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Por Esto!
¿Quién amenaza realmente al Estado?
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Según el secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, en Michoacán “está
amenazado el Estado mexicano, está amenazado el Estado de derecho y
estamos enfrentando uno de los grandes retos que tiene la nación”. Al
anunciar el otorgamiento de un préstamo al gobierno de dicha entidad por
más de cuatro mil millones de pesos, puntualizó que para superar un
reto que no sólo es de los michoacanos, es preciso “fortalecer el Estado
de derecho y la capacidad de las instituciones públicas para resolver
las demandas ciudadanas”.
Cabe preguntar: ¿cómo podría fortalecerse el Estado de derecho actuando
en dirección contraria a la que debería seguirse para alcanzar ese
objetivo irrenunciable? Porque eso es lo que se está haciendo, desde
hace tres décadas, sin modificar un ápice el rumbo que nos está
conduciendo al aniquilamiento del Estado mexicano. Al contrario, lo que
el actual gobierno federal está haciendo es profundizar las causas
estructurales que nos tienen al borde del precipicio, motivo por el cual
están aumentando las protestas sociales, con altos grados de violencia
como en Michoacán, Guerrero y Tamaulipas.
Es obvio que de nada van a servir esos recursos que anunció Videgaray,
pues lo que se necesita no es dinero, sino que el Gobierno Federal ponga
en marcha políticas públicas que ataquen las causas de fondo de la
violencia. Lo urgente es poner un freno a la brutal descomposición del
tejido social, cosa que no tiene contemplado Enrique Peña Nieto, como lo
han señalado diversos organismos internacionales, alarmados ante la
falta de una estrategia idónea con esa finalidad, y por el afán de
continuar esquemas que demostraron su ineficacia durante el desgobierno
de Felipe Calderón.
No son los michoacanos los que amenazan al Estado mexicano, sino al
revés en tanto que las instituciones están al servicio de intereses
mezquinos y apátridas que están hundiendo a los mexicanos en la
desesperanza. Son ya poco más de tres décadas sin perspectivas de
mejoramiento social. No ha habido crecimiento económico real, aunque sí
ha crecido el número de multimillonarios en el país, como lo acaba de
reportar el Informe Anual sobre Riqueza en el Mundo 2013, elaborado por
las consultoras Capgemini y RBC Wealth Management. Puntualiza que su
aumento fue de 6.6 por ciento en el transcurso del año.
Lo que está sucediendo en Michoacán es la conjunción de varios factores
que desembocaron en una violencia sintomática. Tradicionalmente ha sido
una de las entidades más productivas y equilibradas estructuralmente, su
desarrollo humano ha sido proverbial en el país porque siempre se
caracterizó por un desarrollo social en ascenso gracias a sus muchos
recursos naturales, eficientemente aprovechados. Los problemas empezaron
por la descomposición del tejido social propiciado por gobiernos
irresponsables, voraces y corruptos, que se desentendieron de sus
compromisos con la sociedad para dar rienda suelta a sus ambiciones, de
manera por demás escandalosa el panista encabezado por el espurio
Calderón.
Es un hecho que las organizaciones criminales se activaron merced a la
irresponsabilidad del Ejecutivo, cuando se les abrió la puerta de la
impunidad y de las complicidades, y se las encauzó hacia la afectación a
la sociedad. ¿Acaso es mentira que “Los Zetas” no fueron en su origen
desertores del Ejército? Así que se equivoca Videgaray al acusar a los
michoacanos de que están amenazando al Estado mexicano. Es el pueblo de
esa hermosa entidad federativa el que está siendo amenazado por un
Estado canalla, que no ha sabido cumplir sus responsabilidades,
primordialmente la de garantizar seguridad y gobernabilidad.
Acabar con la violencia en Michoacán y en otras partes del país no es
asunto de limosnas presupuestarias, sino de que el grupo en el poder
actúe con sentido de responsabilidad y un elemental patriotismo, para
enfrentar con agallas a quienes verdaderamente están poniendo en grave
riesgo el Estado de derecho: la oligarquía con su voracidad insaciable y
su ausencia de solidaridad humana, así como los grupos criminales
solapados por las mismas autoridades para que sirvan a sus propósitos de
control social, como se ha evidenciado en Michoacán, según múltiples
denuncias ciudadanas.
No tiene sentido seguirse haciendo tontos con salidas falsas. Si el
grupo en el poder quisiera acabar con la violencia, ya estaría creando
empleos a fin de fomentar un círculo virtuoso que vaya generando
condiciones objetivas para eliminar las causas profundas de la
descomposición social. El “incremento” a los salarios mínimos se prevé
que no pasará de 3.7 por ciento, cuando la inflación es superior a 4 por
ciento. ¿Cómo esperar cambios positivos cuando la pobreza va en
aumento?
(guillermo.favela@hotmail.com)
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