¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Al Congreso Nacional del PRD
Alejandro Encinas Rodríguez
El PRD llega a su XIV Congreso Nacional en medio de una profunda crisis,
donde el actual modelo de organización partidista, caracterizado por la
fragmentación, el descrédito y el desdibujamiento ideológico, ha
alcanzado una situación insostenible.
Si el PRD pretende aspirar a conducir los destinos de nuestro país, debe
replantear su línea política, su política de alianzas, su vida interna y
sus relaciones con el poder.
El PRD debe superar el extravío ideológico en que se encuentra, para
presentarse como un partido de la izquierda democrática y libertaria que
aspira a crear una sociedad equitativa, justa y democrática. Para ello,
debe entender que lo que le permitió convertirse en una fuerza nacional
y en un referente para amplios sectores de la sociedad, es haber
impulsado un proyecto claramente diferenciado del gobierno y de la
derecha, en su modo de hacer y pensar la política, lo que lo dotó además
de identidad partidaria.
Nadie puede desconocer la contribución del PRD para alcanzar cambios
democráticos y ampliar los derechos políticos en el país; sin embargo,
resulta inaceptable que actualmente las decisiones fundamentales en la
orientación del partido las adopte un reducido grupo de dirigentes, sin
tomar en cuenta a sus órganos de dirección, a la base partidaria y a los
ciudadanos.
El PRD debe presentarse como un partido congruente con su definición
ideológica, cuyo actuar se guíe por los principios y valores que lo
originaron. Democratizar la vida interna del PRD es la vía más firme y
segura para cumplir el objetivo de democratizar la vida del país.
Para lograrlo, es necesario alentar el debate teórico, la formación de
cuadros y la carrera partidista basada en el mérito, dejando atrás la
sumisión acrítica e incondicional que actualmente exigen los dirigentes a
los miembros de sus corrientes. Las corrientes deben articularse en
torno a posiciones políticas y matices ideológicos, al tiempo que los
grupos de interés deben disolverse para fortalecer la vida
institucional, eliminando las trabas a la afiliación de nuevos
ciudadanos, reconstruyendo la organización territorial e incorporando a
grupos de jóvenes que permitan preparar el relevo generacional.
Si algo ha dañado la percepción y confianza de los ciudadanos en el PRD,
es la evidencia de actos de corrupción inconcebibles en un partido que
se asume de izquierda. De no enfrentarse con firmeza esta situación, el
partido seguirá su proceso de descrédito. El PRD debe diferenciarse de
sus adversarios anteponiendo la ética como un principio fundamental,
erradicando la complacencia ante las violaciones de las disposiciones
estatutarias y evaluando autocríticamente el desempeño de sus gobiernos.
Los avances que la izquierda ha logrado se han dado en momentos de
unidad, mientras que sus retrocesos tienden a ocurrir en momentos de
división y confrontación interna. Por sencilla que sea esta fórmula, las
fuerzas progresistas frecuentemente se enfrentan con el desafío de
mantener su cohesión. El proceso unitario que caracterizó a la izquierda
en las últimas tres décadas se ha colapsado. La fragmentación del
Movimiento Progresista implicará una disputa entre los otrora aliados
por los votos de izquierda, por lo que el PRD debe asumirse como un
promotor de la reunificación.
El PRD no puede eludir el debate sobre el papel que le corresponde
cumplir en la política y en sus relaciones con el poder y con la
sociedad. Acordar no supone claudicar a nuestros principios ni
comprometer nuestra autonomía política. Por el contrario el PRD debe
retomar su articulación con los movimientos populares y la adopción de
las reivindicaciones de la sociedad, manteniendo plenamente su
independencia.
Estamos ante un momento definitorio. México requiere de una organización
que sea expresión de los anhelos de cambio de todas aquellas
conciencias que comenzaron a despertar en plena noche autoritaria. No se
puede dilapidar esta oportunidad para retomar el rumbo e impulsar la
renovación ética del PRD y para reconstruir su identidad partidaria.
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