¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Los cerdos vuelan
Francisco Rodríguez
Indice Político
Personalmente
estoy fascinado con la discusión de altura que cuando menos un par de
legisladores panistas han entablado para deleite y gozo del respetable
público siempre ávido de duelos intelectuales.
Antipactista y por supuesto requetecalderonista, el controversial y
controvertido senador poblano Javier Lozano Alarcón ha lanzado su pica
en Flandes criticando permanentemente la actitud propositiva, que él
considera servil, de su dirigente partidista Gustavo Madero.
Por tal ha recibido una respuesta categóricamente kantiana del pactista
guanajuatense Luis Alberto Villarreal —quien pastorea a los diputados
federales blanquiazules— que no deja lugar a dudas sobre el debate de
altos vuelos que priva al seno del partido que desbarataron, cada cual
en su momento, Vicente Fox y Felipe Calderón: “A chillidos de puerco,
oídos de carnicero”.
Categóricamente kantiana, pues, esta aseveración merecería ser analizada a la luz de distintas variables.
Una primera, ¿por qué emplear metáforas sanguinarias que mueven a pensar
en cuchillos y cuando pudo haber hecho uso de alguna otra variante del
“a palabras necias, oídos sordos”? ¿Por qué no una etílica que tan de
moda estuvo en la Casa Grande los anteriores años? ¿No habría quedado
mejor un “a palabras de borracho, oídos de cantinero”?
Son éstas, entre otras muchas, las disquisiciones que me magnetizan y de
vez en vez me embrujan, sobremanera cuando el origen son estas
declaraciones que esclarecen el alto nivel de los otrora llamados padres
de la Patria.
¿Y por qué el cerdo y no un burro o un búho de los que colecciona Lozano?
¿Por qué puerco y no chancho, cochi, cuino, gorrino, tunco o, sencillamente, marrano?
Creo que algún investigador debería entrevistar al sanmiguelense
Villarreal para que ahonde, profundice, y aclare el porqué los términos
de su tan sesuda respuesta a Lozano Alarcón.
Pudiera ser que, como dice un viejo refrán castellano, “a veces hasta un
cerdo ciego encuentra una bellota”. O ¡bingo!, que diríamos ahora.
Calderón en la disputa
Amores puercos aparte, al seno del PAN se da desde hace meses una
especie de pleito sobre el lodazal heredado entre cuando menos dos
grupos. Los calderonistas, que son pocos pero muy vistosos y ruidosos
–el caso de Lozano, sí, pero también la hermana del ex ocupante de Los
Pinos, motejada “La Cocoa”—, y aquellos otros que lo responsabilizan de
la debacle de un partido que, dos ocasiones consecutivas, una de ellas
“haiga sido como haiga sido”, llegó al pináculo del poder político en
México… y lo dilapidó.
Son mayoría quienes responsabilizan al michoacano de la pérdida de ese
poder. Pero tienen menos visibilidad, hacen poco ruido y, cuando se
atreven –como el caso del diputado Villarreal— yerran el tiro al
trivializar sus críticas.
¿No le gustaría a usted que nuestros debates políticos tuvieran un poco
de ingenio ahora perdido, de cierta sagacidad para desautorizar al
contrario? ¿No está de acuerdo conmigo en que la rapidez mental y la
agudeza son mejores armas políticas que el mero insulto?
De entrada, para emerger y subsistir, el ingenio requiere reflexión y
análisis, virtudes políticas por excelencia, y en general va acompañado
de la ironía que ayuda a distanciar los problemas lo suficiente como
para poder verlos con mayor claridad, todo lo cual hace que el debate
sea fructífero y aumente el interés de la gente por la cosa pública.
El insulto, en cambio, el agravio, al carecer de raciocinio,
investigación, diagnóstico y comprobación, si bien al principio
sorprende y escandaliza, cuando al cabo de muy poco se convierte en
costumbre pierde el sentido y aburre. Y lo que es peor, se contagia.
Se me dirá que no todo el mundo tiene la capacidad ni la inteligencia
suficiente para elevar el discurso a esas alturas. Sin embargo, no hay
que olvidar que el ingenio, como la memoria y la energía e incluso la
inteligencia, se agudizan con el ejercicio. Para insultar y
descalificar, lo único que hace falta es encono, y el encono ni convence
ni favorece a nadie.
Asistimos a una lucha encarnizada por el poder. Por mucho menos nuestros
antepasados sacaban piedras y ramas de árbol, y se lanzaban a los
bosques a luchar y defender con sangre a su jefe. La democracia y sus
poderes legislativos se hicieron para que los guerreros trasladaran sus
luchas al terreno de la palabra, el diálogo, la argumentación, el
debate, pudiendo afilar cuanto quisieran sus armas dialécticas una vez
analizados los argumentos de los oponentes.
Pero no. El insulto parece haberse quedado a medio camino entre las
piedras, palos y la dialéctica. No hay sangre, es verdad, pero tampoco
hay inteligencia.
Ahora sólo vemos cómo los cerdos vuelan, ¿o no?
Índice Flamígero: Leo en una entrevista que “para el senador panista
Ernesto Ruffo Appel, a raíz de los resultados electorales presidenciales
pareciera que se abrió un debate interno entre ‘calderones’ y
‘maderos’, por lo que consideró que Acción Nacional debe anteponer los
intereses de los ciudadanos.” Palabras, palabras, palabras.
www.indicepolitico.com/ pacorodriguez@journalist.com
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