jueves, 30 de mayo de 2013

Ahora siguen parches y parches al pacto?

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Se acerca el período de las definiciones
Guillermo Fabela Quiñones

Apuntes

No hay duda que el sistema político mexicano está sumido en una profunda crisis, que muy pronto podría estallar en una más seria inestabilidad, como lo demuestra el hecho de que el Pacto por México parece que ya dio todo de . El problema más preocupante es que no sería razonable estarle agregando nuevos “addéndum” cada tercer día o cada mes, pues se demostraría que sólo es un mecanismo demagógico sin ninguna utilidad.

Llama la atención que a pesar de los graves problemas que se viven a nivel nacional, derivados del tremendo desgaste de una clase política sólo empeñada en servir fielmente a sus patrones, las clases mayoritarias no respondan a esta situación, como está sucediendo en cada vez más países, incluso del primer mundo. La respuesta a tal realidad está en la dramática desmovilización de las organizaciones progresistas y democráticas, a la ausencia de una conciencia de clase y de liderazgos capaces de movilizar a la población.

Esta es la mejor demostración de la derrota sufrida por la izquierda mexicana, luego que sus dirigentes más conspicuos se dejaron convencer de que la colaboración con el régimen les puede ofrecer mejores resultados políticos y hasta electorales. Al menos esta es la justificación que ofrecen cuando hay que hacerlo, con el fin de seguir adelante en su afán colaboracionista. La verdad histórica demuestra que el único beneficiado con tal forma de ser “oposición”, es el grupo en el poder, pues sin una real oposición se puede dedicar con más ímpetu a favorecer a la oligarquía.

Ciertamente, no toda la izquierda marcha por la ruta que le trazó el gobierno de Enrique Peña Nieto, pero eso no obsta para que la situación sea totalmente desfavorable a los sectores mayoritarios. Como no se vislumbran avances del grupo gobernante, debido a que la crisis del sistema político se está profundizando por la inercia de los abusos cometidos a lo largo de cinco sexenios, es presumible que las relaciones entre gobernantes y gobernados tomen un cariz de mayor dureza, lo que dificultará la puesta en marcha de políticas públicas que requieren el consenso de la clase política. Entonces el Pacto por México se tendría que tirar al cesto de la basura y quienes quedarían mal parados serían los partidos de “oposición”.

Tal posibilidad podría concretarse a partir del último trimestre del año, cuando el primero de septiembre comience el periodo de sesiones ordinarias del Congreso. Entonces, el gobierno de Peña Nieto se quitaría la careta, como es previsible que suceda ante la imposibilidad de actuar imparcialmente. La “oposición” tendría que enfrentarse a la disyuntiva de ser congruente o demostrar claramente su papel de simple comparsa del grupo gobernante. El PAN no tendrá problema alguno, pues de hecho es parte del grupo en el poder, pero el PRD se verá obligado a proceder conforme a su posición política, o demostrar que en realidad su función es de esquirol al servicio del sistema.

No hay duda que las iniciativas de reformas energética y fiscal serán absolutamente adversas al país, sólo favorables a la oligarquía y a los grandes grupos de poder trasnacional. Por eso no se presentaron en el pasado periodo de sesiones del Congreso, porque se sabe habrán de generar un firme descontento ciudadano. Esto, de acontecer como es presumible, debilitaría la fuerza del PRD y se fortalecería la de Andrés Manuel López Obrador, y su liderazgo volvería a ser un referente obligado en las decisiones del grupo gobernante.

Está visto que no tiene respuestas a la realidad nacional, como lo dejan ver no sólo las decisiones políticas de Peña Nieto, sino las declaraciones de sus principales funcionarios y de él mismo. El último ejemplo de ello es la instalación del Comité Nacional de Productividad, del que no se puede esperar nada porque la productividad no depende de caprichos, sino de políticas públicas concretas con esa finalidad, las cuales no se ven por ningún lado.

Otro ejemplo es la nueva tesis del secretario de Hacienda, Luis Videgaray: “La informalidad no es una decisión de vida, la informalidad es una decisión económica (que) las personas y las empresas toman porque eso es lo que les conviene”. Ahora resulta que uno mismo se busca problemas, porque se es masoquista irredimible. Vaya tesis tan novedosa.

(guillermo.favela@hotmail.com

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