Homozapping
Lo que sabe el carcelero
En su cinismo frente al fracaso, en su falta de rubor por la incompetencia, el gobierno eleva al Chapo a la categoría de genio de la construcción de túneles, y lo presenta ante el mundo como el narco con récord internacional en evadirse de penales de máxima seguridad. Pero por más que la estrategia oficial pretenda presentar la fuga del capo como el resultado de una obra de ingeniería milimétrica conducida por geolocalización, y un movimiento perfecto en tiempo cronometrado, ninguna de esas dos destrezas podrá desplazar la verdad del problema: la fuga es fruto de la corrupción política que corroe al gobierno de Peña Nieto, enlodado él mismo y varios de sus secretarios de Estado, gobernadores y algunos de sus principales operadores en el Congreso.
Las preguntas se vienen en cascada: ¿Por qué no se le iba a escapar El Chapo al régimen más corrupto y corruptor de los últimos 50 años en México? ¿Desde cuál fortaleza legal se vigila a los delincuentes, si el Presidente aún no puede explicar la posesión de la Casa Blanca con un valor de casi 7 millones de dólares? ¿Dónde está el ejemplo de la acción anticorrupción si el presidente Peña Nieto es el primero en proteger y reconocer como su preferido a César Duarte, gobernador de Chihuahua? ¿Cómo mantener la burla de la casa de Luis Videgaray en Malinalco?
Todas las respuestas las conoce el carcelero del Altiplano, esa imagen que quizá pueda desdoblarse en varias personas que se coludieron para que la obra perfecta se realizara sin contratiempos, para que el movimiento cronométrico transcurriera sin sobresaltos. Porque cuando la cabeza de un sistema político está mal, todo el cuerpo institucional resiente y asimila sus dolencias. La fuga es fruto de la debilidad institucional de un sistema corrompido, en el que su figura central, vértice del poder —el Presidente de la República—, está tocado en su integridad personal y política. Un gobierno agotado a la mitad de su mandato; derruido el último resquicio de credibilidad y confianza.
Por eso mismo parece que la fuga no traerá ninguna consecuencia legal para los responsables de la seguridad del país. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; el comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido y el titular del Cisen, Eugenio Ímaz, siguen en sus cargos. Lo que para Peña Nieto sería “imperdonable” se volvió “dispensable”, aquello que sería “algo más que lamentable” ahora se detiene en la responsabilidad de los custodios y los encargados de la vigilancia del penal. No obstante que el Presidente le preguntaba “todos los días al titular de Gobernación, ‘¿lo tienes bien vigilado? ¿estás seguro?’”, éste no será removido. La complicidad del régimen está sellada con casas multimillonarias compradas a un constructor favorito del gobierno.
El secretario de Gobernación tiene un indeclinable compromiso con la Patria; su deber de cuidarnos es irrenunciable, no piensa dejarnos a la deriva o lo que sería peor, en manos de Beltrones o Luis Miranda. La corrupción traza su cinismo: “Su servidor tiene una responsabilidad con el país, y quiero decirles que los momentos de crisis no son para renunciar, son para enfrentarlos, y ha sucedido un evento muy delicado que debemos investigar, sancionar y por supuesto la recaptura de este delincuente”. Una gran parte de la opinión pública sigue maravillada por el súper Chapo Guzmán. En Culiacán, Sinaloa, se celebra una misa por su reconquistada libertad. Pero es la corrupción, la enorme tragedia de los días que corren.
Senador del PAN
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