martes, 19 de noviembre de 2013

El PRD está podrido y jamás saldra de eso

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
Al Congreso Nacional del PRD 
Alejandro Encinas Rodríguez

El PRD llega a su XIV Congreso Nacional en medio de una profunda crisis, donde el actual modelo de organización partidista, caracterizado por la fragmentación, el descrédito y el desdibujamiento ideológico, ha alcanzado una situación insostenible

Si el PRD pretende aspirar a conducir los destinos de nuestro país, debe replantear su línea política, su política de alianzas, su vida interna y sus relaciones con el poder.

El PRD debe superar el extravío ideológico en que se encuentra, para presentarse como un partido de la izquierda democrática y libertaria que aspira a crear una sociedad equitativa, justa y democrática. Para ello, debe entender que lo que le permitió convertirse en una fuerza nacional y en un referente para amplios sectores de la sociedad, es haber impulsado un proyecto claramente diferenciado del gobierno y de la derecha, en su modo de hacer y pensar la política, lo que lo dotó además de identidad partidaria.

Nadie puede desconocer la contribución del PRD para alcanzar cambios democráticos y ampliar los derechos políticos en el país; sin embargo, resulta inaceptable que actualmente las decisiones fundamentales en la orientación del partido las adopte un reducido grupo de dirigentes, sin tomar en cuenta a sus órganos de dirección, a la base partidaria y a los ciudadanos.

El PRD debe presentarse como un partido congruente con su definición ideológica
, cuyo actuar se guíe por los principios y valores que lo originaron. Democratizar la vida interna del PRD es la vía más firme y segura para cumplir el objetivo de democratizar la vida del país.

Para lograrlo, es necesario alentar el debate teórico, la formación de cuadros y la carrera partidista basada en el mérito, dejando atrás la sumisión acrítica e incondicional que actualmente exigen los dirigentes a los miembros de sus corrientes. Las corrientes deben articularse en torno a posiciones políticas y matices ideológicos, al tiempo que los grupos de interés deben disolverse para fortalecer la vida institucional, eliminando las trabas a la afiliación de nuevos ciudadanos, reconstruyendo la organización territorial e incorporando a grupos de jóvenes que permitan preparar el relevo generacional.

Si algo ha dañado la percepción y confianza de los ciudadanos en el PRD, es la evidencia de actos de corrupción inconcebibles en un partido que se asume de izquierda. De no enfrentarse con firmeza esta situación, el partido seguirá su proceso de descrédito. El PRD debe diferenciarse de sus adversarios anteponiendo la ética como un principio fundamental, erradicando la complacencia ante las violaciones de las disposiciones estatutarias y evaluando autocríticamente el desempeño de sus gobiernos.

Los avances que la izquierda ha logrado se han dado en momentos de unidad, mientras que sus retrocesos tienden a ocurrir en momentos de división y confrontación interna. Por sencilla que sea esta fórmula, las fuerzas progresistas frecuentemente se enfrentan con el desafío de mantener su cohesión. El proceso unitario que caracterizó a la izquierda en las últimas tres décadas se ha colapsado. La fragmentación del Movimiento Progresista implicará una disputa entre los otrora aliados por los votos de izquierda, por lo que el PRD debe asumirse como un promotor de la reunificación.

El PRD no puede eludir el debate sobre el papel que le corresponde cumplir en la política y en sus relaciones con el poder y con la sociedad. Acordar no supone claudicar a nuestros principios ni comprometer nuestra autonomía política. Por el contrario el PRD debe retomar su articulación con los movimientos populares y la adopción de las reivindicaciones de la sociedad, manteniendo plenamente su independencia.

Estamos ante un momento definitorio. México requiere de una organización que sea expresión de los anhelos de cambio de todas aquellas conciencias que comenzaron a despertar en plena noche autoritaria. No se puede dilapidar esta oportunidad para retomar el rumbo e impulsar la renovación ética del PRD y para reconstruir su identidad partidaria.

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