¡¡Exijamos lo Imposible!!
Se acerca el período de las definiciones
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
No
hay duda que el sistema político mexicano está sumido en una profunda
crisis, que muy pronto podría estallar en una más seria inestabilidad,
como lo demuestra el hecho de que el Pacto por México parece que ya dio
todo de sí. El problema más preocupante es que no sería razonable
estarle agregando nuevos “addéndum” cada tercer día o cada mes, pues se
demostraría que sólo es un mecanismo demagógico sin ninguna utilidad.
Llama la atención que a pesar de los graves problemas que se viven a
nivel nacional, derivados del tremendo desgaste de una clase política
sólo empeñada en servir fielmente a sus patrones, las clases
mayoritarias no respondan a esta situación, como está sucediendo en cada
vez más países, incluso del primer mundo. La respuesta a tal realidad
está en la dramática desmovilización de las organizaciones progresistas y
democráticas, a la ausencia de una conciencia de clase y de liderazgos
capaces de movilizar a la población.
Esta es la mejor demostración de la derrota sufrida por la izquierda
mexicana, luego que sus dirigentes más conspicuos se dejaron convencer
de que la colaboración con el régimen les puede ofrecer mejores
resultados políticos y hasta electorales. Al menos esta es la
justificación que ofrecen cuando hay que hacerlo, con el fin de seguir
adelante en su afán colaboracionista. La verdad histórica demuestra que
el único beneficiado con tal forma de ser “oposición”, es el grupo en el
poder, pues sin una real oposición se puede dedicar con más ímpetu a
favorecer a la oligarquía.
Ciertamente, no toda la izquierda marcha por la ruta que le trazó el
gobierno de Enrique Peña Nieto, pero eso no obsta para que la situación
sea totalmente desfavorable a los sectores mayoritarios. Como no se
vislumbran avances del grupo gobernante, debido a que la crisis del
sistema político se está profundizando por la inercia de los abusos
cometidos a lo largo de cinco sexenios, es presumible que las relaciones
entre gobernantes y gobernados tomen un cariz de mayor dureza, lo que
dificultará la puesta en marcha de políticas públicas que requieren el
consenso de la clase política. Entonces el Pacto por México se tendría
que tirar al cesto de la basura y quienes quedarían mal parados serían
los partidos de “oposición”.
Tal posibilidad podría concretarse a partir del último trimestre del
año, cuando el primero de septiembre comience el periodo de sesiones
ordinarias del Congreso. Entonces, el gobierno de Peña Nieto se quitaría
la careta, como es previsible que suceda ante la imposibilidad de
actuar imparcialmente. La “oposición” tendría que enfrentarse a la
disyuntiva de ser congruente o demostrar claramente su papel de simple
comparsa del grupo gobernante. El PAN no tendrá problema alguno, pues de
hecho es parte del grupo en el poder, pero el PRD se verá obligado a
proceder conforme a su posición política, o demostrar que en realidad su
función es de esquirol al servicio del sistema.
No hay duda que las iniciativas de reformas energética y fiscal serán
absolutamente adversas al país, sólo favorables a la oligarquía y a los
grandes grupos de poder trasnacional. Por eso no se presentaron en el
pasado periodo de sesiones del Congreso, porque se sabe habrán de
generar un firme descontento ciudadano. Esto, de acontecer como es
presumible, debilitaría la fuerza del PRD y se fortalecería la de Andrés
Manuel López Obrador, y su liderazgo volvería a ser un referente
obligado en las decisiones del grupo gobernante.
Está visto que no tiene respuestas a la realidad nacional, como lo dejan
ver no sólo las decisiones políticas de Peña Nieto, sino las
declaraciones de sus principales funcionarios y de él mismo. El último
ejemplo de ello es la instalación del Comité Nacional de Productividad,
del que no se puede esperar nada porque la productividad no depende de
caprichos, sino de políticas públicas concretas con esa finalidad, las
cuales no se ven por ningún lado.
Otro ejemplo es la nueva tesis del secretario de Hacienda, Luis
Videgaray: “La informalidad no es una decisión de vida, la informalidad
es una decisión económica (que) las personas y las empresas toman porque
eso es lo que les conviene”. Ahora resulta que uno mismo se busca
problemas, porque se es masoquista irredimible. Vaya tesis tan novedosa.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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