¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Nada que celebrar
María Teresa Jardí
No sé si alguna vez los mexicanos habremos tenido razones para celebrar
la llegada de un nuevo año. Nos las hemos inventado, es claro, porque
para los humanos es difícil renunciar a la esperanza, incluso, en
situaciones que anuncian que lo peor espera a la vuelta de la esquina.
Se han hecho películas que hablan de esperanza, hasta en los campos de
concentración fascistas. Pero como van las cosas en el mundo, es difícil
esbozar algo bueno para la humanidad en lo que resta del siglo que iba a
ser el de la esperanza y que a unos años de su inicio, ya se perfila
para ser el de la condena para millones que no tienen cabida porque así
lo ha decidido el puñado de mafiosos transnacionales que el mundo maneja
como bien propio.
Nada que celebrar, en particular los mexicanos que hemos sido condenados
por entreguistas desgobernantes a modo que, a cambio de impunidad
garantizada para la corrupción inaudita con la que se maneja la clase
política, han convertido al país en un Estado fallado donde la muerte
tiene permiso para llevarse adelantadamente a quien le parezca con
simplemente cruzarse con uno de los múltiples grupos paramilitares que
en el país operan, creados por los que manejan el poder con la garantía
que les da la impunidad de ser impuestos por los poderes fácticos
convertidos en el Gran Hermano que ha cancelado la capacidad de pensar
en los mexicanos.
Viene de lejos la imposición del Estado fallido en que se ha convertido a
México. Se bajó la educación desde Echeverría, de manera clara, como
decisión de Estado. Y los mexicanos, ocupados entonces en contar
perseguidos, desaparecidos y encarcelados políticos, no nos preocupamos
por lo que se hacía con la educación. Aún existían muchas cosas y los
hijos de algunos subieron despreciando “la caja idiota” que además en
sus casas no tenían y, por ende, no veían. Pero igualmente, la
telebasura ya se alzaba como la gran deseducadora social, a la para que
se bajaba la educación escolarizada hasta haberla convertido en menos
que en nada, llegando al punto de que, además de ser productora de
analfabetas, “el bullying” es cotidiano y tolerado porque se trata de
convertir a los niños en futuros sicarios y los que en casa han
aprendido que dialogando se resuelven los problemas son agredidos, al
punto de que hoy lo sensato, si se quieren formar seres sensibles y
pensables, es no llevarlos a la escuela y propiciarles en casa los
conocimientos, que, de todas maneras, no les van a enseñar los maestros,
igual de impreparados, como se ha decidido, desde el Estado, que salgan
los alumnos, en particular que asisten a las escuelas públicas, que hoy
se encuentran en manos de la Gordillo, como parte de sus muchos
negocios.
Son años de bajar de nivel a todo y se necesitan siglos para volver a
mediados del veinte, con las carencias de entonces que igual a la
distancia se ven como haberes.
En entender, la inmensa mayoría marginada, que no tenemos nada, que
arrasaron con todo, que nos lo han quitado todo, que contaminaron a la
sociedad al punto de haberla convencido de que lo anormal, es lo normal y
que los que estamos mal somos los que no aceptamos ver como normal, lo
anormal, el pueblo mexicano, lo que quede de él para cuando se entere la
mayoría domesticada por el poder fáctico narcotelevisivo, se juega el
futuro.
Nada que celebrar ni el año que hoy termina como fin del sexenio de
horror impuesto por la derecha panista, como la parte asesina a la que
le tocó impulsar, con un demente criminal como cabeza, Felipe Calderón,
impuesto por su afán de derramar sangre, que además a México dejó
endeudado y doblemente empobrecido, y a eso que seguimos coloquialmente
llamando república convertida en un gran cementerio.
Nada que celebrar a manera de bienvenida del año que el 1 de diciembre
mostró la cara de lo que será el sexenio peñista, con la represión de
regreso contra todo ser pensante que no se encuentre dispuesto a dejar
incluso de denunciar que en México están de regreso los perseguidos
políticos y los escuadrones de la muerte que ese día, a manera de los
halcones echeverristas, retornaron como aviso del regreso de la Brigada
Blanca que empezará su retorno siniestro cualquier día
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