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Vecinos de celda
José Sánchez Villalobos, el “maestro de los túneles” que construía y administraba los narcopasajes del Cartel de Sinaloa, estaba encerrado junto a “su patrón” “El Chapo” en el penal de El Altiplano, dice The New Yorker
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de julio (SinEmbargo).– José Sánchez Villalobos, un operador del Cártel de Sinaloa conocido por construir y administrar los narcotúneles de esa organización criminal en la frontera con Estados Unidos y que se encuentra preso en la misma sección del penal de El Altiplano en la que estaba Joaquín Loera Guzmán, pudo ayudar a coordinar el escape de su jefe desde el interior de la prisión, publica The New Yorker al referir que el túnel por el que se fugó ”El Chapo” comparte las mismas características de las construcciones realizadas por Villalobos.
“Sánchez Villalobos se encuentra recluido en la misma sección de alta seguridad de la prisión del Altiplano de la que Guzmán huyó el mes pasado. Los hechos acerca de la fuga de Guzmán, junto con varias preguntas sin respuesta, ¿Podía comunicarse con otros presos a través de los barrotes de su celda? ¿Por qué nadie escuchaba cavar?, proporcionan pistas para los teóricos de la conspiración. Si Guzmán tenía un teléfono celular a pesar de las reglas de la prisión, es posible que Sánchez-Villalobos también y que ayudara a coordinar el túnel de escape desde el interior. Muchos elementos de los túneles de contrabando en Otay Mesa –la profundidad, los sistemas de iluminación y ventilación, la madera apuntalada alrededor del eje de entrada– parecían ser replicados en el túnel de escape de Altiplano”, escribe Monte Reel en la edición del 3 de agosto.
El medio recuerda cómo en mayo de 2010, agentes del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos comenzaron a escuchar las llamadas de un integrante del Cártel de Sinaloa identificado como Enrique. “Él y los otros operadores utilizaban varios apodos para referirse a sus jefes. Alguien que llamaron como Quirino [quien después sería identificado como José Sánchez Villalobos] parecía estar a cargo de un importante proyecto de túnel”, escribe Reel.
Detalla que en ese momento los agentes creían que los túneles que se construyeron entre Tijuana y Otay Mesa eran realizados por células de construcción vagamente afiliadas a Sinaloa, pero sin relación entre sí. No obstante, dos detenciones realizadas en noviembre de 2010: la de un hombre que transportaba mariguana y la del jefe de un almacén dieron con llamadas que ambos hicieron al tal Quirino, lo cual hizo evidente que no había más que una célula de la construcción y que Quirino era su jefe. “Parecía estar a cargo de todos los aspectos de los supertúneles de Sinaloa: el almacenamiento de las drogas en Tijuana, la construcción y los horarios del transporte, alquiler y compra de almacenes en ambos lados de la frontera”.
The New Yorker recuerda que a principios de 2012, la policía mexicana arrestó a Sánchez Villalobos en Zapopan, Guadalajara, quien fue identificado como director financiero del Cártel de Sinaloa a cargo de la región fronteriza de California. “Los pocos datos que surgieron fueron consistentes con una caricatura de un jefe del cártel: se decía que era dueño de una pista de carreras, en la que condujo a su colección de Aston Martins, y que mantuvo una pantera bebé como mascota”, detalla la publicación.
En diciembre de 2013, un tribunal mexicano ordenó que Sánchez-Villalobos fuera extraditado a los Estados Unidos, a lo que Quirino apeló. “Estas batallas legales pueden tomar años, y Enrique Peña Nieto, el Presidente de México, ha sido reacio al dejar a los prisioneros mexicanos fuera del país. (Queda por verse si la vergüenza por la segunda fuga de Guzmán ablandará la postura de Peña Nieto). De acuerdo con los registros de inmigración, en el momento de su arresto en México, Sánchez-Villalobos era un residente permanente legal de los EU”, reseña la prestigiada revista.
Detrás de las construcciones de túneles que Villalobos dirigió en la frontera entre Baja California y San Diego, están las historias de personas que fueron obligadas a trabajar para el Cártel de Sinaloa en la edificación de estas obras. Sobre estos relatos también da cuenta la revista neoyorquina. Menciona que agentes fronterizos de seguridad, inteligencia y migración de EU han encontrado dos de estos túneles por año mediante operativos en los que han sido arrestados operadores del Cártel de Sinaloa de bajo perfil.
