La Jornada
Astillero
El orgullo de EPN
¿Sangre y espectáculo?
Nuño y las bravuconadas
Julio Hernández López
Urgido de tirar lastre para intentar el salvamento de la nave, Enrique Peña Nieto ha lastimado a varios de sus compañeros originales de viaje, sin ofrecer compensaciones inmediatas e incluso con visos de pretender un reparto generalizado de pérdidas que obviamente no deja satisfechos a quienes creían estar montados en un carrusel fabuloso de ganancias que duraría todo el sexenio en curso. Un primer damnificado ha sido el empresario favorito, Juan Carlos Hinojosa Cantú, a quien tanto daño ha hecho la súbita exposición al escrutinio público que se le han caído negocios espectaculares, como el del tren ligero de México a Querétaro, en el que hacía equipo con una firma china y con otros mexicanos bien vistos en Los Pinos. Otro gran capital cuya suerte se ha visto afectada es el de Roberto Alcántara, el jefe del Grupo Toluca, a quien parecía encaminarse una de las dos concesiones de televisión abierta y que finalmente no apareció directamente en la terna finalista.
Sin embargo, algo más de fondo pareciera haberse movido de lugar en esa relación de complacidas conveniencias entre los dos poderes rectores, el político y el electrónico, de tal manera que el ministerio oficial de la información ha decidido adjudicarse una insólita libertad condicionada y algunas de sus figuras más conocidas han aparecido en comentarios "personales", "independientes", haciendo ciertos simulacros de crítica al peñismo, a su ejercicio deficitario de gobierno y a sus puntos más sensibles, como el de la mansión con visos de comisión que le fue descubierta a Angélica Rivera Hurtado. Ayer, por ejemplo, el cómico Eugenio Derbez se afanaba en jurar que los comentarios hechos en el marco del Teletón, defendiendo dicho sistema de recaudación televisada, pero añadiendo ciertos toques de "crítica" a los intereses de Los Pinos, había sido producto de su personal criterio y no una instrucción de sus dominantes jefes, encabezados por Emilio Azcárraga Jean. La lectura que el actor hizo desde un teleprompter habría sido en realidad una maniobra casi de clandestinaje guerrillero, según el relato de un Eugenio volcado en que no hubiera una lectura de los hechos Al Derbez.
Higa sido como higa sido (así reza la versión inmobiliaria del famoso dicho calderonista), Peña Nieto hizo pública profesión de fe azcarraguista en un encuentro sobre comunicación social que organiza la propia empresa en cuestión, Televisa. Para algunos, reconoció el mexiquense, “pudiera… pensar que es equivocado hacer un reconocimiento a esta gran empresa mexicana. Pero para el Presidente de la República es motivo de orgullo” dicha firma, a la que ratificó su "gratitud y reconocimiento". En el foro al que asistió con carácter de promovente Mariano Rajoy, el derechista presidente español, Peña Nieto hizo otras declaraciones con ánimos de generalización universal, ya imbuido del aire plurinacionalista de la cumbre iberoamericana también realizada en Veracruz.
Ese rumbo de complicidades reformistas que en realidad sólo benefician a las mismas cúpulas en jaleo consigo mismas, pero finalmente siempre gananciosas, fue reivindicado de manera grosera e incluso amenazante por alguien cuya cercanía e influencia con Peña Nieto hace suponer que comparten visiones y estrategias. Aurelio Nuño es el jefe de la oficina de la Presidencia de la República y según sus promotores ha adquirido un poder que le colocaría casi al nivel de la dupla virtualmente vicepresidencial, la que forman Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray.
Pues bien, el muy cercano, casi en sintonía telepática, ha dicho al diario español El País, en reportaje bajo la firma de Luis Prados y Jan Martínez Ahrens, que "no vamos a sustituir las reformas por actos teatrales con gran impacto; no nos interesa crear ciclos mediáticos de éxito de 72 horas. Vamos a tener paciencia en este ciclo nuevo de reformas. No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas".
Resulta muy revelador que ese análisis al alimón (Nuño y Peña, englobados en el "nosotros usado por el primero) adjudique a la plaza pública", es decir, a las manifestaciones y protestas públicas, callejeras, un ánimo demandante de "sangre y espectáculo". Esos funcionarios unidos (una doble eñe) no se conduelen de la sangre verdadera que ha sido derramada en el caso Ayotzinapa, pero no sólo en ése, y confirman que no han entendido las motivaciones, el sentido y la trascendencia de las movilizaciones y sus verdaderas exigencias, que no buscan sangre ni espectáculo, sino todo lo contrario.
También llama la atención la desproporcionada valía asignada por el influyente personaje palaciego, Nuño, a las críticas de ciertos "articulistas". Desproporcionada referencia porque la mayoría de los medios de comunicación tienen alineadas sus baterías de "articulistas" en pro del peñismo, reconociendo ciertos errores en la operación gubernamental (como el propio Nuño lo hace en el reportaje que se puede leer en http://bit.ly/1wN8dtY ) pero beneficiando a fin de cuentas a Los Pinos. También sería importante que Nuño explicara cuáles son las "bravuconadas" a las que se refiere, quién las pronuncia y qué castigo proporcional reserva para esos rijosos. Y, luego de ver que Osorio Chong ha ofrecido solidaridad y justicia (¡oh!) a familiares de los 43, ¡hasta mañana!
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