La Jornada
El obispo añade que el plan era eliminar la base social del movimiento
El Pentágono ordenó la matanza en Acteal, denuncia Raúl Vera
Leopoldo Ramos
Saltillo, Coah., 23 de diciembre. La
matanza de Acteal formó parte de una estrategia contrainsurgente que el
gobierno mexicano recibió de Estados Unidos para aterrorizar a la base
social del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y eliminar del
escenario a los representantes de la Iglesia, por ser testigos que daban
seguimiento puntual a las acciones del Ejército mexicano, denunció el
obispo de Saltillo, Raúl Vera López.
“El Ejército calculó mal su estrategia. Fueron clichés que le dio por escrito el Pentágono y consistía en su guerra de baja intensidad. No había supervisión de nadie, pero sabían que la Iglesia podía ser un factor muy importante y cuando iniciaron su guerra de baja intensidad, a los sacerdotes extranjeros los expulsaron. De un día para otro les aplicaron el artículo 33 (constitucional).
Llegué (a la diócesis de San Cristóbal) en 1995, en octubre, y habían iniciado su guerra. Don Samuel Ruiz ya nos había advertido en la comisión de paz que estaban previendo el inicio de una estrategia de la que no querían testigos, porque a los sacerdotes extranjeros los expulsaron y a los otros les pusieron orden de aprehensión.
El entonces obispo coadjutor de la diócesis chiapaneca, quien llegó a Saltillo tres años después de la masacre del 22 de diciembre de 1997, consideró que en su intento por aniquilar a los zapatistas, aun cuando habían abandonado la posición beligerante que mostraron en su surgimiento, el gobierno mexicano
jugó con el librito, pero no le funcionó.
Tenían el guión, dijo, “pero ese librito hablaba para unas circunstancias, acá nosotros le íbamos dando seguimiento a todo el proceso de militarización, al caso de Los Altos de Chiapas y a cómo estaban cercando una zona donde la base social era totalmente partidaria del zapatismo.
La estrategia contrainsurgente consistía en quitar el agua al pez para que muera, era contra la base social. Nosotros íbamos dando seguimiento, la teníamos bien identificada, teníamos una serie de análisis. La diócesis tenía una reunión semanal. Teníamos información desde la base y sabíamos todo lo que estaba pasando.
A su juicio, el gobierno federal creyó “que sólo siguiendo su librito no iba a pasar nada. Que los indígenas se iban a aterrorizar y que, digámoslo así, con eso iban a poner a los insurrectos contra la pared.
Y como ya no tendrían base social iban a firmar la paz bajo las condiciones que les impusieran, pero sucedió todo lo contrario, porque como Iglesia ya estábamos muy cerca de eso, denunciamos con oportunidad a todo el aparato contrainsurgente que tenían con los paramilitares.
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