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La soberbia: "Carlos de México"
Francisco Rodríguez
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Sentía que enormes franjas de la población no lo aceptaban, posiblemente por su aspecto de perinatal prematuro, por su bien ganada fama de recortador del gasto familiar y desmantelador del Estado, o por sus afanes declarados de un anti-nacionalismo “modernista”, concepción a la que estorbaba el Estado de Bienestar.
A las pocas horas de ser declarado apresuradamente triunfador por su tío Jorge de la Vega Domínguez, a la sazón al frente del PRI, expresó aquellas palabras de dolor moral: “se acabó la época del partido único”, dijo. Lo único cierto es que México llegaba a la inmunidad por la vía de los hechos. Veamos.
Con la ayuda incondicional del PAN –y de los partidos satélites del PRI: PPS, PARM y el de Aguilar Talamantes que es donde primero mamaron Los Chuchos que se habían “amarrado” esporádicamente con el PFCRN (Cuauhtémoc Cárdenas)– Salinas ejerció un poder más cerrado, más absoluto, más omnímodo, gracias a que hizo cómplices a todos en el océano de la corrupción.
Nadie conocido se salvó de bañarse en aquellas aguas. Fueran de izquierda, derecha, centro o de la cuarta vía, todos quedaron impedidos de tocar a Salinas con el roce de una flor, porque todos habían estado en la “repartacha”. Hasta la fecha, hablar de Salinas es un tabú, por este “pequeño” detalle. Quema muchas lenguas. Tapa muchos oídos. Y, ya sabe usted, hasta las paredes oyen.
Una solución inteligente, que pasó a formar parte de los anales mexicanos, atribuida al súper asesor Joseph Marie Córdoba, una especie de poder inanimado, pero presente siempre, en tooodas las decisiones de gobierno y de Estado.
Políticos, comunicadores, líderes de opinión, achichicles, topiles, nacionalistas, entreguistas, maestros, mensajeros, investigadores, catedráticos universitarios, dirigentes civiles, vacas sagradas, líderes obreros y campesinos, gobernadores y sus cohortes, vaya, hasta comentaristas de la prensa rosada, fueron tocados por las “buenas” artes del rey Midas.
El asunto es que ejerció el poder con más desparpajo, más maletas en efectivo y más disfrute que un sultán. Todos y todas quienes se dedican a la política, tuvieron que ver con los asuntos de Palacio. Por eso, aunque es criticado sotto voce, nadie se atreve a hablar mal del peloncito en público.
Nos lo “vendieron” como inteligente, pero…
Su fama de hombre inteligente, era demasiado cuestionada por sus viejos amigos que andaban en el pandero. Todos recordaban que, cuando fue “asesor” de su hermano mayor, Raúl, en una pequeña oficina de caminos alimentadores de la SCOP, éste no lo dejaba acercarse ni a la fotocopiadora, para que no echara a perder algún documento.
Raúl, el mayor, el que se llamaba igual que su poderoso padre, siempre fue el hombre bragado, el sostén en las épocas difíciles de los hermanos. Pero cometió el error de estudiar ingeniería y así no podía ser Presidente, el sueño dorado del padre.
Perdió el mayorazgo, los carros deportivos ingleses, el apoyo político del papá y, con el tiempo, hasta llegó a ser pieza de canje, con libertad personal de por medio, para salvar la honorabilidad y el trayecto histórico de Carlos, el economista, el hermano menor, el que se había plegado al deseo dinástico del viejo.
De su paso por el doctorado de Harvard, existen varias leyendas, una de las cuales atribuye el texto de la tesis a una mancuerna entre el tutor académico John Womack y el amanuense local, Manuel Camacho, con el tiempo ascendido a los altares de la salvación nacional… y el sacrificio.
Aunque es de justicia reconocer que Salinas nunca pensó en dejar a Camacho como sucesor. Al contrario, le puso la solución económica a la mano con el megaproyecto Santa Fe, pero cuentan que, por su mojigatería, prohibió a los inversionistas “tratar” con sus subalternos, y lo hizo delante de ellos, cuestión de falta de malicia.
Y simplemente, le dieron la vuelta y lo dejaron solito chiflando en la loma, sin obediencia ni estipendios, ni moches salvíficos para épocas de banca. Siempre se entendieron los inversionista$ con Ebrard, con Juan Enríquez, Rubio, Salcedo ¡y hasta con el perico!
Del trágico suceso de la calle de Petén 419, en la capitalina colonia Narvarte –donde murió la sirvienta de la familia–, resultaron dos beneficiados: María de los Ángeles Moreno Uriegas, hija del psiquiatra que atendió a los niños por recomendación del Tribunal de Menores, y Fernando Gutiérrez Barrios, la escolta designada para trasladar al tratamiento a los infantes.
Recibió la protección de los halcones republicanos
Involuntariamente, Carlos Salinas de Gortari fue el gran favorecido de la caracterología de un país donde no se lee, lo que se lee no se entiende, lo que se entiende se escucha poco y, para colmo, no se sabe escuchar, según una encuesta de reciente publicación. ¡El 85%, en esa condición!
En consecuencia, aunque nos duela reconocerlo, éramos, creo que hasta antes de la llegada de las fabulosas redes sociales, un país sordo, mudo y autista. Por efecto de la pantalla masiva, nos hemos colectivizado e involucrado más, por la cantidad de tiempo que duran impresos los mensajes.
Algún estudio tendrá que confirmar esta especulación, pues nos urge como país saber dónde estamos parados, y hacia dónde tenemos todavía la alternativa de caminar. Hasta ahora todo está tapiado a cal y canto. No tardan en abrirse caminos y veredas.
