La Jornada
Ciudad Perdida
Chuchos chamaqueados
El pretexto de la reforma
Cómplices del atraco a la nación
El pretexto de la reforma
Cómplices del atraco a la nación
Miguel Ángel Velázquez
Pasaba apenas el
mediodía y en algunas pantallas de televisión de las numerosas salas del
Senado se miraba a Jesús Zambrano abjurar del Pacto por México. Era
como ver el Saturno de Goya que devora a su hijo. Mitología, pura
mitología. Lo sabían los enterados, que no daban crédito a lo que
registraban sus ojos.
¿Qué suponían Chucho y sus chuchos? ¿Que tenían la ventaja por haber sido quienes llevaron al priísmo la endemoniada idea del Pacto? Seguramente no fue así. Por el contrario, debieron tener en claro que para el PRI y para Peña Nieto no había ningún otro interés que la venta de la riqueza energética, cumplir con los compromisos que lo llevaron a Los Pinos. Y fue ahí, en Los Pinos, donde se hicieron bien las cuentas. En la reforma hacendaria se sumaría a los amarillos y en la del gas, el petróleo y la electricidad a los azules, por eso el punto central era la energética, todo mundo lo sabía, ¿menos ellos?
Por eso parece plan con maña. Ahora salen con el pretexto de que la reforma política, que no parece nada urgente –a fin de cuentas con o sin los cambios propuestos el mecanismo del fraude seguirá siendo el mismo–, les importa tanto que si no se cumple con sus demandas
no regresarán al Pacto. Buena finta, dicen los que han observado de cerca todo el proceso, pero lo cierto es que los chuchos no tienen con qué frenar la reforma energética, y lo peor, lo más probable es que voten en favor cuando de aprobarla se trate, si no todos, cuando menos una parte, los más descarados o más comprometidos.
Así las cosas, habría que escoger para dar visos de realidad al lío que ahora se traen PRI, PAN y PRD. O Nueva Izquierda se trató de pasar de lista o les vieron la cara, situación que no resulta probable si uno se da cuenta de cómo actúan los de la
izquierda moderna. Y es que no existía, por ningún lado, la posibilidad de que el PRI fuera a declinar en sus ambiciones de poner en manos privadas la riqueza de la energía con que cuenta el país.
De sobra se sabían las intenciones de Peña. Nadie más que los chuchos podía imaginarse que en el primer año de gobierno el PRIAN dejara de lado eso que ahora se presenta como su mejor oportunidad.
Por eso hoy, cuando Nueva Izquierda parece hacer berrinche y parece ejercer su derecho al pataleo –lo único que le dejan–, no le cabe el gesto del arrepentimiento, más bien parece que trata de maquillarse con lágrimas de víctima, cuando sabía desde que puso en manos del PRI eso que se llama Pacto que se convertiría en cómplice del mayor robo en la historia de México.
Con todo ese lío, la reforma política del Distrito Federal o
de la ciudad de México, como se quiera, tendrá que correr por fuera del
Pacto, y lo más probable es que se le postergue hasta el próximo año, si
bien le va, pero el panismo, que dice estar de acuerdo, piensa que lo
mejor es dejar quieta la posibilidad para el año que viene, o para el
que sigue o para cualquier otro. Total, al único que le apura es a
Miguel Ángel Mancera, que a estas horas ya debe tener una nueva
estrategia sobre la mesa para no dejar que la reforma del DF quede en
las buenas intenciones del PRIAN, y nada más.
Para el DF, de cualquier forma, las cosas no fueron de la mejor manera. Desde el principio se propuso una reforma con la que se ampliaba el margen de maniobra del gobierno, es decir, se vería beneficiado con una mayor cantidad de recursos económicos, pero no habría mayor participación, desde el ámbito legal, para la participación ciudadana.
En buena cantidad de ocasiones se dijo que sin nuevos instrumentos de lo que se llama democracia directa –como la revocación de mandato– la reforma quedaría más que coja, y que de poco serviría a los ciudadanos. Esa fue la preocupación que, afortunadamente, se disipó luego de que el senador Mario Delgado presentó en la tribuna de esa cámara una adenda que plantea una mayor actividad de los habitantes de la ciudad en la toma de decisiones del gobierno.
No pasó nada. Las marchas y el mitin con el que se protestaba por el
primer año de gobierno de Enrique Peña transcurrieron con tranquilidad.
El secretario de Gobierno del DF, Héctor Serrano, habló con quienes
encabezaron las protestas o con sus representantes para que cualquier
indicio de violencia fuera rechazado desde las propias marchas, y esa
fue la medicina. No pasa nada. Lo otro, la violencia desatada en algunas
calles por los mismos de siempre, tuvo la respuesta anunciada, pero eso
sucedió al margen de las marchas y el mitin.
Para el DF, de cualquier forma, las cosas no fueron de la mejor manera. Desde el principio se propuso una reforma con la que se ampliaba el margen de maniobra del gobierno, es decir, se vería beneficiado con una mayor cantidad de recursos económicos, pero no habría mayor participación, desde el ámbito legal, para la participación ciudadana.
En buena cantidad de ocasiones se dijo que sin nuevos instrumentos de lo que se llama democracia directa –como la revocación de mandato– la reforma quedaría más que coja, y que de poco serviría a los ciudadanos. Esa fue la preocupación que, afortunadamente, se disipó luego de que el senador Mario Delgado presentó en la tribuna de esa cámara una adenda que plantea una mayor actividad de los habitantes de la ciudad en la toma de decisiones del gobierno.
De pasadita
Durante casi toda la semana pasada, la principal
preocupación en todas partes era qué tanta violencia viviría la ciudad
de México el primer día de diciembre. Se tomaron todas las previsiones.
En la policía se construyeron las estrategias para impedir que el asunto
se saliera de control. La gente decidió tomar todas las precauciones
para asistir al mitin que convocó Andrés Manuel López Obrador, y en
todos los ámbitos de la prensa se destacaron más profesionales de lo
normal para cubrir el suceso.
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