Dice que estas detenciones han dejado ver que, incluso dentro de la organización criminal que encabeza “El Chapo”, la información es compartimenta de modo que cuando los trabajadores se encuentran atrapados y tentados con acuerdos con la Fiscalía de EU no pueden divulgar muchos datos”.
“Investigaciones recientes, incluyendo un caso pendiente que involucra a un hombre que se cree que ha sido el operador de más alto rango involucrado en los túneles, han proporcionado algunas respuestas. Sherri Hobson, un fiscal federal en San Diego, me dijo: ‘Creo que es un muy pequeño grupo de miembros de la élite del cártel que están haciendo esto. Este es un trabajo muy sofisticado. Mucha gente piensa que tiene una pala y cavan. Esa no es la forma en que funciona’”, escribe Monte Reel.
The New Yorker da cuenta del caso de Fernando, un joven de 19 años de edad, que en diciembre de 2012 acudió a una pizzería de un centro comercial de Tijuana a pedir trabajo. En ese lugar, mientras él llenaba su solicitud de empleo, un desconocido entró a la tienda. “Según declaraciones recogidas más tarde por las autoridades mexicanas, el hombre entregó a Fernando su número de teléfono y le preguntó si quería un trabajo de limpieza de una tienda de conveniencia”.
“La publicación refiere que en ese tiempo otros dieciséis hombres cayeron en la misma trampa. “Al otro lado de Tijuana, en las estaciones de autobús y en las esquinas ocupadas, fueron atraídos a la bodega por la perspectiva de empleos temporales. Algunos dijeron que se les había prometido un paso seguro a través de la frontera a cambio de unas pocas horas de trabajo de construcción. Fernando era el más joven de ellos, y uno de los dos únicos nativos de Tijuana. La mayoría eran trabajadores de interior rural de México que había viajado al norte en busca de oportunidades”.
Los trabajadores dijeron que el supervisor del proyecto se hacía llamar Carlos, estaba en sus treinta y tantos años y tenía un bigote ralo y una gorra de béisbol calada sobre la frente. “Carlos dividía a los hombres en dos grupos. Fernando trabajaba el turno de día, desde 06 am hasta las 6 pm; en la noche, dormía en el almacén con el resto de sus compañeros. Carlos les llevaba la comida y se aseguraba de que nadie salió del edificio·.
“La mayor parte del tiempo, cinco o seis hombres trabajaban dentro de la cámara, alargando un túnel con palas eléctricas de mano y llenando bolsas de arena con tierra y rocas. Otros tres trabajadores arrastraban las bolsas utilizando un ascensor improvisado con una jaula grande de metal conectado a un sistema de poleas eléctrico. Los sacos de arena eran apilados en palés de madera en el muelle de carga”, precisa The New Yorker.
Menciona que de vez en cuando, Carlos estuvo acompañado por otras personas, que llevaban pasamontañas y que amenazaban con golpear a los trabajadores si su progreso hacia el norte se frenaba.
Sin embargo, en febrero de 2013, el Ejército mexicano, que actuó por una denuncia anónima, irrumpió en el almacén en Tijuana. La primera persona que encontraron fue un joven de veinticinco años de edad, de nombre Juan José, sorprendido mientras estaba en un cuarto de baño con el rostro cubierto en polvo.
“Cerca de allí, dos hombres sacaban sacos de suciedad en el ascensor. Mientras los soldados hablaron con los hombres, otros cuatro permanecieron en la cámara, preguntándose por qué estaba tomando tanto tiempo el ascensor para volver abajo. Con el tiempo, todos los trabajadores fueron llevados para ser interrogados, pero ninguno afirmó tener conocimiento de las drogas o el contrabando”, publica el medio.
Dice que Carlos podría haber sido capaz de decirle a la policía más, pero, de acuerdo con los trabajadores había dejado el edificio veinte minutos antes, “para ir a la tienda.” En base a la ubicación y el diseño del túnel, la policía asumió que era el obra del cártel de Sinaloa, pero no hizo más arrestos.
The New Yorker dice que Fernando y los demás buscadores fueron trasladados a la prisión de La Mesa, cerca de cuatro millas de la bodega, en la que todavía se encuentran detenidos.
“Es posible que hayan tenido la suerte de ser arrestados. Joseph Dimeglio, el jefe de la Fuerza de Tarea del túnel, me dijo que, cuando se termina un túnel, los excavadores son a veces recapturados y obligados a trabajar en otro proyecto. Otras veces, dijo, “el cártel los saca, y ya sabes, se deshace de ellos’”, relata Reel.
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