viernes, 17 de abril de 2015

Somos muchos países al mismo tiempo

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!

El México mafioso
Adrián López Ortiz

México es uno y, al mismo tiempo, muchos países distintos.

Existe el México de los millones de pobres, ese México de la mayoría que quiere pero no puede. También existe el México de la clase media que quiere y puede, pero no le alcanza, pues es todavía muy pequeño.

Y existe ese tercer México que puede… pero no quiere. El México de las élites, de los cotos de poder y los privilegios. Un México lleno, hasta sobrado, de recursos materiales pero carente de la voluntad necesaria para cambiar las cosas. Ese es el México mafioso. No puedo llamarlo de otra manera.

La palabra es dura pero hay un México mafioso. Mafioso en el sentido amplio del término. La mafia entendida como la define Diego Gambetta: el estado de fuerza, el dominio del hombre fuerte. El comercio de la fuerza y la protección.

No exagero, hechos recientes lo confirman:

Hace unas semanas, en Guerrero, un padre de familia cuelga en la plaza pública una manta pavorosa:
“Le pedimos de favor ayúdenos a dar con el paradero de nuestros hijos porque este mal gobierno no ha sido serio con nosotros”.

La petición es para que un líder del Cártel de Los Rojos les dé respuestas sobre su hijo desaparecido hace ya seis meses en Ayotzinapa. Respuestas que las autoridades, desde el Ministerio Público hasta el Presidente, han sido incapaces de proporcionar.

En Sinaloa, el Director de la minera canadiense McEwen Mining, propietaria de la mina El Gallo, denunció que la compañía tiene que pedir permiso a los cárteles que controlan la sierra para que se les permita trabajar:

“Los cárteles están ahí. Generalmente tenemos una buena relación con ellos. Si queremos ir a explorar a algún lado, les preguntamos, y te dicen: no, pero regresen en un par de semanas después, cuando terminemos lo que estamos haciendo.

En Oaxaca, la fracción más radical de la Coordinadora nacional (CNTE) decide cuando y cuando no, pueden impartirse clases en las escuelas públicas del estado.

Casos aislados, han dicho las autoridades. Error de interpretación, dijo el mismo McEwenpara desdecirse de sus declaraciones ante el temor de verse involucrado con el crimen organizado.

Casos concretos que son la encarnación de una realidad más complicada y dura. La realidad de un país en el que no gobiernan las instituciones sino las mafias. Y como el estado es incapaz de ofrecer respuestas, entonces, como lo hiciera el padre de familia guerrerense, habrá que pedírselas a la mafia.

Hace unas semanas, el Instituto para la Economía y la Paz presentó el Índice de Paz 2015 para México. Los datos son, otra vez, preocupantes.

En el balance México apenas mejora en sus niveles de paz, seguimos 18% debajo de los niveles registrados en 2003. El estado más pacífico del país es Hidalgo y la zona metropolitana más violenta es Culiacán, Sinaloa.

Sin duda hay avances relevantes, como la reducción de 30% en la tasa de homicidios en los últimos dos años.

Pero seguimos muy lejos de los niveles de paz y convivencia civilizada a los que debe aspirar un país que se dice democrático como el nuestro.

Los focos rojos van desde la posible la cancelación de las elecciones federales de 2015 en ciertos municipios del país dominados por el crimen organizado; el estado de censura en que trabajan la mayor parte de los medios de comunicación de muchos estados como Tamaulipas, Michoacán, Veracruz, Quintana Roo o Sinaloa; y el férreo control de Oaxaca, Guerrero y Chiapas por los movimientos magisteriales mientras la SEP y sus gobernadores dejan pasar.

También es cierto que hay señales de aliento: los homicidios siguen bajando, aunque analistas serios coinciden en señalar que dicha tendencia no obedece a la acción coordinada de las autoridades en materia de eficacia policía, procuración y administración de justicia, sino a otros factores más bien inerciales como la disminución de la rivalidad entre carteles.

Mucho de esta situación puede explicarse con el reconocimiento de la existencia de ese México mafioso que corrompe, extorsiona, coopta, asesina, secuestra. Ese México que los gobiernos de todos los niveles se empeñan en negar ante la opinión pública cuando en realidad forman parte de sus filas.

No podemos olvidarlo: para que la mafia se fortalezca se necesita una estructura institucional formal que la posibilite.

Las movilizaciones violentas, así como el control y comercio de plazas que ejerce la Coordinadora en el sur del país sería imposible sin los recursos que la SEP les proporciona. Los carteles del narcotráfico no existirían sin la protección de policías, jefes de seguridad, alcaldes y gobernadores. Piense usted: allí donde existe un mafioso del lado oscuro, hay siempre un cómplice del lado “claro”.

Ese México mafioso es el responsable directo de muchos de los retrocesos y los pocos avances de este país en materia económica y política. Curiosamente, es un México pequeño en términos poblacionales, pero es grande en poder y dinero. Muy grande.

Ninguna nación logra avanzar a la velocidad correcta si permanece cooptada por las élites y las mafias. Es urgente y necesario que los mecanismos de acceso y control del poder se democraticen. Para ello tenemos que desarticular, una por una, a esas mafias que nos explotan a diario. Son grandes, pero tampoco son invencibles.

Veo a dos actores fundamentales para ello. Por un lado hacen falta medios de comunicación independientes dispuestos a la investigación y difusión de los hechos de corrupción, crimen organizado, tráfico de influencias y conflictos de interés. Es cierto, no hay garantías para el ejercicio, pero la verdad es que no hay de otra.

Hace falta también una ciudadanía dispuesta a la denuncia. Una ciudadanía comprometida con evidenciar y señalar a los líderes de esas mafias. Por supuesto, también con los precios que eso implica. A veces no se necesita gran cosa, basta recordar el caso del ciudadano cuyas fotos llevaron a la renuncia de David Korenfeld, titular de CONAGUA, por hacer uso privado de un helicóptero público.

Otras veces los precios son mas altos, recordemos a los bloggers muertos y desaparecidos de Valor por Tamaulipas. Sin ellos seguramente el amplio operativo de seguridad en ese estado no existiría.

Los ciudadanos de a pie tienen la opción de hacer la diferencia en un país donde los grandes medios hacen gacetillas de los gobernantes, la oposición calla mientras recibe dádivas y la mayor parte de los líderes empresariales son parte del discurso oficial.

Se sabe también y es obvio: las mafias no suelen encontrar oposición en las estructuras que controlan.  El comercio de la protección y los privilegios es un argumento difícil de refutar. Más bien las mafias suelen toparse con la ciudadanía organizada, con una sociedad civil vibrante.

Cierro.

Frente a ese México mafioso, la responsabilidad toca a medios independientes y ciudadanos. Sirve recordarlo en épocas electorales, que los mesías y salvadores ya mostraron de qué están hechos.
(SINEMBARGO.MX)

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