La Jornada
El Despertar
Mancera, a dos fuegos
José Agustín Ortiz Pinchetti
El peor pecado de un
político es la ingenuidad. Y sólo un ingenuo irredento, no se da cuenta
como la derecha (PRIAN, satélites, oligarquía, aliados) tiene montada
una ofensiva contra el jefe de Gobierno de la capital, cuyo objetivo
final no es debilitarlo o derrocarlo a él, sino quitarle a la izquierda
la hegemonía política (que ha tenido aquí desde 1997) y romper el eje de
todo el movimiento progresista en el país. Se trata de un ataque
inteligente, bien articulado y con un costo económico y el uso intensivo
y perverso de los medios electrónicos que sólo ellos pueden pagar.
La estrategia conservadora está dando resultado, entre otras cosas porque, aunque parezca increíble, la izquierda se empeña en atacar con ferocidad a Miguel Mancera, acusándolo de ser demasiado duro con las protestas populares. Exactamente lo contrario de lo que lo acusan la televisión y la radio y hasta el nada imparcial ombudsman nacional. Estamos obligados a examinar críticamente al gobierno de Mancera: es cierto, no ha logrado un posicionamiento contundente y también que se ha acercado demasiado a Peña. Si una colaboración prudente se justifica, creer que Peña puede ser un buen aliado, es un error. Peña, con una careta colaboracionista, ha decidido golpear a la ciudad y a Mancera, y dañar y destruir a todo lo que ellos representan políticamente. Pero también debemos reconocer que el nuevo gobierno no ha traicionado la política social de López Obrador o de Ebrard. Hoy están en operación más de 500 programas que incluso tendrán pronto que reordenarse. Hay voluntad de completar la reforma del DF, los abusos de la vieja policía heredada pueden y deben ser denunciados y castigados. Sin embargo, la impunidad de las autoridades en el resto del país es mucho más grave. Mancera está gobernando correctamente, resolviendo problemas financieros monumentales y manteniendo, a nivel del gobierno central, una transparencia que no existe en ninguna otra parte del país.
Los izquierdistas deben prevalerse no sólo de la ingenuidad,
sino del sectarismo, de la intolerancia, el odio, la autodestrucción que
parece característica de la vieja ala radical. Si los partidos y grupos
que están a favor de la reforma social y de la democracia se alían a la
derecha para debilitar al gobierno de la capital, podrán perderse cinco
o seis delegaciones en 2015 y probablemente el control de la asamblea.
En 2018, la ciudad podría cambiar de manos, para caer en las peores, por
cierto.
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