jueves, 23 de mayo de 2013

Michoacán ya tiene tres gobernadores

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
Pretorianismo en Michoacán
Ricardo Monreal Avila

Desde esta semana, Michoacán tiene tres gobernadores. Fausto Vallejo, gobernador con licencia por motivos de salud. Jesús Reyna, gobernador interino. General Alberto Reyes Vaca, comandante en jefe de todas las fuerzas policiales y castrenses de la entidad y, en consecuencia, gobernador militar.

En este momento, en el estado de Michoacán, hay un desajuste entre el poder civil, por un lado, y el poder policial y militar por el otro. El primero se encuentra dividido de varias formas (además de la coexistencia temporal de dos gobernadores; constitucional y territorialmente la autoridad civil se divide también entre el Ejecutivo estatal y los presidentes municipales), mientras que el manejo de toda la fuerza pública de la entidad (policías municipales y estatales, al igual que policías y militares federales) se encuentra concentrado y centralizado en la figura de un mando personal único.

Cuando esto sucede, es decir, cuando el poder militar tiene preeminencia sobre el civil, estamos en presencia de una forma de gobierno llamada pretorianismo, en alusión a las guardias pretorianas romanas, una élite militar de gran influencia que intervenía en la elección y proclamación de los emperadores romanos, y en referencia también a Pretoria, la antigua capital de Sudáfrica, cuando los militares dominaban sobre la autoridad civil como parte del sostenimiento del Apartheid.

El concepto fue acuñado por Samuel P. Huntington para aludir a la intervención de los militares en política. Es, por lo tanto, un concepto bastante próximo al de militarismo. Según Huntington, las causas principales de estas intervenciones no son militares sino políticas; son una manifestación específica de un fenómeno más amplio y propio de las sociedades subdesarrolladas: la politización general de las fuerzas sociales, por el bajo nivel de institucionalización política, que impide al sistema político cumplir su rol natural de mediador de los conflictos sociales.

En su obra “El orden político en las sociedades en cambio”, el politólogo norteamericano describe así esta variante de militarismo. “Las causas de la intervención de los militares en la política no residen en la naturaleza del grupo, sino en la estructura de la sociedad. Consisten, en especial, en la falta o debilidad de instituciones políticas efectivas en la sociedad. En una sociedad pretoriana no sólo los actores son variados, sino que también lo son los métodos que se emplean para decidir en materia de cargos y normas. Cada grupo utiliza medios que reflejan su naturaleza y capacidades peculiares.

“Los adinerados sobornan, los estudiantes se amotinan, los obreros se declaran en huelga, las multitudes realizan manifestaciones y los militares golpean. A falta de procedimientos aceptados, en el escenario político se encuentran todas estas formas de acción directa. La falta de instituciones políticas efectivas en una sociedad pretoriana significa que el poder se encuentra fragmentado, se presenta en muchas formas y en pequeñas cantidades. La autoridad sobre el sistema es transitoria, y la debilidad de las instituciones políticas quiere decir que es fácil adquirir la autoridad y el cargo.

“En todas las etapas del pretorianismo, las fuerzas sociales interactúan en forma directa entre , y hacen pocos o ningún esfuerzo para relacionar sus intereses personales con el bien público. En una oligarquía pretoriana, la política es una lucha entre camarillas personales y de familia; en la sociedad pretoriana radical, la lucha entre grupos institucionales y de ocupaciones complementa a la que se entabla entre camarillas; en el pretorianismo de masas las clases y los movimientos sociales dominan la escena. En una sociedad institucionalizada, la participación de nuevos grupos en el sistema político reduce la tensión, pues se asimilan al orden político. Pero en las sociedades pretorianas la participación de nuevos grupos exacerba las tensiones en lugar de reducirlas. Multiplica los recursos y los métodos en la acción política, con lo cual contribuye a la desintegración del sistema. Las oligarquías pretorianas pueden durar siglos; los sistemas de clase media, décadas; los de masas, por lo general unos pocos años”.

Daniel R. Headrick, profesor de Historia y Ciencias Sociales en la Universidad de Roosevelt, describe el pretorianismo como un militarismo hacia el interior, propio de las naciones de orden menor, que no pretende hacer ni ganar guerras, sino mantener su influencia en el sistema político, controlar las decisiones que afecten a sus intereses o apoyar a una facción política. En contraposición al militarismo hacia fuera que es un militarismo puro, expansionista en cuanto a la defensa de sus intereses más allá de las fronteras nacionales y que corresponde a las grandes potencias o alianzas militares (Wikipedia).

En Michoacán, hace poco más de seis años, Felipe Calderón tomó al estado como laboratorio para iniciar su guerra contra las drogas. El resultado fue desastroso. Ninguno de los cuatro objetivos que después serían extrapolados a nivel nacional (reducir la violencia criminal, recuperar territorios, contener las adicciones y reconstruir el tejido social) se cumplió. Por el contrario, todos y cada uno de estos fenómenos se incrementaron.

Hoy el nuevo gobierno lanza su estrategia de seguridad en la misma entidad, seguramente por la manifiesta situación de ingobernabilidad que priva en la entidad, pero también para contrastar la nueva política de seguridad pública con la del gobierno anterior.

La apuesta es de alto riesgo. Si el gobierno recupera la paz y la seguridad en Michoacán, su estrategia se replicará en las otras entidades donde la violencia se incrementa y no cede. Pero si el pretorianismo aplicado no rinde frutos, y si en lugar de un torniquete provisional se entroniza como política sexenal, entonces veremos cómo Michoacán puede deteriorarse aún más, transitando de la emergencia actual de inseguridad pública a la gangrena política y social.

Por el bien de Michoacán y del pueblo michoacano, es deseable que la nueva estrategia funcione. Sin embargo, por los antecedentes de este tipo de soluciones y dado que la inseguridad ha seguido su curso inexorable en los primeros seis meses del actual gobierno, lo más probable es que estemos en presencia de otra estrategia de seguridad fallida. Deseamos equivocarnos.

ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala
 

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