No puede negarse, la historia no lo permitiría, la escandalosa protección que Salinas recibió de los más atrabiliarios halcones republicanos, señores de la guerra, de la intervención y de las armas, después de la firma del “espíritu de Houston” con nada menos que “el jefe” George Bush.
El famoso TLC, que nos iba a hacer ingresar por la puerta grande a los dinteles del Primer Mundo, sólo fue una escaramuza hecha a la medida de los exportadores y ensambladores (maquiladores) de productos extranjeros que se finalizaban en este territorio. ¿De qué sirve ser el primero en exportar carros?
Nunca contribuyó a la mejor distribución del ingreso y nuestro “economista súper estrella”, jamás reparó en el hecho de que el único mecanismo para aliviar la pobreza era fortalecer el mercado interno, jamás liberalizar los controles externos de la economía. De primer año, pues.
¿Y la inteligencia de la que presumes, ‘apá?
De la gloria sexenal a la “huelga de hambre”
Soy de quienes creen que hasta poco después de la aplicación de los programas colectivos de Solidaridad, con lo que Salinas recuperó la mayoría absoluta en las Cámaras, la aceptación del de Narvarte, no de Agualeguas, rayaba límites y hasta decibeles demenciales.
El destape del carismático Luis Donaldo Colosio fue un acierto. Lástima que esa decisión no dependía de él. Ya estaba tomada en otros lugares a favor de un ex alumno de Yale, medroso, tonto y sin atributo alguno, Ernesto Zedillo, quien gracias al pavor inducido hacia una rebelión de fusiles de madera y mucha tinta, arrasó en las urnas, como si fuera un gran líder. Además, se había comprometido a que ganara el PAN en el 2000.
México entró al mundo de la kakistocracia, el gobierno de los peores. De los peores gobernantes, de los peores comunicadores, de los más malos operadores políticos y de los entreguistas más feroces y descastados de que se tenga memoria. De Guatemala ¡a Guatepeor!
El asesinato de Colosio regresó a Carlos Salinas de Gortari a su realidad de muchacho mediano de clase media. Si alguna vez llegó a pensar que los grandes capitales que había colaborado a encumbrar lo iban a convertir en una especie de Kemal Ataturk, Miguel Alemán Valdés o Roosevelt, se equivocó de cabo a rabo.
Unas horas después de dejar el poder, tuvo que ir a hacer una huelga de hambre con jorongo y nopales a un jacal de las laderas de Topo Chico, en las goteras de Monterrey, único lugar en donde fue recibido por una alma caritativa para protestar contra la agresión zedillista.
Ningún capitoste favorecido por las desincorporaciones y concesiones milmillonarias a precio de regalo fue capaz de brindarle un gramo de protección, ni un hálito de ánimo. Todos le dieron la espalda, como animales de ponzoña.
Vivió en carne propia una experiencia que jamás pensó experimentar y que se relataba entre sus cuates de economía, sobre el pesado fardo que cargó el brasileño Getulio Vargas, después de haber complacido a diestra y siniestra, a poderosos tirios y troyanos, tuvo que optar por la puerta falsa del suicidio.
Su aduana de paso es hoy Arturo Montiel
Guardó reposo. Pero cuando vio venir a la legión de inexpertos Atracomulcas, pensó que era su gran oportunidad de regresar. Atacó por la cabeza y dio resultado. Entraba y salía a la casa blanca del electo a recomendar secretarios, senadores y diputados. Pegó con tubo.
Pero los celosos y ambiciosos toluquitas se dieron cuenta que estaba penetrando al de la Finca, y le recomendaron poner al tío Arturo Montiel como aduana de paso, electrificar desde el guardaganado. La solución fue efectiva, Salinas no aguantó antesala tan deslavada y se tuvo que conformar con haber clavado sus más urgentes compromisos. Y tan, tan.
La sonrisa a dos carrillos de Salinas, se convirtió en una expresión de ansiedad depresiva y después en el retiro de los convites. Cuando casó a su hija, repartió la cantidad de invitaciones que se dan para una taquiza de canasta.
Hasta los viejos desplazados de la eterna mesa de economistas de Sanborn’s Madero, aquéllos que se habían atrevido a cooperar para la dentadura postiza de don Raúl en tiempos de vacas flacas diazordacistas, se alegraron del “esquinazo” final.
El que se atrevió a autodesignarse a pocos días de la impugnada elección “Carlos de México”, todavía no puede salir ni a la esquina por unos tacos de cabrito.
Como siempre, los romanos, echándole sal a la herida: Tempora mutantur, nos et mutamur in illis, lo que traducido al nahuatlaco, quiere decir: “El tiempo cambia y nosotros cambiamos con él”.
Todo, menos Salinas. Está agazapado. ¡Aguas, toluquitas! No tarda en salir de su cubil.
Índice Flamígero: ¿Hay alguna conexión entre el asesinato de Enrique Salinas de Gortari, el 6 de diciembre de 2004 en Huixquilucan, y el de Marcos Castillejos, el 9 de julio de 2008, en las calles de la capitalina colonia Condesa? Hay quienes afirman que sí. + + + Hace unos días falleció Rogelio Castañeda Espinosa de los Monteros, servidor público ejemplar, político intachable y excelente amigo. Sirvan estas líneas para hacerle llegar un abrazo solidario a su esposa María Elena y a sus hijos Rogelio y Javier. Quienes conocimos a Rogelio lo recordamos con afecto y admiración. Descanse en paz. + + + Dice La Cocoa Calderón Hinojosa que, en Michoacán, “nos dejaron en manos del crimen”, a lo que valdría preguntar si tal vileza ¿fue obra de su hermano Felipe? Mientras tanto, quien aventaja en las encuestas es el perredista Silvano Aureoles. El priísta Chon Orihuela, ni sus luces.
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