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Una nueva especie: reptil con rostro de ave
Juan José Morales
Escrutinio
Paleontólogos, zoólogos y politólogos están estudiando el proceso evolutivo mediante el cual cierto dinosaurio ha ido adquiriendo rostro de ave, aunque no por ello deja de ser el viejo y mañoso espécimen de siempre, que —fiel a sus costumbres— ahora trata de engañar a sus víctimas con esa nueva apariencia para poder seguir depredándolas. La superficial transformación, según han revelado las primeras investigaciones, es un fenómeno mercadotécnico logrado mediante inagotables recursos económicos invertidos en publicidad, combinados con enormes dosis de cinismo y desvergüenza, más una buena cantidad de tolerancia, encubrimiento y complicidad por parte de las autoridades electorales.
La especie modificada, que ha recibido el nombre popular de dinotucán y en la clasificación científica se ha propuesto registrarla como Prisaurio verdensis comenzó a ser observada hace alrededor de un año y su velocidad de multiplicación es realmente asombrosa. Los bramidos del nuevo animal se escuchan en las transmisiones de prácticamente todas las radioemisoras de México, y cientos de miles de imágenes de él aparecieron y siguen apareciendo cada día a lo largo de calles, carreteras y avenidas, en las pantallas de las salas cinematográficas, en los receptores de televisión, en diarios y revistas, en decenas de millones de volantes deslizados bajo las puertas de las viviendas, en papel de envoltura de tortillas, en calendarios, en boletos gratuitos para funciones de cine —aunque no de circos, porque el dinotucán es principalmente un depredador de cirqueros y animales amaestrados—, en ofertas de lentes gratuitos y —no podía ser menos, dado que por su dinosáurico origen es muy ducho en tales mañas— en despensas regaladas para comprar votos lucrando con la pobreza, conforme a las viejas máximas de “Te doy un regalito hoy, y miseria los próximos seis años”, o “Invierte 500 millones de pesos en comprar votos y podrás embolsarte tres mil millones una vez en el poder”.
No pretendo ofender la inteligencia de los lectores suponiendo que a estas alturas no se han percatado de que hablamos del maridaje PRI-PVEM, esa turbia alianza con que el primero —o más bien los grandes intereses económicos y los grupos de poder que lo manejan— intenta, como señalábamos hace poco, conservar el gobierno con un nuevo rostro, pintado de verde, como en su momento se echó mano del color azul para seguir gobernando a través del PAN.
El derroche publicitario del dinotucán es escandaloso. Son al menos 400 millones de pesos los que ha gastado en los últimos meses, antes siquiera de iniciarse la campaña electoral. Y las violaciones a la ley que ha cometido son cínicas y desvergonzadas, merecedoras —como se ha señalado en una petición firmada por más de 50 mil personas— de que se le cancele el registro. Pero el Instituto Nacional Electoral lo trata con increíble lenidad, limitándose a aplicarle una multa tras otra, que no le afectan más que un arañazo a la piel de un rinoceronte, pues el dinosaurio disfrazado de ave parece contar con una fuente inagotable de dinero. Mientras más se le restringe el financiamiento público —porque esa, dejar de entregarle parte de las ministraciones que le corresponden por ley, es el método que usa el INE para cobrar las multas—, más gasta en publicidad. Hasta la semana pasada, ya llevaba acumuladas multas por unos 190 millones de pesos, pero el dinotucán simplemente ríe, sabiéndose impune y protegido.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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