad en la misma
entidad, seguramente por la manifiesta situación de ingobernabilidad que
priva en la entidad, pero también para contrastar la nueva política de
seguridad pública con la del gobierno anterior.
La apuesta es de alto riesgo. Si el gobierno recupera la paz y la
seguridad en Michoacán, su estrategia se replicará en las otras
entidades donde la violencia se incrementa y no cede. Pero si el
pretorianismo aplicado no rinde frutos, y si en lugar de un torniquete
provisional se entroniza como política sexenal, entonces veremos cómo
Michoacán puede deteriorarse aún más, transitando de la emergencia
actual de inseguridad pública a la gangrena política y social.
Por el bien de Michoacán y del pueblo michoacano, es deseable que la
nueva estrategia funcione. Sin embargo, por los antecedentes de este
tipo de soluciones y dado que la inseguridad ha seguido su curso
inexorable en los primeros seis meses del actual gobierno, lo más
probable es que estemos en presencia de otra estrategia de seguridad
fallida. Deseamos equivocarnos.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala
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