La Jornada
Las baladronadas de Elba Esther
Luis Hernández Navarro
¡Bla, bla, bla...!
Quiso hacer patente su malestar por el trato que el gobierno federal le
ha dado y reafirmarse ante los suyos. Ejerció el democrático derecho al
pataleo. Pero, a fin de cuentas, el desplante resultó una baladronada.
El pasado 21 de diciembre, Elba Esther Gordillo anunció un plan de
resistencia pacífica y dignacontra la reforma educativa aprobada por el Congreso de la Unión. La movilización –anunció– comenzará el próximo 5 de enero.
La profesora Gordillo no hizo estas declaraciones en una negociación con el gobierno de Enrique Peña Nieto. Tampoco, a través de sus representantes en la Cámara de Diputados. No. Dijo lo que dijo durante la clausura de la 35 sesión extraordinaria del Consejo Nacional del SNTE, en el que participaron 300 delegados afines a ella. Fue a ellos a quienes se dirigió.
No es la primera ocasión en la que la maestra amaga con efectuar vaciladas por el estilo. A fines de mayo de 2002, en pleno gobierno de Vicente Fox, Rafael Ochoa Guzmán, entonces secretario general del sindicato magisterial, informó a la opinión pública sobre el inicio de una
huelga trabajando, para protestar por el bajo incremento salarial otorgado al magisterio y la falta de presupuesto al sector educativo.
Según Ochoa Guzmán, hay diferentes formas de hacer huelgas:
Unas son de hambre, otras son parando labores, la de nosotros será trabajando. Se trata –dijo– de un movimiento
a la japonesa, que consiste en que algunos maestros se pongan botones y listones en el brazo durante un mes en señal de protesta.
“La huelga trabajando –señaló–, a diferencia de las manifestaciones clásicas de inconformidad, se caracteriza por ser una protesta responsable, pues la hacemos sin lastimar a terceros, sin incumplir con las obligaciones laborales, respetando el calendario escolar y reafirmando nuestra indeclinable voluntad de luchar por mejores condiciones profesionales, laborales y de vida, sin desatender el compromiso fundamental, la tarea de educar”.
La protesta del SNTE, por supuesto, nada tuvo que ver con las huelgas japonesas. Si bien es cierto que los trabajadores nipones manifiestan su inconformidad ante la empresa sin suspender labores, trabajando las mismas horas de siempre, pero –ahí está el detalle– lo efectúan sin prestar atención a lo que hacen y fabrican mercancías de mala calidad, que provoca en las empresas devoluciones masivas de los productos y pérdida de prestigio de la marca.
huelga japonesade los elbistas en 2002
terminócon una negociación que evoca los contenidos de la actual reforma educativa. Diez años después, la historia parece repetirse. El desenlace de entonces proporciona pistas para ver como concluirá la
resistencia pacífica y dignade la profesora Gordillo.
El 8 de agosto de 2002, después de un mes de listones en el hombro, el SNTE y el gobierno federal firmaron –junto a otros actores– el Compromiso Social por la Calidad de la Educación, que se propuso elevar la calidad de la educación y contar con herramientas confiables de evaluación educativa. Las consecuencia de ese pacto fue la creación, por decreto presidencial, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), y el diseño y puesta en práctica del Programa Escuelas de Calidad, financiado con fondos del Banco Mundial.
Entre los saldos de esa negociación hay dos que merecen destacarse por su significado práctico. Reyes Tamez Guerra, el entonces secretario de Educación Pública, fue electo como senador de la República como parte del Partido Nueva Alianza (Panal), brazo electoral de la maestra. Fernando Bribiesca Sahagún, hijo de la esposa de Vicente Fox, es actualmente diputado federal por parte del mismo partido.
En esta ocasión el SNTE no va a sacar a los maestros a la calle, por más descontento que la reforma esté provocando entre los trabajadores de la educación de la base. Si los moviliza, Elba Esther no podrá diferenciarse de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), tarea a la que ha dedicado muchos recursos y esfuerzos. Corre, además, el riesgo de que los docentes la rebasen por la izquierda.
Pero, además, no lo va a hacer porque la reforma no desafía la parte sustancial de su poder: el monopolio de su representación gremial. En el mismo consejo en el que anunció la
resistencia pacífica y digna, la profesora Gordillo mostró la toma de nota que la reconoce como la representante legal de los maestros del país.
La reforma toca de lado la estructura de la Secretaría de Educación Pública y de las secretarias de enseñanza estatales. El enorme ejército de jefes de sector, jefes de enseñanza, inspectores, directores de escuela y subdirectores de escuela, que son la correa de transmisión, de control y mando del aparato escolar, seguirá en su mayoría bajo en manos del SNTE y de la nomenclatura educativa estatal. Se calcula que entre 90 y 95 por ciento de esos funcionarios en el país forman parte de las redes de poder locales tejidas desde el maridaje cómplice del sindicato elbista y las autoridades educativas en los estados.
Es cierto. La maestra está enojada por el trato que el secretario de Educación y los operadores del gobierno federal le dieron. Está preocupada por el descontento que la reforma provocó entre los maestros de base. Necesitaba dar un
golpe de efecto. Ya lo dio. Pero no está en sus planes romper su alianza con Peña Nieto. Sus baladronadas difícilmente irán más allá de sus declaraciones.
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